Apuntando a "todas las personas" y "todas las entidades internas y externas que mueven los hilos de la guerra en la RDC", el Papa les pidió escuchar "el grito" de la sangre de las víctimas inocentes
En la nunciatura apostólica de Kinshasa, el Papa escuchó los horrores sufridos en carne propia por las víctimas de la violencia en el este de la RDC el 1 de febrero de 2023.
Visiblemente afectado por lo que acababa de escuchar y ver, denunció los mecanismos étnicos y económicos que hundió a esta región del país en el abismo el 1 de febrero de 2023. Sin mencionar directamente a Ruanda ni a ningún otro actor de la región, fustigó «la explotación, sangrienta e ilegal, de las riquezas de este país, así como los intentos de partición para poder gestionarla».
«Vengo de Walikale. Tengo 17 años de edad. Empecé el calvario del sufrimiento en el 2020. Un día íbamos a sacar agua del río. Fue en Musenge, en uno de los pueblos del Territorio de Walikale. Fue en 2020. En el camino, nos habíamos encontrado con rebeldes. Nos llevaron al bosque. Cada uno de los rebeldes eligió a quién quería. A mí, era el comandante quien me quería. Me violó como a un animal. Fue un dolor insoportable. Quedé prácticamente como su esposa. Me violaba varias veces al día, como él quería, durante varias horas. Y duró 19 meses, 1 año y 7 meses».
Violaciones y asesinatos
Abominable. Esta es sin duda la palabra que podría calificar el testimonio que se acaba de dar ante el Papa Francisco. Tras contar su historia, Bijoux Makumbi Kamala fue a colocar una alfombra de pelo cerca de un crucifijo, «símbolo de mi miseria de mujer violada». En el manto que la cubre, dos niños, gemelos, de una de las violaciones sufridas. «Que la cruz de Cristo me perdone a mí y a mis violadores y les haga renunciar a infligir sufrimientos innecesarios a las personas».
Uno a uno, como la joven de 17 años que acaba de asombrar a la delegación papal reunida en la nunciatura de Kinshasa, víctimas de la barbarie cometida por los grupos rebeldes en el este de la RDC, contaron su espantosa historia.
Ladislas Kambale Kombi, de 16 años, vio cómo asesinaban a su padre ante sus ojos. «Desde mi escondite, seguí cómo lo cortaron en pedazos, luego colocaron su cabeza cortada en una canasta. Finalmente, se fueron con mamá. La secuestraron. Quedamos huérfanos, yo y mis dos hermanas pequeñas. Mamá nunca llegó a casa hasta hoy. No sabemos qué hicieron con ella».
Al igual que Bijoux Makumbi Kamala, el joven colocó entonces frente al crucifijo «el machete idéntico al que mató a mi padre».
Al impacto provocadoi por los testimonios se sumó la conmoción de las imágenes, las de dos víctimas con las manos cercenadas que levantaban los brazos mutilados frente al Papa, en un silencio sepulcral.
«No hay palabras ; solo se puede llorar, quedándote en silencio»
«Frente a la violencia inhumana que habéis visto con vuestros ojos y experimentado en vuestras carnes, me quedo en estado de shock», dijo el Papa Francisco al inicio de su discurso.
«No hay palabras; solo se puede llorar, permanecer en silencio», agregó, cuidando de nombrar uno por uno los lugares que «los medios internacionales casi nunca mencionan». Bunia, Beni-Butembo, Goma, Masisi, Rutshuru, Bukavu, Uvira… Tantas localidades del este de la RDC que soportan con indiferencia los horrores de la violencia.
A cada «familia de luto o desplazada por los pueblos incendiados y otros crímenes de guerra, a los supervivientes de la violencia sexual, a cada niño y adulto herido», el Papa ha querido enviar este mensaje: «Estoy cerca de ti. Tus lágrimas son mis lágrimas, tu dolor es mi dolor. También dijo que rezaba para que todas las mujeres, especialmente en las regiones de Ituri, Kivu del Norte y Kivu del Sur, sean respetadas y protegidas. Y advirtió: «violar a una mujer y a una madre es hacerlo al mismo Dios».
El Papa Francisco condenó toda «violencia armada, masacres, violaciones, destrucción y ocupación de pueblos, saqueo de campos y ganado que se siguen perpetrando». Pero también «la explotación, cruenta e ilegal, de las riquezas de este país, así como los intentos de partición para poder gestionarlas».
¡Escuchen el grito de las víctimas!
Como en su discurso de la víspera ante las autoridades del país, no quiso poner nombre a las fuerzas que actúan en la región, contentándose con decir que vienen de «afuera» y «de adentro».
Sin embargo, describió los mecanismos que terminaron generando el caos, obligando a «millones de personas a abandonar sus hogares». Así, se infiltran «luchas partidistas», con sus «dinámicas étnicas, territoriales y grupales», cuestiones relativas a la “propiedad de la tierra”, la «debilidad de las instituciones” o incluso «el odio o la blasfemia de la violencia en nombre de ‘un falso dios’, que juntos forman un cóctel macabro».
«Pero es sobre todo una guerra desatada por una codicia insaciable de materias primas y dinero que alimenta una economía armada, que requiere inestabilidad y corrupció», acusó finalmente el Papa argentino. «¡Qué escándalo y qué hipocresía: se viola y se mata a la gente mientras siguen floreciendo los casos que provocan violencia y muerte!», agregó.
Apuntando a «todas las personas» y «todas las entidades internas y externas que mueven los hilos de la guerra en la RDC», el Papa les pidió escuchar «el grito» de la sangre de las víctimas inocentes.
«Desarma tu corazón»
A las víctimas de estas atrocidades, el Papa propuso ceñirse a «dos ‘no’ y dos ‘sí'». En primer lugar, les pidió que renuncien siempre a la violencia, «más aún para los que son cristianos», advirtió. Esto requiere «desarmar el corazón», insistió, sin «dejar de indignarse con el mal» y aceptando la «impunidad».
Se trata entonces de decir «no a la resignación». «Renuevo la invitación para que quienes viven en la RDC no se rindan, sino que se comprometan a construir un futuro mejor», suplicó, instando a todos a no hundirse en el fatalismo.
Así, para el pontífice, es posible que dos etnias enemigas algún día puedan ponerse de acuerdo. «Un nuevo futuro vendrá si el otro, ya sea tutsi o hutu, ya no es un adversario o un enemigo, sino un hermano y una hermana», indicó. Y citó el ejemplo de estas dos etnias cuyo enfrentamiento provocó cientos de miles de muertes – en Ruanda, el genocidio de los tutsis en 1994 causó casi un millón de víctimas.
Finalmente, el Papa ofreció dos síes por la paz. Primero, el «sí a la reconciliación». Elogió así «el coraje» de las víctimas presentes para «responder al mal con el bien, al odio con el amor, a la división con la reconciliación». «Queridos amigos, sólo el perdón abre las puertas al mañana», subrayó el Papa, antes de proponer «el último y decisivo ‘sí’: el sí a la esperanza».
En su discurso, el Papa, de 86 años, aprovechó para rendir homenaje a la memoria del embajador Luca Attanasio, asesinado junto con su chofer y un gendarme en una emboscada contra el convoy de dos vehículos del Programa Mundial de Alimentos en la provincia de Kivu del Norte. «Fueron sembradores de esperanza y su sacrificio no será en vano», prometió.
I.Media en exclusiva para Aleteia Vaticano
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