Con motivo del 600 aniversario de las primeras apariciones de san Miguel a santa Juana de Arco, Don Pierre Doat, rector del santuario del Monte Saint-Michel, nos invita a inspirarnos en la increíble relación que la joven lorenesa forjó con el arcángel. "La misión de Juana de Arco fue posible gracias al apoyo de san Miguel", explica a Aleteia. Entrevista.
San Miguel se apareció por primera vez a Juana de Arco en el verano de 1424 o 1425, cuando se encontraba en el jardín de su padre. Tenía 12 o 13 años. El arcángel estaba acompañado por otros "ángeles del Paraíso", así como por santa Catalina y santa Margarita. Se presentó de la siguiente manera: "Soy Miguel, el protector de Francia".
Se le apareció varias veces, susurrándole sus respuestas a los ingleses, y diciéndole lo que debía poner en su estandarte… Con motivo de una gran peregrinación organizada los días 27 y 28 de septiembre en Domrémy para celebrar el 600 aniversario de las primeras apariciones de san Miguel a santa Juana de Arco, Don Pierre Doat, sacerdote de la comunidad de San Martín y rector del santuario del Monte Saint-Michel, recuerda la gran cercanía que tuvo Juana de Arco con el arcángel y afirma que esta comunión angélica, a la que todo cristiano está llamado, "no es solo para más tarde".
Aleteia: ¿En qué medida la aparición de san Miguel a santa Juana de Arco cambió el curso de su vida?
Don Pierre Doat: La misión de Juana fue posible gracias al apoyo y al respaldo de san Miguel. San Miguel no solo estuvo presente en los momentos iniciales -las voces que oyó en Domrémy-, sino también al final de su vida, en las últimas horas y en los últimos juicios.
Un pasaje conmovedor de su juicio relata el momento en que Juana, agotada, llegó a dudar de haber oído la voz del Arcángel. Durante la noche, san Miguel se le apareció y le infundió valor. Al día siguiente, se retractó de sus declaraciones del día anterior. Fue san Miguel quien la animó por última vez antes de dar su testimonio final. Era maravilloso ver cómo la había acompañado a lo largo de su vida, tanto en los momentos felices como en los más difíciles. Es cierto que no estuvo en todos los momentos, pero sí en los momentos clave. Y cuando no estaba, ella le rezaba igualmente.
¿Qué le dio exactamente?
San Miguel dio a Juana lo que él mismo era. Solemos identificarlo con la misión del combatiente, y reducir sus acciones a las del brillo y el combate, pero con Juana de Arco, nos damos cuenta de que el abanico de acciones de san Miguel es mucho más amplio. Es él quien consuela, sobre todo al final de la vida de Juana. Es el que anima, no solo en la batalla, sino que da misiones: Juana recibió su misión de san Miguel. Y es también el que, como los ángeles en general, inspira y suscita grandes deseos, en particular el deseo de luchar por lo que es justo.
"Juana de Arco es un ejemplo típico de mujer de fe que se dejó guiar por sus inspiraciones, que atribuyó a san Miguel".
¿Por qué rezar hoy a san Miguel?
Rezar a san Miguel o a nuestros ángeles de la guarda ayuda a anclar en nuestra vida cotidiana el hecho de que el mundo invisible está cerca de nosotros. A menudo vivimos como si el Cielo estuviera a la vuelta de la esquina. Juana vivía en una comunión muy real con el Cielo. Esto guiaba sus acciones, sus elecciones y sus decisiones. Vivía en contacto con el mundo invisible.
Rezar a San Miguel o a nuestro ángel de la guarda alimenta nuestra conciencia de que estamos hechos para el Cielo y de que el Cielo ha comenzado. Esta comunión angélica no es solo para después. Esta cercanía a los ángeles también nos recuerda que no somos el pináculo de la creación. Los ángeles son superiores a nosotros por naturaleza; no somos los únicos seres capaces de Dios y creados por él, ¡lo que nos pone en nuestro lugar de criaturas! Y lo que es más positivo, su presencia nos asegura que no estamos solos en la lucha contra el mal.
Mathilde De Robien, Aleteia
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