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| Lucas 10:25-37 | | El buen samaritano |
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| | El buen samaritano (Le bon samaritain), Pintura de Maximilien Luce (1858-1941), Pintado en 1896, Óleo sobre lienzo © Christie's New York, 2 de noviembre de 2011, lote 310, vendido $134.000 | Hubo un experto de la ley que, para desconcertar a Jesús, se levantó y le dijo: "Maestro, ¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna? Le dijo: "¿Qué está escrito en la Ley? Él respondió: "Debes amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con toda tu mente y a tu prójimo como a ti mismo". "Has respondido bien", dijo Jesús, "haz esto y la vida será tuya". Pero el hombre estaba ansioso por justificarse y le dijo a Jesús: "¿Y quién es mi prójimo? Jesús respondió: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos; le quitaron todo lo que tenía, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. Resulta que un sacerdote iba por el mismo camino, pero cuando vio al hombre, pasó por el otro lado. De la misma manera, un levita que llegó al lugar lo vio y pasó por el otro lado. Pero un viajero samaritano que se le acercó se sintió conmovido por la compasión cuando lo vio. Subió y vendó sus heridas, vertiendo aceite y vino sobre ellas. Luego lo subió a su propio monte, lo llevó a la posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los entregó al posadero. "Cuídalo", dijo, "y a mi regreso te compensaré cualquier gasto extra que tengas". ¿Cuál de estos tres, crees, demostró ser vecino del hombre que cayó en manos de los bandidos?' 'El que se apiadó de él', respondió. Jesús le dijo: "Ve y haz tú lo mismo". |
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Comentario
“Lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo” (Lc 10,34)
“¿Y quién es mi prójimo?” (Lc 10,29). Para responder, el Verbo, la Palabra de Dios, expone como una narración toda la historia de la misericordia. Cuenta acerca del descenso del hombre, la emboscada de los briganes, el despojo de las vestiduras imperecederas, las heridas del pecado, el avance de la muerte sobre la mitad de la naturaleza (el alma permanece inmortal). Hace referencia al vano paso de la Ley, ya que ni el sacerdote ni el levita curaron las heridas del hombre víctima de briganes. “Porque es imposible que la sangre de toros y chivos quite los pecados” (Heb 10,4) y sólo podía hacerlo el que ha revestido toda la naturaleza humana. Será la primicia de la pasta de todas las razas: judíos, samaritanos, griegos y toda la humanidad. El Verbo con su cuerpo, su montura, se encontró en el lugar de la miseria del hombre. Curó sus heridas, lo hizo reposar en su propia montura y le dio como abrigo su misericordia, para que encuentren el reposo los que penan abrumados bajo el fardo (Mt 11,28). (…) |
“Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes” (Jn 15,4). El que encuentra su abrigo en la misericordia de Cristo recibe de él dos monedas de plata: una es amar a Dios de toda su alma y la otra amar a su prójimo como a sí mismo, según la respuesta del doctor de la Ley (cf.Mc 12,30 ss.). Pero porque “a los ojos de Dios, no son justos los que oyen la Ley sino los que la practican” (Rom 2,13), no se trata sólo de recibir las dos monedas de plata (…). Para cumplir los dos mandamientos, es necesario también aportar su contribución personal con obras. Por eso, el Señor dijo al hospedero que todo lo que diese para el cuidado del herido se lo rendirá, según la medida de su celo, en su segunda venida. (EDD) |
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