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jueves, 22 de octubre de 2020

¿Y si nos vamos de misión?

 CAICARA DEL ORONOCO


La Jornada Mundial de las Misiones (JMM) nos ha hecho recordar que la vocación de la misión afecta a todo el mundo, incluyendo las parejas. Es el fruto de una gracia singular y de un llamado específico de Dios para nuestro tiempo.

Las catequesis de san Juan Pablo II, las enseñanzas tan pertinentes de Benedicto XVI, los sínodos sobre la nueva evangelización, después sobre la familia, las exhortaciones Evangelii gaudium y Amoris laetitia del papa Francisco revelando la concienciación de la Iglesia que llama con insistencia a las parejas a avanzar a primera línea en el anuncio y el testimonio explícito del Evangelio.

La vocación misionera de los esposos es fruto directo del sacramento del matrimonio: Los Padres sinodales no han dejado de señalar que “proviene del vínculo sacramental que los consagra” y que es un “ministerio”. Tanto más cuanto que, asegura el Papa, en muchas situaciones “las parejas y familias cristianas son las mejor emplazadas para anunciar a Jesucristo a otras familias, para apoyarlas, fortalecerlas y animarlas”, para “dar testimonio y transmitir aquello que han recibido”. De ahí su ardor en la exhortación a los esposos para que se comprometan en la evangelización, el testimonio y el acompañamiento hacia Cristo.

“Crea unos vínculos aún más profundos que los de sangre” (San Juan Pablo II)

Este “llamado magnífico”, como dijo el papa Francisco, es una gracia para los esposos que experimentan que evangelizar juntos “crea unos vínculos aún más profundos que los de sangre” (san Juan Pablo II). La misión refuerza a la pareja, la une, la convierte, la simplifica, despliega el amor conyugal.

Al evangelizar juntos, los esposos saborean más, como por un efecto de eco, aquello que anuncian: el poder de la palabra de Cristo, la fuerza del Espíritu Santo y, sencillamente, un amor de Dios incrementado en su vida.

Así que reflexionemos sobre cómo responder a este llamado misionero. Estemos atentos con nuestros hijos, nuestros amigos, nuestros vecinos o colegas, con los más pobres, para aprovechar el momento oportuno para dar testimonio y guiar con naturalidad hacia la experiencia del amor de Cristo que transforma, cura y bendice nuestras vidas.

En nuestros compromisos de Iglesia, intentemos hacerlos más misioneros: ¡está en juego la felicidad y el consuelo de muchos que no han gozado del amor de Dios y Su misericordia! ¡Y no olvidemos que anunciar el Evangelio entre dos es una forma fantástica de impulsar la comunión conyugal!

Alex y Maud Lauriot-Prévost, Edifa - Aleteia

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