Tres jóvenes españoles nos atienden a pocos días de convertirse en sacerdotes para explicarnos el por qué, el para qué y el cómo de esa decisión que un día tomaron. Vea también el Segundo Testimonio y el Tercer Testimonio
Primer Testimonio
Yon Cuadrado: «Sentí esa mano que coge y saca a alguien de un pozo muy profundo»
Yon Cuadrado tiene 32 años recién cumplidos y aunque nació en Villabona se considera de Azpeitia (Guipuzcoa), pues allí vive desde que tenía apenas tres años y de allí es toda su gente. Es allí donde nos atiende, en la parroquia de San Sebastián de Soreasu, lugar cargado de historia y de santidad, donde el eco de San Ignacio resuena en cada esquina.
Lo curioso de Yon es que en su familia nadie frecuentaba la Iglesia ni tenía ninguna práctica religiosa arraigada. Para encontrar su primer recuerdo relacionado con Dios nos remontamos a cuando Yon tenía tres o cuatro años. Su abuela materna estaba enferma e impedida en casa así que su familia cuidaba de ella algún fin de semana.
Recuerda Yon, llevarle el desayuno a la habitación los domingos por la mañana y alguna vez la abuela le pidió que se quedara con ella para ver la misa en la televisión. “Mi abuela no iba a misa los domingos, ni era especialmente piadosa, pero en su enfermedad sí que creo que volvió de algún modo a la fe…”
Yon es un chico tranquilo, tímido pero acogedor, suave en el tono y en las formas, que se pasea por Azpeitia vestido de cura pero sabiendo que para todos allí es el hijo de Loli. Creció como un chico cualquiera junto a sus padres y su hermano, dos años menor.
Estoy impaciente por saber cómo un chico de Azpeitia sin ninguna referencia religiosa llega a convertirse en sacerdote.
Te pongo en antecedentes porque hay que saber lo anterior para entender el final. Cuando tocó pensar en que estudiar, yo tenía el deseo de ser cocinero, pero mi madre me quitó un poco la idea por aquello de que es muy sacrificado.
Así que estudié informática sin ningún problema en San Sebastián. Al terminar ya tenía claro que yo no quería trabajar en eso, así que volví al ataque con la cocina. Tan decidido estaba que mis padres no se opusieron, pero ya habían pagado la informatica, asi que me fuí a Galdakano a hacer cocina porque era público. Hice primero muy bien, con buenas notas y muy contento, aquello me gustaba mucho.
En segundo ya empecé a trabajar en un restaurante de aquí haciendo las prácticas. Estaba encantado con el trabajo y con los estudios, pero empecé a sentirme un poco raro. Cuando estaba en la escuela o trabajando estaba bien, pero cuando volvía a casa, aun teniendo una familia que me quería y una cuadrilla con la que hacía mil planes, me encontraba como vacío, sin ilusión, tristón. Yo mismo me decía: ‘¡Jope Yon!, toda la vida queriendo esto y ahora que casi lo tienes…no entiendo por qué no estoy más feliz…’
Pero tu seguías ajeno a la Iglesia y a Dios y a todo lo espiritual, ¿no?
Sí, yo seguía como siempre. Pero a través de una prima de un amigo de la cuadrilla, acabamos los dos, mi amigo y yo, echando una mano en un grupo de ocio y tiempo libre con chavales. Este grupo era de la parroquia, pero podía haber sido de cualquier otro lado…
El caso es que allí conocí a Mikel Aranguren, que era el cura que llevaba eso. Era un cura joven y majo y no se muy bien porqué, pero yo empecé a contarle a él la insatisfacción que yo sentía. Él me dijo que me iba a ayudar a ver qué es lo que pasaba en mi corazón, por qué no estaba más feliz. Empezamos así un camino de profundización, como para separar el grano de la paja, por decirlo de algún modo.
Al poco tiempo a mi madre le diagnostican un cáncer de pulmón, y aunque en un principio le dieron buen pronóstico, según pasó el tiempo, las noticias fueron a peor. Seis meses después, en enero de 2014, enterramos a mi ama. Aquello fue un golpe durísimo para mí. Si tenemos en cuenta que yo no estaba muy bien antes, su muerte me dejó K.O. Hasta el punto de no querer levantarme por la mañana.
Yo le pedía a Dios, si existía, que no me regalara otro día. Lo único que quería era ir donde estaba mi madre. No tenía costumbre de rezar ni nada, pero sabía lo básico, que Dios estaba ahí y que me quería.”
Un día de esos, en los que no tenía ganas ni de estar con mi padre ni con mi hermano, ni de hacer planes con los amigos, ni de cocinar… ni de nada, yo sentí algo fuerte dentro de mí. Lo asemejo a la imagen de una gata que coge a su cachorro del pescuezo o a esa mano que coge y saca a alguien de un pozo muy profundo. Yo sentí que conmigo alguien hacía lo mismo.
Para mí este es el momento clave, y así como sentí que alguien me levantaba, también entendí que se me estaba pidiendo algo más, y esto sí que es el principio de mi vocación. Fue un volver a nacer. Algo dentro de mí hizo un click.
A partir de ahí, mi vida cambió, volví a sentir una ilusión, una esperanza de vida, un deseo de querer hacer el bien. Hablaba con el Señor y le decía: ‘Si esto he sentido, no es por mi. Esto que ahora estoy sintiendo alguien me lo ha dado, porque yo se bien como estaba hace unas horas. Si es tuyo, ya me lo dirás y si es asi yo me comprometo a hacer lo que tú digas”… y fue…y fue..¡y fue!’
A ver si lo he entendido bien: ¿tu sientes que alguien, supuestamente Dios, te saca del pozo, sin que tu hubieras hecho nada, sin tomar nada…y tan fuerte es eso que sientes, que le prometes entregarle tu vida?
Sí, resumidamente, sí. Es muy difícil de explicar y parecen cosas raras, pero yo sé lo que sentí. A veces decimos muy a la ligera que Dios nos ama, pero yo en ese momento me sentí muy amado, había perdido a mi madre, y sin embargo, me sentí muy amado por Dios, no me sentí huérfano, sino sentí que Alguien me decía: ¡Yon, aquí estoy!
¿Y qué hiciste a partir de semejante experiencia?
Empecé a buscar dónde o de qué manera entregar mi vida. Mikel me ayudo mucho y poco a poco fui viendo que ser sacerdote era lo mío. No es algo que yo hubiera elegido, no me atraía nada de nada pero fui viendo que mi entrega era por ahí, por ese camino, llevando una vida coherente, ayudando a las personas… sirviendo. En septiembre de ese año en el que mi madre falleció entré en el seminario.
¿Y la cocina?
La he dejado como dedicación profesional. Durante el primer año de seminario continúe trabajando los fines de semana en el restaurante de Azpeitia, que considero mi casa, pero tuve que dejarlo. Ahora cocino para mi y para los amigos y cuando puedo y en el restaurante necesitan que les ayude con algún plato nuevo, pues lo hago encantado.
¿Cómo reaccionó tu entorno ante semejante sorpresa?
Mi padre y mi hermano no entendían mucho pero me dijeron que si yo lo había decidido, ellos eran mi familia, ¡que adelante!
Yo tenía mucho miedo a la reacción de mis amigos de la cuadrilla, así que a la primera que se lo dije fue a una muy buena amiga pero que es muy crítica con la Iglesia. No sabía cuál sería su reacción y tenía mucho miedo. Cuando se lo dije no me contestó nada, luego me dio un abrazo y después sí que me dijo que estaba allí para lo que necesitara. Esa reacción me dejó muy tranquilo y muy contento, porque me di cuenta de que si ella había reaccionado así, ya se lo podía contar a cualquiera.
Ciertamente las historias de Juan, de Mikel y de Yon son diferentes, pero los tres han sentido la llamada, cada uno a su manera, con sus circunstancias y a través de su propia mirada.
¿Cómo han sido estos seis años de seminario?
Juan: “Son unos años muy especiales, muy intensos. Es una ocasión única que nunca más volverás a tener después, tanto por la dedicación al estudio como por la convivencia. Yo he tenido grandes alegrías y también disgustos, problemas, pero han sido unos años muy enriquecedores.”
Mikel: “Yo destacaría los momentos de dudas, las cruces, que también ha habido. Creo que es necesario pasar por ahí. En los momentos donde la fe flaquea, es donde después se hace más fuerte. Momentos en los que no ves al Señor cerca, momentos de sequedad en la oración… es bueno pasar por eso, para poder amarle sin verle. Esto hace que el amor se fortalezca.”
Yon: “Han sido años de mucho esfuerzo, muy duros. Yo llegue allí muy verde, no sabía nada de doctrina y estaba a años luz en formación respecto de mis compañeros. Y estudiar materias profundas en castellano me costaba mucho, me pasaba el tiempo mirando en el diccionario. A veces pensaba: ¡Yon, deja esto ya…, vámonos!. Pero en esos momentos yo recordaba aquello que había sentido antes y recuperaba la fuerza.”
¿Cómo veis nuestra Iglesia más cercana?
Mikel: “Veo una Iglesia muy herida, en la que hay mucha falta de comunión, también en el clero. Muchas veces no somos precisamente luz… y es una pena. Pero al mismo tiempo veo que el Señor está soplando su espíritu y se están renovando nuevos carismas y movimientos que están cogiendo fuerza como Emaus, Effeta o la Renovación Carismática. Creo que la Iglesia está pasando un momento de prueba, pero que también es necesario para que la fe se fortalezca. Veo la situación de nuestra Iglesia como una oportunidad, porque vivir en una sociedad atea e incluso anticristiana es una gracia, porque puede hacer que nuestra fe sea aún más fuerte.”
Mikel: “Veo una Iglesia muy herida, en la que hay mucha falta de comunión, también en el clero. Muchas veces no somos precisamente luz… y es una pena. Pero al mismo tiempo veo que el Señor está soplando su espíritu y se están renovando nuevos carismas y movimientos que están cogiendo fuerza como Emaus, Effeta o la Renovación Carismática. Creo que la Iglesia está pasando un momento de prueba, pero que también es necesario para que la fe se fortalezca. Veo la situación de nuestra Iglesia como una oportunidad, porque vivir en una sociedad atea e incluso anticristiana es una gracia, porque puede hacer que nuestra fe sea aún más fuerte.”
Vosotros sois jóvenes que han tomado un camino poco común y que demuestra vuestra valentía y compromiso. Escuchandoos y charlando con vosotros yo puedo decir que parecéis felices y plenos. ¿ Qué le diríais a tantos jóvenes que andan buscando su camino a veces en lugares equivocados?
Mikel: “A los jóvenes nos han colado una mentira muy grande, que es hacernos creer que tenemos que vivir centrados en nosotros mismos buscando lo que nos hace felices. La realidad es que vivir centrado en uno mismo es impedimento para llegar a ser feliz. Hay que vivir abierto a relaciones sinceras y de amistad plenas. Tengo la convicción de que esa felicidad que todos buscamos es imposible encontrarla sin Dios. Porque Dios nos ha creado con un corazón infinito, como el suyo, y un corazón infinito no lo puedes saciar con nada que no sea infinito. Esa felicidad que uno busca en muchos sitios, mendigándola muchas veces, solo llega de verdad cuando uno se deja encontrar por Dios. El Señor está deseando encontrarse con nosotros, pero nosotros tenemos que quererlo también. El Señor nos da toda la libertad. Quien pide recibe, quien busca encuentra, y al que llama se le abre.”
De su futuro nada saben pero Mikel resume muy bien su postura respecto a esto: “Sé que dónde vaya habrá un sagrario, así que donde sea… estaré con el Señor.” Y añade: “Pido oraciones, por nosotros y por la unidad…para que haya una comunión sincera”.
Así que el que quiera y sepa, por favor, que les tenga presentes en sus oraciones. Desde ya, cuentan con las mías…
Entrevista realizada por Marta León para Aleteia
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