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domingo, 25 de octubre de 2020

Las decisiones que ayudan día a día a superar la depresión

 HOPE


Ciertas actividades permiten segregar endorfinas, serotonina, dopamina que permitirán relajarse y recuperar el placer y la ilusión vital.

Estar triste no es estar deprimido. La depresión puede implicar tristeza, pero la tristeza en sí es una emoción más, necesaria en su justa medida para poder expresarnos, comprendernos y crecer.

En la depresión lo que ocurre es, digamos, una tristeza crónica y resistente.

Podríamos esbozar tres principales orígenes:

  • Depresión endógena: de origen biológico/orgánico
  • Depresión exógena: por causas originarias externas a la persona.
  • Depresión mixta (una mezcla de ambas)La más habitual es de carácter reactivo a circunstancias o hechos personales.

No toda depresión precisa de ayuda profesional. Esto depende del crecimiento personal de cada uno, de las herramientas y recursos que tenga.

Pero es habitual que la gravedad de la depresión supere la capacidad de la persona para recuperarse y gestionar esa tristeza, ese trastorno de la voluntad, esa apatía y desesperanza. Es en esos casos en los que se precisa ayuda psicológica y/o farmacológica. Pero eso no es todo. Detrás de cada pastilla, detrás de cada consulta, empieza la rutina de la persona. Las decisiones que construyen el día a día.

Al comienzo de este proceso para afrontar la depresión, el margen de libertad suele estar bajo por el sufrimiento presente, por la percepción de uno mismo, por la escasez de fuerzas, por la visión parcial de la realidad. Ese margen de libertad, por pequeño que sea, debe ser esgrimido por la persona como un arma pequeña, pero imprescindible y poderosa. Le urge empezar a trabajar y cuidar su higiene vital.

Entendemos como higiene vital un conjunto de acciones y hábitos que tienen como resultado un cuidado y seguimiento de las necesidades de la persona, desde las más básicas (dormir, comer) hasta las más elevadas (inteligencia emocional, espiritualidad, trascendencia, vida de fe).

Las necesidades básicas son un pilar fundamental que es fácil descuidar.

  • Dormir 7-8 horas. Analizar la calidad del sueño.
  • Tener un horario mínimamente estructurado .
  • Alimentarse bien en cantidad y calidad.

Cuando esto está correctamente cubierto, tarea nada fácil, se analizan los siguientes escalones: ¿Cómo se relaciona esa persona?¿Con quién? ¿Qué apoyos tiene? ¿En quién confía? ¿A quién ama?

Estas preguntas no solo deben ser planteadas en consulta, sino que la persona luego debe trabajar sus relaciones personales, que sin duda se habrán visto afectadas por el cuadro de depresión.

¿Cómo gestiona el placer la persona?¿Tiene fuentes sanas de placer?¿Alguna adicción que esté dificultando su recuperación?

Es necesario tener prácticamente con un ritmo diario actividades que fomenten el placer sano con las que segreguemos nuestras propias endorfinas (placer, relajación), nuestra serotonina (placer, disfrutar), nuestra dopamina (ilusión, motivación, capacidad de emprender acciones, recompensa).

Es recomendable que sea la propia persona la que piense qué actividades son las más rentables en cuanto a esfuerzo/recompensa. Ya habrá tiempo de subir el listón. Es muy frecuente que no se encuentren actividades de forma inmediata; en este caso es muy útil remontarse años atrás, si es necesario a la infancia; y recuperar actividades por muy infantiles que parezcan.

Por último, y no menos importante, toda persona que tenga una vida espiritual tiene una herramienta extra que atraviesa todas las capas de la persona. Una herramienta con la que pedir ayuda, con la que poder darle sentido al sufrimiento, con la que poder ofrecer lo insufrible. Este escalón necesita de los demás, pero a la vez lo trasciende.

Así, hay muchas cosas que la persona que padece una depresión puede hacer al margen de trabajar con psicoterapia y esperar a que el tratamiento haga efecto. La actitud pasiva inicial propia de la depresión debe ser guiada a una actitud adulta y proactiva; y para esto es fundamental el para qué y el por qué. Y es en ese punto donde inevitablemente nos volvemos a encontrar con la trascendencia, por mucho que a veces queramos evitarlo.

Pablo Tudela, Aleteia


Vea también   El desafío de la depresión - San Juan Pablo II


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