11. El
Rey Sapo.
(La Santa Misa - Nos Transforma)
Una princesa tenía una pelota de oro. Con ella jugaba en el parque del palacio
de su padre. El rey la había prevenido: "¡No pierdas la pelota de
oro!". Sin embargo cuando jugaba y corría sin pensar la pelota de oro
saltó hasta el pozo y se hundió en las aguas profundas del pozo. Apenada la
princesa buscaba la pelota con la mirada. Sus lágrimas caían en el agua. De
repente las aguas del pozo se movían y emergió nadando un gran sapo. El sapo
preguntó a la princesa: "¿Porqué lloras?" Sollozando le contestó:
"Mi pelota de oro se ha caído al pozo." El sapo preguntó:
"¿Quieres que la saque?" La princesa comenzó a suplicar": Por
favor, por favor, por favor, tráeme la pelotita de oro". - "Bien,
dijo el sapo, te lo voy a traer. Pero sólo te la voy a entregar si me prometes
que sentado a la mesa de tu padre pueda comer de tu plato de oro y beber de tu
vaso de oro y luego dormir en tu cama de oro". Rápidamente le dijo la
princesa: "Te lo prometo". Entonces el sapo saltó al agua y se
sumergió en el pozo. Luego se removían nuevamente las aguas y salió el sapo con
la pelota de oro que llevaba adherida unas algas de las profundidades del pozo.
La princesa tomo rápidamente el juguete precioso y dijo apenas:
"Gracias" y corrió al palacio.
Más tarde sonaba la campana que llamaba a la cena real. La mesa estaba puesta.
Había platos y vasos de oro. Entró el rey con su hija, la princesa y tomó
asiento con ella para cenar. Entonces se abrió la puerta hacia el parque y
entró saltando el sapo. Se acercó la mesa dejando en el piso de mármol rastros
de agua porque acababa de salir del pozo. Con un salto atrevido subió a la mesa
y comenzó a comer del plato de oro de la princesa y a beber el vino de su vaso
de oro. La princesa lanzó un grito de disgusto. Ya no pensaba que había prometido
al sapo por traerle la pelota de oro. Ya que no se acordaba, era ingrata. Le
gritó: "¡Sal de aquí, feo animal!" Hasta trató de pegar al sapo. Éste
había saltado de la silla y atravesaba el comedor real. No había remedio. La
princesa tenía que contar a su padre todo lo que había sucedido. El rey dijo
severamente: "Lo que uno promete lo tiene que cumplir." ¿Quién sabe
cómo le puedes ayudar al pobre animal el que ha venido en tu ayuda?"
Era hora de ir a la cama. Cuando la princesa llegó a su dormitorio el sapo ya
estaba en la cama y la miraba con sus grandes ojos redondos. La princesa olvidó
su promesa. Llena de ira agarró al sapo con dos dedos de una pata y lo lanzó
contra la pared. De repente estaba delante de ella un príncipe, vestido
espléndidamente con terciopelo y seda. Abrazó a la princesa y exclamó: "Me
has liberado. Porque pude comer de los platos de oro del rey y beber de su vaso
de oro y dormir en su cama de oro me he transformado. Una bruja mala me había
convertido en sapo en el palacio de mi padre".
Este cuento de hadas es muy antiguo. Nos indica la fuerza de la Santa Misa.
Allí comemos del plato de oro del rey eterno. Nos alimentamos del pan que es
Cristo, el pan que es vida y da vida. El plato de oro (su nombre oficial es
'patena' que significa literalmente plato o recipiente) nos indica cuán
precioso debe ser el alimento si se utiliza un material tan noble para el
plato.
Bebemos en la Santa Misa del vaso de oro del rey que es Cristo. Vaso y cáliz
significan lo mismo. En el relato de la última cena se dice: "este cáliz
glorioso". Por eso también está hecho del material más noble, de oro. Sin
embargo, el cáliz es glorioso ante todo por su contenido glorioso, la sangre de
Cristo que manó de las heridas del crucificado. Quien bebe de este cáliz, bebe
vida eterna. En el momento de la santa comunión descansamos sobre el corazón
del Redentor como el Apóstol San Juan durante la última cena descansó en el
pecho de Jesús. Este es "la cama de oro del rey", este es Jesús que
nos acoge en su corazón. El plato de oro, el vaso de oro, la cama de oro del
rey, todo esto lo anhela el sapo desde el barro hondo del pozo, todo esto es en
una palabra el sacramento maravilloso de la Santa Misa.
El sapo en la profundidad - eso somos los hombres, nosotros los pobres pecadores.
En el bautismo nos hemos convertido en hijos de Dios - hijos de rey de nuestro
Señor Jesucristo - en príncipes en el reino de Dios. Luego vino el mal. En la
hora oscura de la tentación se acercó a nosotros el enemigo que también hh
tentado a Jesús. Hemos fallado y hemos hecho lo que está mal. Por eso se nos
quitó la dignidad de hijos de Dios. Estamos sentados en alguna parte del pozo
profundo y oscuro. Entonces somos llamados a la mesa del rey. El plato de oro
con el pan del rey nos transforma. El sapo vulgar e insignificante se convierte
en hijo de Dios y príncipe del reino de Dios. Pero desde entonces nos toca
hacer el bien, ayudar a los demás, hacer penitencia por el desprecio y el
rechazo de los demás.
Penitencia y eucaristía, los sacramentos del juicio y de la vida logran nuestra
transformación. Así nosotros los "sapos" llegamos nuevamente a ser
hijos de Dios, príncipes del reino de Dios.
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