Invitamos a los matrimonios y a personas interesadas en una familia feliz, a leer y asimilar pasajes de la Exhortación pontifical 'Amoris laetitia' del Papa Francisco.
El amor en la espera propia del embarazo
168. El embarazo es una época difícil, pero también es un
tiempo maravilloso. La madre acompaña a Dios para que se produzca el milagro de
una nueva vida. La maternidad surge de una «particular potencialidad del
organismo femenino, que con peculiaridad creadora sirve a la concepción y a la
generación del ser humano»[183]. Cada mujer participa del «misterio de la
creación, que se renueva en la generación humana»[184]. Es como dice el Salmo: «Tú me has tejido en
el seno materno» (139,13). Cada niño que se forma dentro de su madre es un
proyecto eterno del Padre Dios y de su amor eterno: «Antes de formarte en el
vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré» (Jr 1,5).
Cada niño está en el corazón de Dios desde siempre, y en el momento en que es
concebido se cumple el sueño eterno del Creador. Pensemos cuánto vale ese
embrión desde el instante en que es concebido. Hay que mirarlo con esos ojos de
amor del Padre, que mira más allá de toda apariencia.
169. La mujer embarazada puede participar de ese proyecto de
Dios soñando a su hijo: «Toda mamá y todo papá soñó a su hijo durante nueve
meses [...] No es posible una familia sin soñar. Cuando en una familia se
pierde la capacidad de soñar los chicos no crecen, el amor no crece, la vida se
debilita y se apaga»[185]. Dentro de ese sueño, para un matrimonio
cristiano, aparece necesariamente el bautismo. Los padres lo preparan con su
oración, entregando su hijo a Jesús ya antes de su nacimiento.
170. Con los avances de las ciencias hoy se puede saber de
antemano qué color de cabellos tendrá el niño y qué enfermedades podrá sufrir
en el futuro, porque todas las características somáticas de esa persona están
inscritas en su código genético ya en el estado embrionario. Pero sólo el Padre
que lo creó lo conoce en plenitud. Sólo él conoce lo más valioso, lo más
importante, porque él sabe quién es ese niño, cuál es su identidad más honda.
La madre que lo lleva en su seno necesita pedir luz a Dios para poder conocer
en profundidad a su propio hijo y para esperarlo tal cual es. Algunos padres
sienten que su niño no llega en el mejor momento. Les hace falta pedirle al
Señor que los sane y los fortalezca para aceptar plenamente a ese hijo, para
que puedan esperarlo de corazón. Es importante que ese niño se sienta esperado.
Él no es un complemento o una solución para una inquietud personal. Es un ser
humano, con un valor inmenso, y no puede ser usado para el propio beneficio.
Entonces, no es importante si esa nueva vida te servirá o no, si tiene
características que te agradan o no, si responde o no a tus proyectos y a tus
sueños. Porque «los hijos son un don. Cada uno es único e irrepetible [...] Se
ama a un hijo porque es hijo, no porque es hermoso o porque es de una o de otra
manera; no, porque es hijo. No porque piensa como yo o encarna mis deseos. Un
hijo es un hijo»[186]. El amor de los padres es instrumento del
amor del Padre Dios que espera con ternura el nacimiento de todo niño, lo
acepta sin condiciones y lo acoge gratuitamente.
171. A cada mujer embarazada quiero pedirle con afecto:
Cuida tu alegría, que nada te quite el gozo interior de la maternidad. Ese niño
merece tu alegría. No permitas que los miedos, las preocupaciones, los
comentarios ajenos o los problemas apaguen esa felicidad de ser instrumento de
Dios para traer una nueva vida al mundo. Ocúpate de lo que haya que hacer o
preparar, pero sin obsesionarte, y alaba como María: «Proclama mi alma la
grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha
mirado la humillación de su sierva» (Lc 1,46-48). Vive ese sereno entusiasmo
en medio de tus molestias, y ruega al Señor que cuide tu alegría para que
puedas transmitirla a tu niño.
De la Exhortación ‘Sobre el Amor en la Familia’ (Capítulo V: El Amor se vuelve fecundo)
Oración
Bendición de Madres embarazadas
DIOS DE INFINITA BONDAD, CUIDA A LAS MUJERES EMBARAZA DAS MIENTRAS ESPERAN EL NACIMIENTO DE SU BEBÉ. Dales confianza y fortaleza para disipar sus ansiedades y sus miedos. Bendícelas con la valentía y la fe de María, para que siempre escuchen tu voluntad y confíen en tu amoroso cuidado. Mientras se preparan para traer al mundo una nueva vida, bendícelas con buena salud y una inmensa alegría. Te lo pedimos a ti y a tu Hijo Jesucristo, como signo de misericordia y júbilo, por intercesión de Nuestra Señora de Lourdes, en el nombre de tu Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo, desde ahora y para siempre. AMÉN.
Chausa.org
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