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viernes, 30 de octubre de 2020

Evangelio del día

 

ChristianArt 
 
Lucas 14, 1-6 Si tu buey cae en un pozo...
 
 
El Buey de Newbus, grabado a mano en color de William Ward (1766-1826), después de Thomas Weaver,
mezzotinta impresa en color sobre papel tejido, segundo estado de dos, con márgenes estrechos, publicado
por G.Byers & Co., Darlington, Publicado en 1812 © Christie's Londres, 12 de marzo de 2008, lote 39, vendido £4.000

Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Había allí, frente a él, un enfermo de hidropesía, y Jesús, dirigiéndose a los escribas y fariseos, les preguntó: “¿Está permitido curar en sábado o no?” Ellos se quedaron callados. Entonces Jesús tocó con la mano al enfermo, lo curó y le dijo que se fuera. Y dirigiéndose a ellos les preguntó: “Si a alguno de ustedes se le cae en un pozo su burro o su buey, ¿no lo saca enseguida, aunque sea sábado?” Y ellos no supieron qué contestarle.

Comentario

Bulle

Beato Guerrico de Igny (c. 1080-1157)
abad cisterciense
Sermón


Jesús sentado la mesa con los fariseos

    El Creador del mundo, eterno e invisible, dispuesto a salvar a todo el género humano que, desde el inicio de los tiempos, se arrastraba y estaba sometido a las duras leyes de la muerte, «en estos tiempos que son los últimos» (Heb 1,2) se ha dignado hacerse hombre..., y, en su clemencia, rescatar a aquellos que su misma justicia había condenado. Para demostrar cual es la profundidad de su amor hacia nosotros, no sólo se hizo hombre, sino hombre pobre y humilde, y «siendo rico, por vosotros se hizo pobre, para que vosotros, con su pobreza, os hagáis ricos» (2Co 8,9). De tal manera se hizo pobre por nosotros que ni tan sólo tuvo dónde reclinar su cabeza: «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza» (Mt 8,20).
    Es por eso que él aceptaba ir a las comidas a las que se le invitaba, no por el gusto inmoderado de las comidas, sino para mostrar que había llegado la salvación y suscitar en ellos la fe. En ellas y a través de sus milagros, llenaba de luz a los invitados. En ellas, incluso los sirvientes que, ocupados, estaban en el interior, escuchaban su palabra de salvación. En efecto, nunca menospreció a nadie, nadie era indigno de su amor  puesto que «te compadeces de todos, Señor, y no odias nada de lo que has hecho» (Sb 11,24).
    Para llevar a cado su obra de salvación, el Señor entró, pues, un sábado en casa de un fariseo notable. Los escribas y fariseos le observaban para poderle recriminar pues si curaba a un hidrópico, le podían acusar de violar la Ley y, si no le curaba, podían acusarle de falta de compasión y de debilidad...  A través de la luz de su purísima palabra de verdad, vieron pronto desvanecerse todas las tinieblas de su mentira. (EDD)





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