Entradas populares

miércoles, 14 de octubre de 2020

Evangelio del día

 

ChristianArt 
 
Lucas 11, 42-46 Ustedes, los fariseos, a quienes les gusta tomar los asientos de honor
 
 
El Premio de la Academia® al Mérito, Concebido por Cedric Gibbons, director de arte de Metro-Goldwyn-Mayer,
 Esculpido por George Stanley, otorgado por primera vez a Emil Jannings, nombrado Mejor Actor por sus interpretaciones
 en "El último comando" y "El camino de toda la carne" en 1929 © Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, Los Angeles

En aquel tiempo, Jesús dijo: “¡Ay de ustedes, fariseos, porque pagan diezmos hasta de la hierbabuena, de la ruda y de todas las verduras, pero se olvidan de la justicia y del amor de Dios! Esto debían practicar sin descuidar aquello. ¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar los lugares de honor en las sinagogas y que les hagan reverencias en las plazas! ¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que no se ven, sobre los cuales pasa la gente sin darse cuenta!” Entonces tomó la palabra un doctor de la ley y le dijo: “Maestro, al hablar así, nos insultas también a nosotros”. Entonces Jesús le respondió: “¡Ay de ustedes también, doctores de la ley, porque abruman a la gente con cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni con la punta del dedo!”

Comentarios


Bulle

Beato Columba Marmion (1858-1923)
abad
El buen celo (Le Christ Idéal du Moine, DDB, 1936), trad. sc©evangelizo.org


El celo amargo de los fariseos

Se encuentran formas de mal celo que toman la apariencia de buen celo. Por ejemplo, el celo de los fariseos, estrictos observantes de la ley exterior. Ese celo “amargo” (…) no tiene su fuente en el amor de Dios y del prójimo, sino en el orgullo. Los que son afectados de orgullo están llenos de una estima descomedida por su propia perfección. No poseen otro ideal que el propio y es despreciado todo lo que no se acuerda con él. Quieren que todo se pliegue a su forma de ver y hacer y por eso las disensiones. Ese celo finaliza en odio.
Miren con cuanta aspereza los fariseos, animados de ese mal celo, persiguen al Señor posándole preguntas insidiosas, tendiéndole trampas y poniéndole escollos. No buscan la verdad sino que quieren encontrar en falta a Cristo. Miren como lo apuran, lo provocan para que condene a la mujer adúltera: “Moisés nos ordena lapidar a esta mujer. ¿Qué dices tú, Maestro?” (Jn 8,5). Miren cómo le reprochan de realizar sanaciones el día del shabbat (Lc 6,7), cómo reprochan a los discípulos de estrujar las espigas el día de reposo (Mt 12,2), cómo se escandalizan cuando ven al divino Maestro comer con pecadores y publicanos (Mt 9,2). Son todas manifestaciones de ese “celo amargo” en que entra muy seguido la hipocresía. (EDD)





No hay comentarios:

Publicar un comentario