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sábado, 3 de septiembre de 2016

Un método sencillo para ayudar a combatir la depresión

Los católicos deben buscar ayuda para las enfermedades psicológicas y no "sólo rezar para que desaparezcan", pero la oración ¡también ayuda!


Un método sencillo para ayudar a combatir la depresión


Simcha Fisher, aleteia
Sé una cosa: Cristo es un caballero, y se presentará sólo donde se le invita. No es exigente y no declinará la invitación, aunque sea breve, torpe, distraída, malhumorada o extraña. Sin embargo, espera a que nosotros le invitemos. Y no hay modo mejor de comenzar la jornada que consagrándosela a Él en el rezo de la mañana.

Valdría la pena recitar una oración de ofrecimiento rápida, aunque sea la única oración de la jornada. He escrito muchas veces sobre mi larguísima lucha contra la depresión, especialmente profunda y oscura desde la adolescencia hasta los veinte años.

También he dicho alguna vez que los católicos deberían buscar ayuda para las enfermedades psicológicas y no “limitarse a rezar para que desaparezcan”. Además ya dije que la terapia (también la secular), puede cambiar la vida, también sirven los fármacos de tipo antidepresivo y para combatir la ansiedad y que un apoyo auténtico puede acercarnos a Dios.

Sin embargo no puedo omitir, con el mismo énfasis, que en los periodos más oscuros de mi vida ha habido un momento en el que la oración ha marcado la diferencia. Comencé diciendo: “Señor, te ofrezco este día”, cada mañana. Sencillamente esto. ¿Y qué ha sucedido?

Recuerdo bien esos días. Mi humor era gris, en vez del acostumbrado “negro”. Si hubiese continuado rezando de esa manera, quién sabe cuántas tinieblas podría haber evitado… Quizás hubiese tenido la valentía de pedir ayuda a alguien, consiguiendo salir antes del pozo de la depresión. 

De cualquier manera, después de un poco dejé de rezar la oración de la mañana (sencillamente porque soy idiota) y enseguida la oscuridad total volvió a caer sobre mí.
Después de eso, aprendí la lección. Ahora vuelvo a rezar aunque pretenda seguir rezando después durante la jornada, o aunque me sienta demasiado vaga o esté muy ocupada para rezar en las horas sucesivas. Hago esta ofrenda de la mañana tanto si me levanto con una moral altísima como si me levanto considerando que sea inútil incluso el respirar.Hago esta ofrenda también cuando no estoy en estado de gracia, para que me ayude a aceptar la gracia que necesito para volver a estar en estado de gracia (no, no es un error, es exactamente lo que quería decir).

A veces rezo para recibir un corazón puro, es mi preferida, como dijo el salmista. Otras veces digo solo: “Señor, te ofrezco este día”. Y otras veces me olvido de hacerlo por la mañana, pero la recupero más tarde durante la jornada.

El inicio del año escolar es el mejor momento para recuperar o comenzar con la costumbre de realizar la ofrenda de la mañana. Puedes hacerla junto a tus hijos o puedes recordarle a ellos que lo hagan (a veces los hijos prefieren hacerlo en privado). Puedes escribirlo en un trozo de papel y ponerlo encima de una puerta, de forma que todos lo vean antes de salir de casa. O bien puedes rezar la oración de la mañana de la Liturgia de las Horas.
El único modo de hacerla mal… es no hacerla.
He pedido a mis amigos de las redes sociales que compartieran las oraciones matutinas que más les gustaran. Aquí os dejo algunas, sin seguir un orden especial. Aunque siempre podéis rezar alguna hecha por vosotros. Estas son las que mejor funcionan:

  1. Oh Dios mío, Te ofrezco este día
    Y todo lo que pensaré, haré o diré.
    Que se haga uno con lo que se ha cumplido
    En la Tierra de Jesucristo, Tu Hijo

  2. Santa María, quiero pertenecerte. Te doy todo mi ser y todas las cosas buenas que hago: en casa, en la escuela, en la iglesia, en el campo de juego. Madre mía, soy completamente tuyo y todo lo que hago te pertenece. Amén.
  3. Santa Zelie rezaba de esta manera con sus hijas (entre las que estaba Santa Teresita):
    Dios mío, te doy mi corazón. Te ruego, acéptalo. Para que ninguna criatura, excepto tú, pueda poseerlo.

  4. “Oh Jesús, por medio del Corazón Inmaculado de María, Te ofrezco mis oraciones, mis obras, alegrías y sufrimientos de este día, en unión con el Santo Sacrificio de la Misa en todo el mundo. Las ofrezco por todas las intenciones de vuestro Sagrado Corazón, por la salvación de las almas, la reparación por el pecado, la unión de todos los cristianos. Las ofrezco por las intenciones de nuestros obispos y de todos los miembros del Apostolado de Oración, en especial por las intenciones del Santo Padre para este mes”.
  5. “Padre Celeste, Te ofrezco este día, todo lo que pienso, lo que hago y lo que digo. Que se haga uno con la obra de nuestro Señor Jesucristo, tu hijo unigénito. Amén”.
  6. “Dirige, oh Señor, todas nuestras acciones con tu santa inspiración y guíalas con tu asistencia llena de gracia, para que toda nuestra oración y nuestras obras puedan iniciar en Ti y terminar en Ti, a través de Cristo, nuestro Señor. Amén”
  7. Recomendación de un sacerdote, si la vida nos aplasta y parece que por más que recemos, peores se ponen las cosas. Un sencillo: “Dios, por favor, ayúdame en este día” por la mañana y“Gracias, Jesús, por la gracia de vivir este día”.
  8. El ofrecimiento de Juan Pablo II a nuestra Señora: “A ti pertenezco enteramente. Todo lo que poseo es tuyo. Te invoco en todo lo que es mío. Dame tu corazón, María”.
  9. La oración de Jacob Astley para la batalla: “Señor, este hoy estará muy ocupado. Quizás te olvide, ¡No te olvides Tú de mí!
  10. Oración a San José:
    “Oh San José, cuya protección es grande y fuerte, e inmediata ante Dios, te confío todos mis deseos. Oh San José, asísteme en tu intercesión potente y obtiene para mí todas las bendiciones espirituales a través de tu Hijo adoptivo, Jesucristo, Nuestro Señor, para que, confiándome a tu poder terrenal, pueda ofrecerte mi agradecimiento y homenaje.
    Oh San José, no me canso de contemplarte a ti y a Jesús durmiente en tus brazos, no oso acercarme a ti mientras Él descansa cerca de tu corazón. Cógelo fuerte en mi nombre y besa su tierna cabecita por mí y pídele que se acuerde de este beso cuando exhale mi último respiro. Amén”.

  11. Oración de la dedicación total a Dios (de San Ignacio):
    “Toma Señor, y acepta mi libertad, mi memoria, mi intelecto y toda mi voluntad, todo lo que yo poseo. Tú me has dado estas cosas. A Ti, Señor, te lo restituyo: son tuyos, dispón de ellos según tu voluntad. Dame tu amor y tu gracia, estos me bastan”.

  12. “Buenos días, Dios. Te agradezco por hoy. Bendice mi trabajo y ayúdame a pensar en Ti”.
  13. “Buenos días, Dios”
  14. Oración de la mañana del Metropolita de Moscú:
    “Señor, no sé qué pedirte. Tu solo sabes lo que de verdad necesito. Tú me amas más de yo que yo me amo. Padre, a tu siervo lo que yo mismo no sé pedirte. No me atrevo a pedirte ni la cruz, ni un consuelo, solo estoy delante de Ti: mi corazón está abierto para Ti.
    Tú ves las necesidades que yo no conozco: ves y actúas conmigo según tu misericordia. Golpéame y cúrame, abáteme y alíviame, soy una nulidad y estoy mudo ante tu santa voluntad y tus decisiones inescrutables para mí.
    Me ofrezco como víctima, me confío a Ti. No tengo ningún deseo, excepto el de hacer tu voluntad. Enséñame a rezar. Tú mismo reza en mí. Amén”.

  15. De S. Francisco de Sales: El hecho de levantarse de la cama representa… la profunda realidad de la resurrección, ese don de vida más allá de la muerte al que estamos llamados. Tener la costumbre de ver cada día como una pequeña resurrección, significa cultivar una actitud intrínsecamente cristiana hacia nuestra existencia terrena. Aconsejo que cuando nos levantemos, digamos:
    “Alzaos muertos y venid al juicio” (cfr. Ef. 5:14).
    O podemos decir con Job: “Porque yo sé que mi Redentor vive y que Él, el último, se alzará sobre el polvo. Y después que me arranquen esta piel, yo, con mi propia carne, veré a Dios. (Job 19:25-26)

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