Soñando un país donde criar a un hijo
Ary Waldir Ramos Díaz, aleteia
El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, y el líder de las FARC, Rodrigo Londoño Echeverri, alias “Timochenko”, firmaron este lunes 26 se septiembre un anhelado acuerdo de paz que pone fin a un conflicto armado que causó en los últimos 52 años al menos 260.000 muertos y casi 7 millones de desplazados.
El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, y el líder de las FARC, Rodrigo Londoño Echeverri, alias “Timochenko”, firmaron este lunes 26 se septiembre un anhelado acuerdo de paz que pone fin a un conflicto armado que causó en los últimos 52 años al menos 260.000 muertos y casi 7 millones de desplazados.
Ahora se espera el plebiscito del 2 de octubre donde el pueblo colombiano dirá la suya: ‘Sí o No’.
No obstante, en esta estrecha respuesta hay un mar de historias de vida. Están las historias de quienes piden perdón y de los colombianos que pueden aceptarlo con nobleza o en el caso contrario, negarlo.
En este video, Esperanza exguerrillera de las FARC desnuda su alma ante las cámaras. Ella fue reclutada por las FARC cuando solo tenía apenas 13 años. La mujer pidió a Antanas Mockus, ex candidato a la presidencia de Colombia, quien perdiera las elecciones contra Juan Manuel Santos, que le ayudara para confesar su culpa y pedir perdón a los colombianos por su pasado.
Un gesto motivador. Esperanza es una madre que se expone al repudio publico por su hijo de un año. Ella abandonó las armas porque su corazón de madre le decía que era hora de construir un país mejor y sin guerra, lejos de la ideología del conflicto.
Antanas Mockus, el exalcalde de Bogotá, es un matemático y pedagogo que por años ha querido enseñar a la ciudadanía a no botar papeles en la calle y respetar los semáforos rojos en una urbe de 8 millones de habitantes. Coherente, ahora presenta una pedagogía del perdón que enseña que detrás de la guerra hay personas y no “verdugos sanguinarios”.
Hombres y mujeres que combatieron entre sí en el monte colombiano y fueron víctimas y victimarios de la violencia. Ellos hoy tienen el “corazón en un puño” en este proceso de reconciliación. Seres de carne y hueso de un bando u otro del conflicto que viven un “plebiscito eterno” con una única cuestión: ¿Mis hermanos colombianos, me perdonarán?
Esperanza no niega su pasado como recluta de las FARC, pero se considera también víctima de la guerra. Una niña en la pubertad con un fusil que fue llevada al monte para luchar una guerra ajena. Un círculo vicioso durante 52 años de “hermanos contra hermanos”.
Esperanza -perdió el significado de su mismo nombre- fue obligada a hacer algo que no entendía y para lo que no nació. De las muñecas tuertas que su madre campesina pasaba entre sus hijas mayores a las menores a empuñar un arma.
“A los 13 años fui reclutada por las FARC, hoy pido perdón. Me das un gran abrazo”, escribió Esperanza en una pancarta. Después salió más atemorizada que en su primer día de joven recluta de las FARC a contar su historia en una calle de Bogotá.
Esperanza se puso un pañal de tela de su hijo en la cabeza -saben, de esos que se usan en el monte cuando hay privaciones- para taparse los ojos y con el cartel en su mano explicó a la gente que quería sentir el abrazo consolador de quienes podían odiarla por ser una ex guerrillera de las aborrecidas FARC.
“¿Se atreverían a abrazar a esta mujer?”, preguntó Antanas Mockus en su Facebook al publicar el vídeo que se ha vuelto viral.
En este contexto humano e incomprensible para quien está fuera, el perdón es el respiro vital del alma. Y quizás para que llegue la paz a Colombia, cada hombre y mujer de esa tierra martirizada deberá abrazar a su ‘supuesto enemigo’ y verlo como lo que es: un padre, una madre, un hijo, o un hermano.
El Evangelio nos enseña que “hay que pedir perdón sinceramente, con el corazón, y de corazón debe ser dado a quien nos ha ofendido”, esto parafraseando al papa Francisco (10.03.2015).
No perdamos esta oportunidad de abrazar al hermano que nos lo pide con sinceridad y quizás el perdón se extienda con brazos cálidos estrechando todo hogar y rincón de Colombia y quizá del mundo.
El presidente Santos ayer lo dijo: “Este es un conflicto menos en el mundo”.
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