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viernes, 18 de diciembre de 2020

Evangelio del día

 

ChristianArt 
 
Mateo 1, 18-24 El ángel del Señor se le apareció a José en un sueño
 
 

El sueño de San José, pintado por Philippe de Champaigne (1602-1674), pintado en 1642, Óleo sobre lienzo
 © Getty Museum, Los Angeles

Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.

Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.

Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros.

Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a su esposa.

Comentario

San Alfonso María de Ligorio (1696-1787)
obispo y doctor de la Iglesia
Meditaciones para la octava de Navidad, n° 8


“Dará a luz a un hijo, y le pondrás por nombre Jesús”

El nombre de Jesús es nombre divino, anunciado á María de parte de Dios por el arcángel san Gabriel; y por esto dijo san Pablo, que era nombre sobre todo nombre, en el que solamente se halla la salvación. Este nombre es comparado por el Espíritu Santo al aceite, por la razón, dice san Bernardo, de que así como el aceite es luz y comida, y también medicina; así el nombre de Jesús es luz para el entendimiento, alimento para el corazón y medicina para el alma.
Es luz para el entendimiento, pues con este nombre se convirtió el mundo, sacándole de las tinieblas de la idolatría a la luz de la fe. Nosotros que hemos nacido en estas regiones, donde antes de la venida de Jesucristo, todos nuestros antepasados eran gentiles, seríamos aun tales, si no hubiese venido el Mesías a iluminarlos. ¡Cuánto, pues, debemos agradecer a Jesucristo el don de la fe!...
Es también el nombre de Jesús alimento que nutre nuestros corazones; porque él nos recuerda lo que Jesús ha hecho por salvarnos. De aquí es que nos consuela este nombre en las tribulaciones , nos da fuerza para andar por el camino de la salvación, nos anima en las desconfianzas, nos enciende para amar, recordando lo que ha padecido nuestro Redentor por salvarnos.
Este nombre, finalmente, es medicina para el alma, haciéndola fuerte contra las tentaciones de nuestros enemigos. Tiembla el infierno, y huye al invocar este santo nombre, según aquello que dice el Apóstol: “Al nombre de Jesús se doblará toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los infiernos” (Fl. 2,10). El que es tentado y llama a Jesús, no cae, y quien siempre le invocare no caerá y se salvará (Sal. 17,4). (EDD)




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