Invitamos a los matrimonios y a personas interesadas en una familia feliz, a leer y asimilar pasajes de la Exhortación pontifical 'Amoris laetitia' del Papa Francisco.
172. «Los niños, apenas nacidos, comienzan a recibir como
don, junto a la comida y los cuidados, la confirmación de las cualidades
espirituales del amor. Los actos de amor pasan a través del don del nombre
personal, el lenguaje compartido, las intenciones de las miradas, las
iluminaciones de las sonrisas. Aprenden así que la belleza del vínculo entre
los seres humanos apunta a nuestra alma, busca nuestra libertad, acepta la
diversidad del otro, lo reconoce y lo respeta como interlocutor [...] y esto es
amor, que trae una chispa del amor de Dios»[187]. Todo niño tiene derecho a recibir el amor
de una madre y de un padre, ambos necesarios para su maduración íntegra y
armoniosa. Como dijeron los Obispos de Australia, ambos «contribuyen, cada uno
de una manera distinta, a la crianza de un niño. Respetar la dignidad de un
niño significa afirmar su necesidad y derecho natural a una madre y a un padre»[188]. No se trata sólo del amor del padre y de la
madre por separado, sino también del amor entre ellos, percibido como fuente de
la propia existencia, como nido que acoge y como fundamento de la familia. De
otro modo, el hijo parece reducirse a una posesión caprichosa. Ambos, varón y
mujer, padre y madre, son «cooperadores del amor de Dios Creador y en cierta
manera sus intérpretes»[189]. Muestran a sus hijos el rostro materno y el
rostro paterno del Señor. Además, ellos juntos enseñan el valor de la
reciprocidad, del encuentro entre diferentes, donde cada uno aporta su propia
identidad y sabe también recibir del otro. Si por alguna razón inevitable falta
uno de los dos, es importante buscar algún modo de compensarlo, para favorecer
la adecuada maduración del hijo.
De la Exhortación ‘Sobre el Amor en la Familia’ (Capítulo V: El Amor se
vuelve fecundo)
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