“Trabajar la voz es una búsqueda de la verdad. Se trata de descubrir quién somos”
Todos lo experimentamos: la radio del coche está encendida, no la estamos escuchando y, sin embargo, por el tono de voz, sabemos que nos estamos perdiendo las noticias.
Por un ritmo determinado, una forma concreta de acentuar las palabras, de separarlas, por la manera de colocar silencios indebidamente, separando, sin respetar la sintaxis, los adjetivos de los sustantivos, los sujetos de su verbo.
Esta voz radiofónica revela una estandarización de la voz que supuestamente la hace más apta para captar la atención. Pero los periodistas no son los únicos que desarrollan estos tics verbales.
Espontáneamente, adaptamos nuestra voz a modos distintos para imponernos o para proyectar una imagen de nosotros más favorecedora. En particular, tendemos a adoptar un tono de voz más grave, pues pensamos que así parecemos más competentes y más poderosos.
Error fatal, pues “las cuerdas vocales no están hechas para eso”, recuerda Michel Hart, autor del libro Découvrir sa voix : Parler et chanter avec plaisir et sans fatigue (“Descubrir su voz: cantar y hablar con placer y sin fatiga”).
La imitación es peligrosa: “Recurrir a comportamientos de esfuerzo vocal se encuentra en el origen de numerosas patologías vocales”, constata Michel Hart. Más aún cuando se imitan voces que son patológicas en sí mismas. Pero entonces, ¿qué hacer para que los demás nos escuchen?
No hay voces bellas, hay voces sanas
En todos estos casos, una voz falseada señala que el locutor se identifica con un papel y no confía en sí mismo. La voz se convierte en una máscara, antiguo significado de la palabra persona en latín, que designa la máscara que llevaban los actores en la tragedia griega para proyectar la voz en los anfiteatros.
Pero persona también adquirió el significado de “persona” que conocemos en español… Nuestra voz es lo más “personal” e íntimo que poseemos. “El ser humano es el único ser dotado de una voz verdadera. No se limita a repetir. La voz no es un objeto. La voz es vida”, recuerda Jean Abitbol, uno de los especialistas mundiales en cuerdas vocales.
No es de extrañar si se sabe que en hebreo, entre otras lenguas, la misma palabra designa la respiración y la vida. La voz, vehiculada por la respiración, está viva por excelencia, es vibrante, expresiva y efímera.
“Trabajar la voz es una búsqueda de la verdad. Se trata de descubrir quién somos”, expone Florine, profesora de canto. Ante alumnos a los que les gustaría cantar “como” tal cantante de moda o ante una voz que copia inconscientemente algunas formas de cantar, da el mismo consejo: “No pretendas tener una voz bella. Pregúntate si sale con facilidad, si has utilizado bien todo tu cuerpo. Entonces será bella”.
En otras palabras, no hay voces bellas, hay voces sanas. Es decir, con un buen timbre, que suben y bajan con facilidad y no dejan pasar demasiado aire.
Así pues, la voz sería como nuestras huellas dactilares: única e inimitable. No es una herramienta que tenemos, sino lo que somos. Sería como pretender cambiar de cara. Pero, al contrario que sucede con la cara (solo podemos maquillar sus defectos), es posible esculpir la voz.
Logopedas y foniatras enseñan a utilizarla de nuevo cuando su alcance o su claridad han disminuido debido a bloqueos psicológicos o a malos hábitos. O también para ayudar a hacerse oír, es decir, para existir socialmente.
No eleves la voz, baja el volumen…
Trabajar la voz es una necesidad particularmente apremiante en la actualidad. En unos cincuenta años, parece que la elocución de adultos y niños se ha degradado.
La razón, entre otras, se encuentra en la utilización de micrófonos, que a menudo disminuyen el poder de persuasión y de emoción de la voz. Y nos dan la sensación de que nos hacemos oír sin esfuerzos. Por la técnica y los micrófonos, no necesitamos realizar el mismo esfuerzo corporal para hacernos oír.
Los micrófonos están por todas partes: en la iglesia, en conferencias, reuniones, conciertos… Solo los cantantes líricos prescinden de ellos. Saben hacer oír su voz con precisión por encima de la orquesta. En efecto, cuando escuchamos a un cantante lírico, ¡se nos pone la piel de gallina!
La presencia de la voz desnuda proporciona una sensación física que no da la voz modificada por un micrófono. Simplemente porque el cantante sabe utilizar bien su cuerpo y porque, por un fenómeno de empatía, esto lleva a un bienestar en el cuerpo que escucha.
Al pasar de la voz declamatoria de los oradores de antaño a aquella, más íntima, de los oradores actuales, ampliada por un micrófono, no hemos facilitado el ejercicio de la voz.
Y hemos olvidado que su control era un arte por adquirir. Incluso en el marco de la comunicación privada, trabajar la voz puede revelarse como algo preciado.
Laure es una madre de familia y esposa que recurre a un coach vocal: “Mi marido me decía sin cesar que tenía un tono imposible cuando le hablaba. Y cuando le reprochaba algo, no podía oírlo”. Entonces trabajó con un coach vocal durante cinco sesiones: “Canté mucho. Aprendí a gestionar la respiración. Pero, sobre todo, aprendí a oír mi voz”. Desde entonces, consigue comunicarse mejor con su cónyuge.
Los profesores, por su parte, son particularmente conscientes del poder que otorga la voz. Y saben que hay una manera de utilizarla que permite, simplemente, hacerse oír.
Todos saben que, para captar la atención de una clase dispersa, es inútil elevar la voz. Bajar el volumen permite, por el contrario, centrar la atención en uno mismo, obliga a la audiencia a aguzar el oído. Sin embargo, la dicción debe mantener el ritmo y no ser nunca apocada.
Sobre todo, lo que hace que la voz se vuelva brillante es su capacidad de proyección, su capacidad para destinarse a una audiencia. Para ser un puente que se tiende entre uno mismo y el otro.
¿Cabe concluir que las personas tímidas no pueden tener una voz bella? ¡Por supuesto que no! Al liberar la respiración, al ganar soltura en el control de su instrumento vocal, cualquiera de nosotros puede afirmar su personalidad.
Se trata de una ventaja indispensable para cualquier momento de la vida, tanto en una entrevista de trabajo como para pedir matrimonio a tu pareja…
Edifa
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