Integrar la fe en el trabajo intelectual no es un freno: es un regalo de Dios, que llama a rendir el talento de la inteligencia
Ser intelectual es una responsabilidad. Tanto es así que la palabra asusta cuando a uno lo llaman «intelectual». Pero el caso es que es un talento que algunas personas han recibido y con el que están llamadas a trabajar, lo mismo que el artesano o que el cantante deben hacer rendir ese don especial para trabajar con las manos o con la voz, según el caso.
Un intelectual tiene la característica singular de trabajar con la inteligencia, con el pensamiento. Es un don (porque es un regalo inmerecido que Dios le ha dado a una persona al nacer) y también una tarea, porque está llamado a aprender más, a buscar la verdad expresada en la realidad y a dar sus conocimientos a otras personas.
Conocer y transmitir el conocimiento
Eso es algo que comparten -o deberían compartir- todos los intelectuales del mundo: el afán por avanzar en el conocimiento (cada uno en su ámbito) y transmitirlo a la sociedad, en la forma y el momento más adecuados.
Para unos eso implica encerrarse en un laboratorio o una biblioteca toda una vida y sacar conclusiones poco brillantes pero que servirán como base para que otros logren éxitos más notorios.
Para otros, en cambio, la tarea intelectual se hará inmediatamente pública, tal vez por su aspecto divulgativo o por su dimensión más aplicada.
Por poner un ejemplo, en Medicina estamos viendo los avances en la lucha contra la Covid-19 y aparecen nombres de médicos, epidemiólogos, farmacéuticos… pero ellos son la punta del iceberg de una investigación larga acerca de los coronavirus, una «familia» de virus que aún guarda muchos secretos para la ciencia. Hubo una investigación básica que permitió la investigación aplicada. Y las dos son importantes.
Esto en cuanto a las ciencias experimentales.
En cuanto al pensamiento, no solo hablamos de ciencia experimental. El Derecho, la Historia, la Filología, la Música… el conjunto de las Humanidades (también llamadas Ciencias Sociales) exigen un trabajo de pensamiento.
Y mucho más la Filosofía, que está por encima de las ciencias sociales y las ciencias experimentales porque tiene un grado mayor de abstracción.
¿Qué hace un cristiano que tiene un trabajo intelectual? ¿Existe una forma de «pensar en cristiano»?
Aunque de entrada podría parecer que lo de ser cristiano es un freno y pone barreras al trabajo intelectual, es todo lo contrario.
PENSAR EN CRISTIANO IMPLICA BUSCAR LA VERDAD.
El cristiano no tiene miedo a la indagación. Sabe que el mundo lo ha creado Dios (eso incluye tanto la inteligencia propia como el ser de cada cosa creada) y va buscando en él las huellas que le ayudan a comprender mejor la realidad.
Es falso que la persona humana no está dotada para alcanzar la verdad, como afirma el «pensamiento débil» de filósofos como Gianni Vattimo. No es soberbia creer que nuestra inteligencia puede llegar a encontrar la verdad. Por eso la tarea del intelectual no puede quedarse en el campo de la opinión ni dar por buenas todas las opiniones. Hay que validar cada resultado y confrontarlo con la verdad.
Mucho menos en Ética: habrá que buscar y pensar cuál es la opción ética que más nos aproxima a la verdad y al bien.
PENSAR EN CRISTIANO ES UNA TAREA ARDUA.
Exige esfuerzo y a veces no es reconocida públicamente. Quien piensa en cristiano debe estar dispuesto a sacrificar la gloria humana. Eso exige humildad y espíritu de sacrificio.
PENSAR EN CRISTIANO ES SER HONRADO.
Hablemos claro: a veces la corriente de opinión pública o ciertas políticas darían un beneficio económico o el éxito si el intelectual sacrificara su ética y avalara resultados falsos, si investiga empleando medios que van contra la vida o la doctrina social…
Pensar en cristiano es asumir que no se cede a lo políticamente correcto y eso puede dejarle a uno fuera de un cargo, de un puesto de trabajo o de unas oposiciones.
Un jefe me hizo una vez un comentario que me ha ayudado mucho en la vida: «Los cristianos tenéis mucha suerte. Cuando algo no sale, siempre podéis aplicaros eso de ‘mi reino no es de este mundo’.»
Quizá le sirva a alguien más ante una injusticia: recordarnos a nosotros mismos que tenemos la mirada en el cielo. Eso no quita que pongamos todo el empeño en la tierra para construir un mundo mejor, porque Dios nos dio talentos para hacerlo. Pero si llegado el caso, no podemos hacer más, «pensar en cristiano» es abandonarse en las manos amorosas de la Providencia de Dios: Él sabrá por qué.
PENSAR EN CRISTIANO ES UN SERVICIO.
No existe pensamiento cristiano que no sea un servicio a la sociedad. Siempre el trabajo intelectual de un auténtico cristiano está orientado al bien común.
«Jesús con palabras sencillas alienta a pensar para comprender. Pensar no solo con la cabeza, sino también con el corazón, con el espíritu. Esto es pensar en cristiano, para comprender los signos de los tiempos». (Papa Francisco)
PENSAR EN CRISTIANO TE PEGA A LA VIDA.
¿Parece que los intelectuales están en otro planeta? Nada más lejos de la vida de un cristiano. Este emplea el pensamiento sabiéndose parte de una comunidad, de un pueblo…
Camina en el trabajo intelectual acompañado por el trabajo de los intelectuales anteriores a él y junto a colegas, entidades, instituciones que también investigan y proponen. Quizá no en su especialidad, pero el intelectual se sabe partícipe de algo mayor.
El papa Francisco alerta en la encíclica «Frattelli Tutti» acerca de «una pérdida del sentido de la historia que disgrega todavía más». Hemos recibido un legado y en el trabajo intelectual nunca se parte de cero o existe el peligro de caer en las ideologías. Y a continuación propone que se trabaje por «un proyecto para todos».
Así ha de ser el pensamiento en cristiano: ha de impregnar la vida pública. Eso significa intervenir en política, en la Universidad, en la literatura, en el periodismo, en las redes sociales… para contribuir a tres cosas:
- Conocer la verdad del ser-hombre.
- Comprender y gestionar el pluralismo.
- Modular la globalización.
De eso habla un libro que debería ser un «imprescindible» en la biblioteca de cualquier intelectual: el «Compendio de la doctrina social de la Iglesia» (puedes comprarlo clicando aquí).
PENSAR EN CRISTIANO ES GOZOSO.
Dios ha dado al trabajo intelectual un gozo, que hace más «amable» (eso significa «digno de ser amada») la tarea. Una chispa, un rayo de luz, una nueva hipótesis, una comprobación… son pasos en los que uno encuentra felicidad, y esa felicidad forma parte del camino por el que Dios le lleva en su trabajo profesional. Una felicidad no exenta de cruz, eso es cierto.
También la dimensión social del pensamiento da alegría: ver que una poesía es compartida y encuentra conexión con otras personas; ayudar a alguien en la toma de decisiones después de acompañarle en los argumentos, o la misma docencia… dan una felicidad en la que se ve un trasunto de lo que será la felicidad completa en la vida eterna.
EL PENSAR EN CRISTIANO NO ES VIVIR UNA DOBLE VIDA.
Al contrario, es vivir la unidad de vida. Fe y razón se complementan: la fe orienta el trabajo intelectual, nos puede dar orientación acerca de cuál es el mejor camino para encontrar una solución.
La fe nos da un conocimiento más profundo acerca de la verdad de la persona humana, y esto ilumina siempre el trabajo intelectual. El cristianismo ayuda a acertar en la psicología, en la antropología, en la búsqueda de la belleza…
Dolors Massot, Aleteia
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