Cuando María estaba al borde de la muerte, él comenzó a enviar audios por Whatsapp pidiendo oración. Lo que sucedió en sus vidas y en su matrimonio no solo fue una sanación física
La noche del 24 de diciembre de 2021, nada hacía presagiar lo que sucedería en casa del matrimonio de María Todolí y Josep Ardit. El canal de la televisión pública valenciana À Punt hablaba de ellos en horario de primetime. «Conectamos en directo con una familia para conocer cómo están viviendo la Nochebuena», exclamaba entusiasta el presentador Màxim Huerta. Y una periodista in situ fue presentando a Josep, María y a sus nueve hijos -la mayor, de 13 años.
La cámara paseaba por la cocina, el comedor, se fijaba en la mesa puesta y las luces por toda la casa, en los platos recién cocinados, una de las niñas aderezaba las naranjas del postre con canela… Josep, pianista, había compuesto una canción para la ocasión, así que las pequeñas acabaron cantando a coro en torno a sus padres y al piano. Todo era ideal.
“Nosotros queríamos mostrar la belleza del Amor de Dios de esa forma, dando a conocer lo que Dios había hecho en nuestras vidas. La felicidad del matrimonio y todos los hijos que Dios nos ha dado. Hemos tenido trece. Nueve nacidos y Caterina que está en camino, y tres que no llegaron a nacer pero tuvieron y tienen una gran misión: Abiel, Esperanza y Jesús. Cada hijo es una palabra de Dios bellísima. Le decía yo a la presentadora que después de cenar iríamos corriendo a la misa del gallo», recuerda Josep.
María comienza a sentirse mal
Pero al día siguiente sucedió lo imprevisto: María, embarazada, comenzó a encontrarse mal. Muy mal. «Pienso -sigue Josep- que Dios quiso mostrar entonces la belleza del Amor de Jesucristo a toda persona a través del sufrimiento que tantas veces nos hace dudar de Él.”
Todo fue muy rápido e inquietante. El día de Navidad por la noche, María empezó a encontrarse mal y a tener dificultad para respirar. El día 2 de enero ingresó con COVID-19 en el hospital de Alzira (Valencia). En casa quedaron Betlem, Maria, Immaculada, Mercè, Maria Magdalena, Teresa, Manuela, Candela y Josep, el hijo pequeño. Josep recuerda perfectamente la terrible noche del 2 de enero.
En la galería de imágenes pueden verse algunos momentos de lo que ocurrió a continuación:
Una noche de niebla interior y exterior
«La dejé en el hospital porque con el COVID-19 no se me permitía entrar. La miraba desde el exterior a través de una ventana que daba a la sala donde se encontraba. Yo creía que no la iba a volver a ver más. La grabé en vídeo con el móvil para que dijera algo a las niñas desde esa ventana semiabierta. Al regresar a casa, aquella noche había mucha niebla y casi no se veía nada. Me venía a la cabeza el salmo 97: “Tiniebla y nube lo rodean…”. Intuí que iba a vivir algo muy serio”.
Traslado a Cuidados Intensivos
La salud de María -embarazada de 5 meses de una bebé para la que habían decidido el nombre de Caterina- empeoraba por momentos. Peligraban las dos vidas. María se ahogaba. Los médicos decidieron entonces trasladarla al Hospital de la Fe de Valencia, donde pasó inmediatamente a la UCI.
De la noche a la mañana, a Josep se le derrumbó el mundo. Él pensaba que María se moriría y que todo lo que él era, moriría también con ella. Tenía miedo. ¿Qué iba a ser de sus hijas? Entonces sintió en su corazón la certeza de que Dios es su Padre y Padre también de sus 8 hijas y el pequeño Josepet y si María y Caterina se morían “ya las veríamos otra vez en el cielo”.
«¿Está Dios o no?»
Pero el combate de cada día para Josep era vivir la realidad concreta que Dios permitía, que era que María y Caterina estaban enfermas en el hospital, pero no estaban muertas. Dios estaba en esa realidad concreta y no en las fantasías que Josep vivía como reales, las cuales eran insoportables porque en ellas no estaba Dios. “La tentación constante era: ¿Está Dios o no está Dios en esta situación?, ¿es el Señor un esposo bueno o viene a destruirme?”, recuerda.
Pero esa situación provocó en él algo que nunca imaginó: una verdadera conversión, un giro, pasar de vivir para uno mismo a vivir para Jesucristo por agradecimiento. Dice Josep que su tristeza le venía porque es un egoísta, le espanta sufrir, tantos pecados…dice él, “yo no quería pecar, quería amar a Jesucristo y a los demás porque sé que eso es la verdad pero no podía quitarme la amargura.»
Entonces ocurrió algo.
Josep mandó audios por Whastapp para pedir oración
«Me llamó una tarde una persona desde Londres, a quien no conocía de nada y se había enterado de la situación por los audios que había mandado. Eran Carismáticos Católicos que vivían en una comunidad contemplativa allí. Fue como un ángel que me anunció que Dios había curado a María y que tenía que empezar a dar gracias por ello. Rezamos por teléfono y me dio el evangelio de San Marcos 11, 20-26 (el de la higuera seca). También mi padre me lo había dicho aquella mañana mientras lavaba unos platos y yo les creí a los dos, pero al ver que la situación de María no mejoraba, me era imposible dar gracias.”
“Aquel hombre desde Londres me continuó diciendo que mirara con los ojos de la fe, que María estaba curada aunque los datos médicos no lo confirmasen todavía. Aquella tarde me fui a misa con las tres mayores lleno de amargura y tristeza y después me confesé llorando. Cuando llegué a casa empecé a dar gracias por cada hija, por Josepet, por mi mujer y Caterina, por tanto recibido. Pusimos vídeos de Maria y la familia, que días antes me era imposible ver por el dolor que me provocaban. Y si mi hijo Josep preguntaba por su madre, le mostraba a la Virgen y les decía ‘mamá no está aquí ahora pero la Virgen sí y os va a abrazar’.
«Entró la alegría aunque mi mujer seguía intubada»
“Era un milagro, Jesucristo -prosigue- verdaderamente había quitado mis pecados en aquella confesión y empecé a rezar desde un rincón en el suelo al lado de mi cama, no solo por María y Caterina sino por todo el mundo, por todos los que estaban sufriendo pero no conocían el consuelo del amor de Dios. Yo era otro, y me enamoré de Jesucristo y la alegría de la Virgen entró en casa aunque mi mujer seguía intubada…”.
Me entrevisto con María Todolí cuando ya lo peor ha pasado, aunque sigue en el hospital. Es el 22 de enero y María ha estado durante muchos días a punto de morir. Ha sido intubada dos veces. Ahora ha salido de la UCI y está en una planta del hospital de la Fe, aunque le queda un poco de camino porque está bajo tratamiento de una bacteria, la Costridium difficile, que se coló en el cuerpo de María aprovechando la debilidad de su sistema inmunológico. La conversación será por teléfono, María y Josep con el altavoz de su móvil. No quieren esperar más para contar lo que les ha sucedido. Porque no estamos hablando de una curación física únicamente. Ellos quieren contar su conversión, la de los dos.
Miles de personas rezando por María y Caterina en todo el mundo
Josep ha podido explicar a su mujer lo que ha ocurrido en estos 20 días: miles de personas por todo el mundo rezando por ellas. Recibiendo noticias por los mensajes de audio que grababa su marido. “Nunca pensé que estos audios los escucharía tanta gente, ni que les pudieran ayudar, todo nos ha sorprendido”. Los audios fueron reenviándose y llegaron a muchos países. Había gente que mandaba entonces mensajes de vuelta con ánimo de que alguien los hiciera llegar a Josep, para que supiera que en todo el mundo se rezaba por María y Caterina. Así, se transmitió un primer audio de Josep, y un segundo, y un tercero… Él iba explicando cómo estaba María y qué decían los médicos. Pero muy pronto también abrió su corazón para dar a conocer que Dios le había tocado en lo más hondo.
«Nos hemos sentido muy queridos», dice María, «tanto por personas de oración como por los que no rezaban nunca y estaban sufriendo por nosotros”.
A Josep le emociona recordar la fe que tiene el pueblo donde viven. Me decían por la calle ‘¡Josep, María se va a curar, ya verás!’. En la clase de nuestra hija, una niña le decía “en casa hemos rezado y no lo había hecho nunca”. Un matrimonio me explicó: ‘Nunca habíamos rezado y estamos descubriendo lo fantástico que es rezar’. Mucha gente ha rezado y eso ha sido un tesoro, tanto para nosotros como para ellos.»
«Nos han traído a casa la comida cada día»
María y Josep viven la Fe en Gandia en la parroquia San Francisco de Borja, en una pequeña comunidad neocatecumenal. “Esto ha sido fundamental -dicen- ya que la fe recibida por el bautismo ha crecido allí por los sacramentos, la escucha de la Palabra y la vida en comunidad hasta el punto de sostenernos en estos días de enfermedad”. Dice Josep: ”Los hermanos de nuestra comunidad y nuestros padres, no sólo han rezado y sufrido sino que nos han cuidado mucho. Nos han traído a casa la comida cada día y se pusieron a nuestro servicio. ¡Qué maravilla tener una comunidad!. Estamos muy agradecidos y los queremos mucho”.
Calaveras… ¿Sueño o realidad?
Le pido a María que me aclare lo que le he oído en un audio de agradecimiento que envió días después de dejar la UCI.
¿Es verdad que soñaste con unos jinetes que eran calaveras que te llevaban a la muerte y que unos ángeles te salvaban o es un modo metafórico de expresar lo que te ha ocurrido?
María me lo confirma: «Es verdad pero no lo soñé. Lo vivía en mi carne, tal como lo cuento. Ya en el hospital, antes de estar en la UCI, sentía que todo iba muy aprisa, estaba en un caballo a toda velocidad rodeada de calaveras cabalgando a mi alrededor, que me conducían a la muerte. Que me querían llevar a la desesperación y murmuración. Vinieron entonces otros jinetes que eran ángeles y me rescataban, me salvaban de la muerte. Al contarme Josep lo sucedido, entendí que estos ángeles eran todos los que estaban rezando. Sé que suena a película del Oeste, pero es que lo viví con los ojos abiertos.»
Entonces, María sigue con el relato: “Estaba todavía consciente y sin intubar, cuando sentí una alegría inmensa. Era un amor tan grande que era insoportable. Jesucristo me amaba y llenaba de amor mi corazón. Solo quería echarme a los pies de todo el mundo, conocidos o no, y besarlos porque Jesucristo les amaba. Nunca me han caído bien los curas pero en aquel momento tenía un gran amor a todos ellos especialmente a nuestro párroco Don Jesús. Este amor venía de Dios porque se quién soy y de mí no sale nada de esto. Si no, pregunta a los que me conocen”.
Para ella, todo ocurrió de forma muy rápida. «Me dijeron eres positiva y tienes una pulmonía de caballo. Ingreso, me buscan una mascarilla, hay problemas». Ella recuerda perfectamente que «en ningún momento se me ha pasado por la cabeza quejarme a Dios».
Conducen a María al Hospital de la Fe, en Valencia, para que ingrese en cuidados intensivos «y en la UCI no me iban bien las mascarillas. Requerí dos intubaciones.»
«Yo estaba hecha un trapo, pero en ese momento un celador comienza a ducharme, y cuando peor estaba, llena de pipí y caca, oigo que me dice ‘¡guapa!’ y que me cuida, que no le importa limpiarme y que incluso me hace un masaje en los pies. Eso, que puede parecer una tontería, no se me olvidará en la vida porque me sentí cuidada y querida por alguien que no me conocía”.
Los audios de whatsapp se extienden, la oración «trabaja»
María pudo hablar con Josep antes de ser intubada. Le transmitió el amor de Dios que estaba sintiendo y que la sostenía. Su vida pendía de un hilo. Josep aquel día reflejó este sentimiento en el audio que mandó. Ya no lo estaban recibiendo sus amigos del pueblo sino una multitud de personas que rezaban para que María y la bebé Caterina sobrevivieran.
“Creí que María había muerto”
Josep explica: «Hay un detalle de esos días que ahora me viene a la cabeza. Hasta la intubación, me comunicaba con ella con mensajes a cuentagotas. Miraba el móvil como el que mira a su amada. No dormía, siempre pendiente de un hilo, unos mensajes donde cada vez percibía más debilidad de María.»
«Una noche -continúa- me despertó uno de ellos. Decía: ‘Tengo frío, me tiembla el cuerpo’, y ya no dijo nada más en varias horas. Creí que ya había muerto y recé por ella y Caterina unas 4 horas. Lo viví en paz, miraba la estampa de Santa Teresita y le decía que le diera besitos, que se estaba muriendo mi mujer y mi hija, pero en sus ojos me daba la sensación de que Santa Teresita estaba sonriendo.»
«Al final -dice- llamé a mis padres para darles la noticia y mi madre me dice: “Llama al hospital”. Llamo y se enfadan porque eran las 5 de la madrugada y me dicen que no se había muerto nadie, que María estaba durmiendo…Ahora entiendo la cara de Santa Teresita sonriendo porque sus besitos a María la habían dormido.”
«En nuestra casa no nos entendíamos»
A partir de ahí Josep toca fondo. “Yo había hecho como una Torre de Babel, amando el dinero, el éxito, el bienestar, etc. y en nuestra casa no nos entendíamos, como dice la escritura. Toda aquella torre se derrumbó con la enfermedad de María dejando solo la fe, la fe en Jesucristo cambió nuestra vida y también curó a María y Caterina sirviéndose de las manos de unos médicos fantásticos.”
El día 4 de enero María recibió la unción de enfermos y la comunión. Se la administró un capellán del Hospital de la Fe llamado Santos. «‘Qué maravilla’, me dijo María en un mensaje, ‘ha venido el capellán!’. Yo pensaba que se iba a morir por las cosas tan sobrenaturales que me decía en aquellos mensajes.»
La estampa de santa Teresita
«En casa, esa tarde habíamos escrito la carta a los Reyes Magos. Yo coloqué un icono de la Virgen en la mesa con la “risueña cara” de la estampa de Santa Teresita pegada con plastilina y pedí a los Reyes Magos que nos trajeran un pétalo de esperanza de esta Santa».
Santa Teresita nos había unido de novios a María y a mí cuando vinieron sus reliquias a Valencia hacía años. Yo sabía que nos volvería a unir en el cielo para siempre pero le pedí con fe que nos uniera antes de llegar allí, una segunda vez. Y así fue: el día 5 por la mañana, la analítica marca que los leucocitos comienzan a subir y, por tanto, la enfermedad remite y mi madre en su casa abre la Biblia al azar y le sale el Evangelio de la hija de Jairo donde Jesucristo dice “no está muerta, está dormida». ¡Los sacramentos son efectivos!», dice con énfasis Josep.
Una señal: pétalos de rosas rojas
Josep explica que pasó un momento de tentación ese mismo día antes de saber los resultados de los análisis la mañana del día 6. «Nos fuimos a ver a los Reyes Magos aquella tarde en la cabalgata. Yo iba con todas, llevaba a dos en mis brazos, corriendo por la calle porque no llegábamos a verlos, yo lloraba y mis hijas mayores también porque no estaba su madre. Aquello no tenía sentido. Fue entonces cuando me agarré a la Virgen. Volvimos a casa y allí dentro encontramos un ramo de rosas y una carta escrita para nosotros que habían dejado los “pajes del Rey”. Ese ramo de rosas rojas, esos pétalos, fueron una señal que me recordaba lo que yo había pedido el día anterior a Santa Teresita del Niño Jesús».
Aquella Noche de Reyes, Josep quiso grabar un vídeo con la entrada de las niñas y Josepet en casa para que María viera algún día, tal vez, cómo abrían los regalos que habían dejado los reyes. Se ve a Josep tratando de sobreponerse. Quiere que sus hijos disfruten del momento y sean felices, pero no puede parar de pensar en María, que está en la UCI intubada. Una de las hijas está grabando. Él se dirige a la cámara y le dice a su esposa algo que están oyendo los niños pero que solo él sabe qué significa: «Bueno, mamá, estamos grabando aquí para que así cuando vuelvas puedas ver el día que entramos en casa a ver si estaban los regalos de reyes y tú seguías dormidita con Caterina en los brazos de la Virgen María”.
Josep descubre sobre la mesa un ramo de rosas, llama a los niños y dice:
«Estas rosas vamos a guardarlas recordando este día».
Y se dirige a la cámara: «Esta vida es nueva, María. Estamos viviendo una vida nueva, María, de verdad. Es algo… El amor que tengo por estas niñas y por Josepet es nuevo. Es diferente la forma en que estamos juntos. Así que todo está bien. Entonces nos faltas tú. Si quieres venir, estupendo. Y si no puedes, vamos a quererte igual. Pero ¡vas a venir!».
El grito de Josepet que llama a «¡papá!» hace que Josep vuelva a la realidad que le rodea. Y acaba el vídeo.
«Todos los días la amaré así»
«Yo soy un egoísta», explica ahora Josep. «Quería a mi mujer porque amarla me producía un placer. Llegó el sufrimiento de la enfermedad, y solo pensar en ella era desgarrador, pero me di cuenta de que la estaba amando de una forma diferente, una forma nueva. He comprendido qué significa amar sufriendo. He ofrecido el sufrimiento por ella y por amor a Cristo.»
Pensó entonces: «Todos los días la amaré así aunque se muera. La puedo amar en esta nueva dimensión, sufriendo por ella, aceptando los acontecimientos que Dios permite en mi vida”. Ahora María está a su lado, escuchando lo que Josep va diciendo.
«En el hospital me han tratado con mucho cariño»
María no querría que en esta conversación se dejara de hablar de las personas que la han cuidado. “Como soy desconfiada pensaba que en el hospital me sentiría muy sola pero no fue así. Todos los médicos, enfermeros, hasta la señora de la limpieza… Todos han sido ángeles. Me han tratado con mucho cariño, atentos y llenos de detalles de amor verdaderos.
Aún a costa de olvidarse de nombres, recuerda a los doctores Álvarez y Torres, a Marian -que la intubó-, al enfermero Carles, al celador Iván [el que le dijo aquel sonoro «¡guapa!»], las visitas de Cristina, Ramon y Pilar, todos los capellanes que cada día le traían la comunión y, cómo no, a sus primos médicos Pedro y Juan [aparece en la foto inicial de esta entrevista], tan atentos en todo momento. “Los quiero mucho”, repite.
Lo que hacía sufrir mucho a María
Ahora es ella quien explica que también su enfermedad ha sido un tiempo de purificación. María tiene 40 años. «Yo soy muy soberbia y tengo mucho en cuenta mis pensamientos, demasiado, le doy vueltas a las cosas, juzgándolo todo y poniendo pegas y esto me hacía sufrir mucho. Pero el Señor, con este acontecimiento y su gracia, me ha revestido de algo nuevo: vivir sencillamente.»
“Recuerdo -dice- el día que me quitaron el tubo. Los médicos, viéndome triste y que lo estaba pasando muy mal, llamaron a mi marido para que viniese a verme. Él entró como un ángel en la UCI dando saltos y gritándome: “Alégrate, María, que el Señor está contigo y empieza ya a dar gracias porque te ha curado! Yo le hice caso y a los tres días estaba en planta.”
A María le conmueven detalles como saber que un niño se quedaba dormido con la Biblia bajo el brazo rezando por ella cada noche, tantos monasterios de clausura orando, haber tenido a Santa Teresita y Santa Catalina de Siena a ambos lados de la cama de la UCI junto con su suegro Paco sentado a los pies. «¿Pero qué hace Paco aquí?”, se preguntaba María extrañada, y días después María se enteró por Josep de que Paco había estado durmiendo cada noche en el suelo del comedor de ellos con tres cojines para acompañar a su hijo.
Josep: se acabó controlarlo todo
No se lo pregunto, pero Josep dice: «¿Con qué me quedo de estos días? Te lo digo. Mi tendencia es a asegurarlo todo. Todo en mi vida. Tengo 43 años. Tengo una plaza de funcionario. Soy profesor de piano. Me desvivo por asegurar. Para que te hagas una idea, ni siquiera me gusta volar porque no tengo el control de lo que le puede pasar a un avión, quiero controlar que mis hijas no sufran, que no les falte nada… Era una esclavitud y hacia sufrir al otro.”
«He experimentado la precariedad de no saber si mi mujer y mi hija vivirían»
Sigue contando Josep: «Estos días he experimentado la precariedad de la vida, que para mí es un infierno. Y en esa precariedad de no saber si mi mujer y mi hija vivirían, he estado con Jesucristo que me decía: “¿Tú quieres vivir aquí conmigo?, ¿caminar por donde no conoces, vivir en las manos de Dios y no en las tuyas?, y aquello que para mí era un infierno se convertía en un lecho de amor con el Señor. “Me enamore de Aquel que quita el pecado del mundo y el Señor se alegró conmigo igual que yo me alegré al ver de nuevo a mi mujer María curada de su enfermedad.”
«María sí tiene fe: tenía la muerte delante y bendecía al Señor»
Josep insiste: “Todos ahora me dicen que qué fe tengo, por los audios que escuchaban, pero yo les digo que quien tiene fe es mi mujer María. Ella tenía la muerte delante y bendecía al Señor”.
Conforme se ha ido recuperando, María ha podido hablar ya con algunas personas. Algunas le dicen para su bien: “Bueno, ahora a olvidarlo todo”. María, en cambio, piensa: “¿A olvidarlo todo?, ¡No quiero!. Quiero guardar esta palabra del Señor para siempre como un sello en mi corazón”.
¡Ya en casa!
Hoy, 28 de enero de 2022, María Todolí ha recibido el alta médica. Al llegar a su casa, ella y Josep han tenido la amabilidad de enviar esta fotografía donde aparece toda la familia. De nuevo juntos y dando gracias:
Dolors Massot, Aleteia
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