Hoy es mi cumpleaños. Es un día especial en el que mi familia me celebra con alegría. Me gusta detenerme un rato para reflexionar en mi vida, lo que hice con ella y lo que haré con lo que me resta por vivir. Reconozco que Dios ha sido generoso conmigo. Es un padre extraordinario, siempre pendiente de nuestras necesidades.
Hace algunos años, me preparaba abandonando mis actividades empresariales y mi trabajo, ofreciéndole mi vida y mi futuro. En adelante viviría para Dios.
Casado, con esposa, hijos y obligaciones… No sabía bien qué hacer o cómo hacerlo. «¿Qué deseas de mí, Señor?», le preguntaba.
Fue en esos días cuando escuché aquella voz venida del sagrario que me pedía: “Escribe Claudio, deben saber que los amo”. Perplejo por este acontecimiento volví a preguntarle a Jesús: “¿Qué quieres de mí?” Y nuevamente aquella voz muy honda en el alma me respondía: “Escribe Claudio. Deben saber que los amo”.
Salí de aquella capilla con un pie en el cielo y otro en la tierra. Dios había impactado mi vida y sentía que caminaba fuera de este mundo. No lo sabía pero iniciaba la gran aventura de mi vida.
Empecé a escribir y publicar libros con mis vivencias y miles de testimonios extraordinarios de lectores que me escribían diciendo: “Publique mi historia, puede ser edificante para los lectores”. Los libros empezaron a ser leídos.
En estos días pienso mucho en el camino recorrido y si ha valido la pena. Es curioso, cada vez que lo pienso alguien me escribe y me anima a continuar.
Justo anoche me escribió una mamá contándome que en su familia son católicos, tienen 4 hijas y una de ellas es muy inquieta. Esa semana les habían obsequiado algunos de mis libros y los tenía en una repisa de la casa. La hija sintió curiosidad, «como no tenía nada que hacer, los tomé y empecé a leerlos», me dijo.
El e-mail de la mamá decía: “Sus libros han sido el instrumento que el Señor ha utilizado para llamar su atención”.
Como en todos los casos en que un lector me escribe para comentarme de alguno de mis libros, le pedí que agradeciera a quien en realidad debe hacerlo, al buen Jesús en el sagrario.
«Yo solo escribo, Él toca los corazones», le respondí.
Esta mañana tuvimos la maravillosa oportunidad de conversar por teléfono. La hija me contó que leyó mi libro: “el Gran Secreto”, en el que narro mis experiencias al momento de pedirle algo a Dios, un Padre atento a nuestras necesidades.
La joven me contó sorprendida que después de leer el libro rezó pidiendole a Dios que la ayudara. Quería sentir su presencia y conocer su voluntad. Sintió deseos de leer más libros de espiritualidad. Habló con su mamá y le pidió un libro de Don Bosco, difícil de conseguir en estos días.
Por la mañana un amigo visita a la joven. Ella le dice: “Tengo un regalo para ti”. Y le obsequia mi libro: “El Gran Secreto”, que había terminado de leer.
El joven agradecido responde: “A cambio te daré otro libro”. Y le entrega un libro que le había nacido del alma obsequiarle. Cuando ella vio el título casi cae de espaldas. ¡Era justo el libro de Don Bosco que la noche anterior le había pedido a su mamá!
Es increíble como Dios consiente a sus hijos, hasta en los más pequeños detalles.
Hoy quisiera gritar con júbilo, para que el mundo escuche:
“Qué bueno eres Señor, Dios nuestro”.
Y me digo en mi interior, con devota oración:
“Bendice al Señor, alma mía, alabe todo mi ser su santo Nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios.” (Salmo 103)
Claudio de Castro, Aleteia
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