Los científicos demostraron en sus obras la armonía entre fe y ciencia
Uno cuestionó la idea de que la Tierra fuera el centro del universo. Otro desarrolló la teoría del Big Bang. Uno presentó la base de la genética moderna. Otro fue uno de los mayores sismólogos de su tiempo. Todos fueron grandes científicos además de devotos católicos. Todos menos uno eran sacerdotes. Uno tenía dos doctorados, en teología y en física. Aquí tenéis a cinco científicos que transformaron sus disciplinas, revolucionaron nuestro entendimiento del mundo y demostraron en sus obras la armonía entre fe y ciencia.
Nicolás Copérnico
Nacido en 1473 en la actual Toruń, Polonia, Nicolás Copérnico apuntaba a una carrera en medicina y derecho cuando descubrió su pasión por la astronomía. Luego sería una de las mayores figuras de la Revolución científica, recordado por desafiar el modelo tradicional geocéntrico del universo que situaba a la Tierra en su centro. En su lugar, Copérnico propuso un modelo heliocéntrico o centrado en el Sol. Sus ideas se presentaron en su libro Sobre las revoluciones (de los orbes celestes), publicado en 1543, año de su muerte.
Copérnico fue un auténtico hombre del Renacimiento. A pesar de su interés en la astronomía, terminó por obtener sendos doctorados en medicina y derecho. Se ganaba la vida como canónigo de la Iglesia, gestionando propiedades y finanzas. También tradujo las obras del historiador bizantino del siglo VII Teofilacto, escribió un tratado sobre el dinero y además practicaba la medicina.
Venía de una familia católica devota, con dos hermanos que se hicieron clérigos, una hermana que entró en la orden cisterciense y su familia pertenecía a la Tercera Orden de Santo Domingo, según la Enciclopedia Católica. Mientras que otros científicos de su era entraban en conflicto con la Iglesia, Copérnico estaba en buenos términos con las autoridades eclesiásticas. Dedicó el prefacio de Sobre las revoluciones al papa Pablo III. Escribió: “Aunque sé que los pensamiento del hombre filósofo están lejos del juicio del vulgo, sobre todo porque su afán es buscar la verdad en todas las cosas, en cuanto esto le ha sido permitido por Dios a la razón humana; sin embargo, considero que debe huirse de las opiniones extrañas que se apartan de lo justo”.
Incluso cuando desafió muchas de las ortodoxias reinantes en su día, Copérnico permaneció respetuoso a la autoridad de la Iglesia. Según señala la Enciclopedia Católica, “lo más significativo del carácter de Copérnico es que, aunque que no rehuía el demoler un sistema científico consagrado por un milenio de aceptación universal, se enfrentó a la reformadores de la religión”.
Su libro estuvo brevemente incluido en el Índice de Libros Prohibidos de la Iglesia en 1616, entre la controversia con Galileo, pero fue suprimido pocos años después tras algunas correcciones menores a solamente 10 frases que describían el heliocentrismo como una hipótesis en vez de un hecho, según explica Catholic Answers. En 2008, se identificaron sus restos y dos años después fueron bendecidos con agua bendita y enterrados de nuevo, según recoge Space.com.
Nacido en 1473 en la actual Toruń, Polonia, Nicolás Copérnico apuntaba a una carrera en medicina y derecho cuando descubrió su pasión por la astronomía. Luego sería una de las mayores figuras de la Revolución científica, recordado por desafiar el modelo tradicional geocéntrico del universo que situaba a la Tierra en su centro. En su lugar, Copérnico propuso un modelo heliocéntrico o centrado en el Sol. Sus ideas se presentaron en su libro Sobre las revoluciones (de los orbes celestes), publicado en 1543, año de su muerte.
Copérnico fue un auténtico hombre del Renacimiento. A pesar de su interés en la astronomía, terminó por obtener sendos doctorados en medicina y derecho. Se ganaba la vida como canónigo de la Iglesia, gestionando propiedades y finanzas. También tradujo las obras del historiador bizantino del siglo VII Teofilacto, escribió un tratado sobre el dinero y además practicaba la medicina.
Venía de una familia católica devota, con dos hermanos que se hicieron clérigos, una hermana que entró en la orden cisterciense y su familia pertenecía a la Tercera Orden de Santo Domingo, según la Enciclopedia Católica. Mientras que otros científicos de su era entraban en conflicto con la Iglesia, Copérnico estaba en buenos términos con las autoridades eclesiásticas. Dedicó el prefacio de Sobre las revoluciones al papa Pablo III. Escribió: “Aunque sé que los pensamiento del hombre filósofo están lejos del juicio del vulgo, sobre todo porque su afán es buscar la verdad en todas las cosas, en cuanto esto le ha sido permitido por Dios a la razón humana; sin embargo, considero que debe huirse de las opiniones extrañas que se apartan de lo justo”.
Incluso cuando desafió muchas de las ortodoxias reinantes en su día, Copérnico permaneció respetuoso a la autoridad de la Iglesia. Según señala la Enciclopedia Católica, “lo más significativo del carácter de Copérnico es que, aunque que no rehuía el demoler un sistema científico consagrado por un milenio de aceptación universal, se enfrentó a la reformadores de la religión”.
Su libro estuvo brevemente incluido en el Índice de Libros Prohibidos de la Iglesia en 1616, entre la controversia con Galileo, pero fue suprimido pocos años después tras algunas correcciones menores a solamente 10 frases que describían el heliocentrismo como una hipótesis en vez de un hecho, según explica Catholic Answers. En 2008, se identificaron sus restos y dos años después fueron bendecidos con agua bendita y enterrados de nuevo, según recoge Space.com.
Gregor Mendel
Gregor Mendel fue un monje austriaco del siglo XIX que es recordado por sus experimentos con guisantes que condujeron al descubrimiento de los patrones de rasgos hereditarios. Al cruzar plantas con diferentes rasgos —como altura o color—, Mendel pudo identificar rasgos dominantes y recesivos y demostrar que los rasgos se transmitían independientemente los unos de los otros, según informa biography.com.
Estas observaciones se llegaron a conocer más tarde como leyes de Mendel y su teoría tocante como mendelismo. Aunque él no descubrió realmente los genes, sí conjeturó sobre la existencia de unidades parecidas a los genes. Su obra se convirtió en el fundamento de todos los consiguientes estudios de genética. (La palabra ‘gen’ no se acuñó hasta 1905, décadas después de la muerte de Mendel).
Mendel nació en 1822 en una humilde familia de granjeros de Austria. Después de estudiar física y matemáticas en la Universidad de Olmütz, entró en la Orden de San Agustín en el monasterio de Santo Tomás en Brno, en la actual República Checa. Fue ordenado sacerdote en 1847. Se convirtió en profesor sustituto, pero después de suspender un examen de certificación, se fue a la Universidad de Viena, donde estudió con el físico Christian Doppler (por quien recibe el nombre el efecto Doppler).
Después de Viena, Mendel regresó a la enseñanza y se convirtió en abad en el instituto donde trabajaba. También durante este periodo empezó sus experimentos con los guisantes en el huerto del monasterio. Además, experimentó con abejas, pero las anotaciones sobre sus resultados se han perdido, según la Enciclopedia Católica. Más tarde presentaría sus hallazgos sobre rasgos hereditarios en una serie de conferencias en la Sociedad de Ciencias Naturales en Brno. Falleció en 1884 y sus teorías cayeron en la oscuridad hasta que revivieron a comienzos del siglo XX.
Gregor Mendel fue un monje austriaco del siglo XIX que es recordado por sus experimentos con guisantes que condujeron al descubrimiento de los patrones de rasgos hereditarios. Al cruzar plantas con diferentes rasgos —como altura o color—, Mendel pudo identificar rasgos dominantes y recesivos y demostrar que los rasgos se transmitían independientemente los unos de los otros, según informa biography.com.
Estas observaciones se llegaron a conocer más tarde como leyes de Mendel y su teoría tocante como mendelismo. Aunque él no descubrió realmente los genes, sí conjeturó sobre la existencia de unidades parecidas a los genes. Su obra se convirtió en el fundamento de todos los consiguientes estudios de genética. (La palabra ‘gen’ no se acuñó hasta 1905, décadas después de la muerte de Mendel).
Mendel nació en 1822 en una humilde familia de granjeros de Austria. Después de estudiar física y matemáticas en la Universidad de Olmütz, entró en la Orden de San Agustín en el monasterio de Santo Tomás en Brno, en la actual República Checa. Fue ordenado sacerdote en 1847. Se convirtió en profesor sustituto, pero después de suspender un examen de certificación, se fue a la Universidad de Viena, donde estudió con el físico Christian Doppler (por quien recibe el nombre el efecto Doppler).
Después de Viena, Mendel regresó a la enseñanza y se convirtió en abad en el instituto donde trabajaba. También durante este periodo empezó sus experimentos con los guisantes en el huerto del monasterio. Además, experimentó con abejas, pero las anotaciones sobre sus resultados se han perdido, según la Enciclopedia Católica. Más tarde presentaría sus hallazgos sobre rasgos hereditarios en una serie de conferencias en la Sociedad de Ciencias Naturales en Brno. Falleció en 1884 y sus teorías cayeron en la oscuridad hasta que revivieron a comienzos del siglo XX.
Padre Giuseppe Mercalli
Giuseppe Mercalli fue un sacerdote italiano y profesor de seminario del siglo XIX que estudiaba los volcanes. Pasó gran parte de su vida observando el Vesubio, cerca de Nápoles, ciudad donde daba clases en la Universidad de Nápoles. Es el inventor de una escala alternativa a la de Richter para medir la intensidad de los terremotos.
A diferencia de la escala de Ricther, que mide la potencia de los terremotos, la escala de Mercalli detalla los efectos sobre la población humana. Una versión modificada de su escala todavía se utiliza en el Servicio Geológico de los Estados Unidos. Por ejemplo, un terremoto registra un 2 en la escala de Mercalli si es “perceptible solo por algunas personas en reposo, particularmente aquellas que se encuentran ubicadas en los pisos superiores de los edificios”. Un 10 en la escala implica que “algunas estructuras de madera bien construidas quedan destruidas. La mayoría de las estructuras de mampostería y el marco destruido con sus bases. Vías ferroviarias dobladas” (fuente: Servicio Geológico de los EE.UU. ).
Nacido en 1850, Giuseppe murió en un incendio en su apartamento en 1914. En el momento de su muerte, era un científico internacionalmente conocido, que mereció una historia de tres páginas en The New York Times. Dada la sospechosa naturaleza del incendio que acabó con su vida, el New York Times barajó la posibilidad de que fuera asesinado (según informa esta fuente).
Giuseppe Mercalli fue un sacerdote italiano y profesor de seminario del siglo XIX que estudiaba los volcanes. Pasó gran parte de su vida observando el Vesubio, cerca de Nápoles, ciudad donde daba clases en la Universidad de Nápoles. Es el inventor de una escala alternativa a la de Richter para medir la intensidad de los terremotos.
A diferencia de la escala de Ricther, que mide la potencia de los terremotos, la escala de Mercalli detalla los efectos sobre la población humana. Una versión modificada de su escala todavía se utiliza en el Servicio Geológico de los Estados Unidos. Por ejemplo, un terremoto registra un 2 en la escala de Mercalli si es “perceptible solo por algunas personas en reposo, particularmente aquellas que se encuentran ubicadas en los pisos superiores de los edificios”. Un 10 en la escala implica que “algunas estructuras de madera bien construidas quedan destruidas. La mayoría de las estructuras de mampostería y el marco destruido con sus bases. Vías ferroviarias dobladas” (fuente: Servicio Geológico de los EE.UU. ).
Nacido en 1850, Giuseppe murió en un incendio en su apartamento en 1914. En el momento de su muerte, era un científico internacionalmente conocido, que mereció una historia de tres páginas en The New York Times. Dada la sospechosa naturaleza del incendio que acabó con su vida, el New York Times barajó la posibilidad de que fuera asesinado (según informa esta fuente).
Padre Georges Lemaitre
Dados los estereotipos contemporáneos sobre la incompatibilidad entre fe y ciencia, a algunos les sorprenderá que el hombre que desarrolló la teoría del Big Bang —la base del modelo científico actual del universo— fuera un sacerdote católico belga de nombre Georges Lemaitre.
Nacido en 1894, Lemaitre estudió ingeniería civil en la Universidad Católica de Lovaina y luego sirvió en la división de artillería del ejército belga durante la Primera Guerra Mundial. Tras la guerra, entró en un seminario y fue ordenado sacerdote en 1923. Continuó sus estudios de física en la Universidad de Cambridge. También estudió en el Instituto Tecnológico de Massachusetts.
Apoyándose en las observaciones del astrónomo Edwin Hubble sobre la expansión del universo y la teoría de la relatividad general de Albert Einstein, Lemaitre planteó la hipótesis de que el universo empezara en un denso punto de partida que nombró “átomo primigenio” o “huevo cósmico”.
La teoría del Big Bang, según se conoció, desafiaba la propia visión de Einstein de un universo estático. El famoso científico dijo a Lemaitre: “Tus cálculos son correctos, pero tu física es abominable”. Cuando la teoría de Lemaitre fue confirmada más tarde por observación, Einstein se retractó y según parece declaró que la teoría de Lemaitre era “la explicación más hermosa y satisfactoria de la creación que he escuchado nunca” (fuentes aquí y aquí).
Lemaitre falleció en 1966. Su teoría del Big Bang, en forma modificada, permanece como el modelo cosmológico básico para describir hoy en día el universo.
Dados los estereotipos contemporáneos sobre la incompatibilidad entre fe y ciencia, a algunos les sorprenderá que el hombre que desarrolló la teoría del Big Bang —la base del modelo científico actual del universo— fuera un sacerdote católico belga de nombre Georges Lemaitre.
Nacido en 1894, Lemaitre estudió ingeniería civil en la Universidad Católica de Lovaina y luego sirvió en la división de artillería del ejército belga durante la Primera Guerra Mundial. Tras la guerra, entró en un seminario y fue ordenado sacerdote en 1923. Continuó sus estudios de física en la Universidad de Cambridge. También estudió en el Instituto Tecnológico de Massachusetts.
Apoyándose en las observaciones del astrónomo Edwin Hubble sobre la expansión del universo y la teoría de la relatividad general de Albert Einstein, Lemaitre planteó la hipótesis de que el universo empezara en un denso punto de partida que nombró “átomo primigenio” o “huevo cósmico”.
La teoría del Big Bang, según se conoció, desafiaba la propia visión de Einstein de un universo estático. El famoso científico dijo a Lemaitre: “Tus cálculos son correctos, pero tu física es abominable”. Cuando la teoría de Lemaitre fue confirmada más tarde por observación, Einstein se retractó y según parece declaró que la teoría de Lemaitre era “la explicación más hermosa y satisfactoria de la creación que he escuchado nunca” (fuentes aquí y aquí).
Lemaitre falleció en 1966. Su teoría del Big Bang, en forma modificada, permanece como el modelo cosmológico básico para describir hoy en día el universo.
Padre Stanley Jaki
Stanley L. Jaki fue un sacerdote benedictino que escribió extensamente sobre la relación entre ciencia y fe. Nacido en Gyor, Hungría, en 1924, se hizo sacerdote en 1948 y recibió su doctorado en teología del Pontificio Ateneo de San Anselmo, en Roma, dos años después.
Jaki empezó a dar clases, pero tuvo que abandonar su trabajo después de que una amigdalectomía le dejara incapaz de hablar. Regresó a la universidad para estudiar física y logró su doctorado en la Universidad de Fordham bajo Victor F. Hess, que descubrió los rayos cósmicos. Jaki volvió a la enseñanza en la Universidad Seton Hall como profesor de física, puesto que conservó hasta su muerte en 2009 con 84 años.
Su obituario en The New York Times lo describe como un “académico infatigable” que produjo más de 40 libros a lo largo de su carrera, incluyendo estudios sobre G.K. Chesterton y el cardenal John Henry Newman.
Entre sus obras más notables están The Relevance of Physics en 1966 y Science and Creation en 1974. En ambas obras, Jaki “arguyó que la iniciativa científica no se hizo viable y autosostenible hasta su encarnación en la Europa cristiana medieval, y que el avance de la ciencia estaba en deuda con el entendimiento cristiano de la creación”, según el periódico The New York Times. En un artículo de 1967 en la revista Journal of Science and Religion, Jaki llevó su argumentación más lejos todavía, declarando que “la fe, o la creencia, forma los cimientos definitivos de la certidumbre para todo conocimiento”.
Stanley L. Jaki fue un sacerdote benedictino que escribió extensamente sobre la relación entre ciencia y fe. Nacido en Gyor, Hungría, en 1924, se hizo sacerdote en 1948 y recibió su doctorado en teología del Pontificio Ateneo de San Anselmo, en Roma, dos años después.
Jaki empezó a dar clases, pero tuvo que abandonar su trabajo después de que una amigdalectomía le dejara incapaz de hablar. Regresó a la universidad para estudiar física y logró su doctorado en la Universidad de Fordham bajo Victor F. Hess, que descubrió los rayos cósmicos. Jaki volvió a la enseñanza en la Universidad Seton Hall como profesor de física, puesto que conservó hasta su muerte en 2009 con 84 años.
Su obituario en The New York Times lo describe como un “académico infatigable” que produjo más de 40 libros a lo largo de su carrera, incluyendo estudios sobre G.K. Chesterton y el cardenal John Henry Newman.
Entre sus obras más notables están The Relevance of Physics en 1966 y Science and Creation en 1974. En ambas obras, Jaki “arguyó que la iniciativa científica no se hizo viable y autosostenible hasta su encarnación en la Europa cristiana medieval, y que el avance de la ciencia estaba en deuda con el entendimiento cristiano de la creación”, según el periódico The New York Times. En un artículo de 1967 en la revista Journal of Science and Religion, Jaki llevó su argumentación más lejos todavía, declarando que “la fe, o la creencia, forma los cimientos definitivos de la certidumbre para todo conocimiento”.
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