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lunes, 12 de octubre de 2020

Evangelio del día

 

ChristianArt 
 
Lucas 11, 29-32 La única señal que se dará es la señal de Jonás
 
 
Jonás siendo devorado por la ballena, Ilustración de la Biblia de San Juan XXII, Francia, siglo XIV,
manuscrito latino del Palacio de los Papas de Aviñón, folio III recto © Musée Atger, Montpellier, Francia

En aquel tiempo, la multitud se apiñaba alrededor de Jesús y éste comenzó a decirles: “La gente de este tiempo es una gente perversa. Pide una señal, pero no se le dará más señal que la de Jonás. Pues así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para la gente de este tiempo. Cuando sean juzgados los hombres de este tiempo, la reina del sur se levantará el día del juicio para condenarlos, porque ella vino desde los últimos rincones de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada la gente de este tiempo, los hombres de Nínive se levantarán el día del juicio para condenarla, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás’’.

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Bulle

San Claudio de la Colombière (1641-1682)
jesuita
Reflexiones cristianas (Écrits spirituels, Christus n° 9, DDB, 1982), trad. sc©evangelizo.org


¿Razones para creer?

A los malos cristianos les falta fe y no lo niegan, sino que pretenden excusarse acerca de su insuficiencia para creer. Por eso es frecuente este discurso en su boca: “Si yo hubiera visto un milagro, sería un santo”. “¡Esta generación malvada y adúltera reclama un signo!” (Mt 12,39), los impíos buscan milagros.
Lo más extraño es que aunque hayan visto varios milagros, que se hacen ante sus ojos cada día, que estén rodeados de ellos, no cesan de buscar más. Como los escribas y fariseos, quisieran ver milagros en el cielo, luego de haberlos visto en la tierra. Pero ni los muertos que resucitó el Salvador durante su vida, ni el eclipse del sol a su muerte, los hicieron fieles. Su envidia se volvió más fuerte, su odio más envenenado, llegando hasta la furia. Mas su infidelidad no se curó. Así será para los que viven mal, esperando milagros para creer: “Mismo si alguien resucita de entre los muertos, no serán convencidos” (cf. Lc 16,31). (…)
Todas las dificultades que detienen a los incrédulos, las contradicciones que encuentran en los dogmas de fe, lo que hayan como contrariedades, todo lo que les parece nuevo, sorprendente, contrario al sentido común o a la razón, inconcebible, imposible, todos sus argumentos y pretendidas demostraciones, todo eso está lejos de quebrarme. Me afirma más, me vuelve inquebrantable en mi religión. (…) Las nuevas dudas son para mí nuevas razones para creer. (EDD)





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