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viernes, 10 de julio de 2020

Evangelio

Mateo 10:16-23Jesús instruyó a los Doce
La Vida de Cristo, Muralla en fresco de Gaudenzio Ferrari (1471-1546), Terminada en 1513, Pintura al fresco en la pared © Santa Maria delle Grazie, Varallo, Italia
Jesús instruyó a los Doce de la siguiente manera: "Recordad que os envío como ovejas entre lobos; sed astutos como serpientes y, sin embargo, inofensivos como palomas.
"Cuidaos de los hombres: os entregarán a los sanedrines y os azotarán en sus sinagogas. Seréis arrastrados ante los gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y los paganos. Pero cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo hablar o qué decir; lo que debéis decir se os dará cuando llegue el momento; porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará en vosotros. El hermano entregará al hermano a la muerte y el padre al hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán. Seréis odiados por todos los hombres a causa de mi nombre; pero el hombre que se mantenga firme hasta el final se salvará. Si os persiguen en un pueblo, refugiaos en el siguiente; y si os persiguen en ese, refugiaos en otro. Os digo solemnemente que no habréis recorrido las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del Hombre'.

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Comentario
“Aquel que persevere hasta el fin se salvará” (Mt 10,22)
La perseverancia es la virtud que consuma y corona las otras virtudes. (…) La fidelidad cotidiana es el medio que nos es dado para que podamos contar con ese don infinitamente precioso, don por excelencia. El objeto de la virtud de la perseverancia es que llevemos bien y a término la gran obra de nuestra vida y cada obra que comenzamos por Dios.
Santo Tomás une esta virtud a la virtud de fuerza. Con mucha razón. ¿Qué es la fuerza? Es una disposición de firmeza que inclina el alma a no abandonar el bien y soportar valientemente todos los males, mismo los peores y continuos. La fuerza hace endurar el martirio. (…)
En la espera que brillen los esplendores de la luz eterna a nuestra mirada purificada, digamos frecuentemente esta oración de la Iglesia (…): “O Dios que en su amor restaura la belleza de la inocencia, atraiga los corazones de sus servidores. Que el ardor del amor que hace nacer en ellos su Espíritu, los vuelva estables en la fe y fieles para practicar su Ley”.

(Beato Columba Marmion (1858-1923) abad  Los “instrumentos de las buenas obras” (Le Christ Idéal du Moine, DDB, 1936), trad. sc©evangelizo.org
)

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