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sábado, 19 de diciembre de 2020

¿Cómo vivir el año litúrgico en familia?

 


El nuevo año civil está marcado por celebraciones particulares. ¿Por qué no hacer lo mismo para el nuevo año litúrgico?

Los niños descubren y viven su fe primero en el seno de su familia. Sin embargo, deben descubrir poco a poco que pertenecen a la Iglesia.

No pertenecen a la Iglesia como si estuvieran inscritos en un partido político, en un club de ocio o en una asociación benéfica.

En la Iglesia, no existen miembros honorarios ni simpatizantes: solamente hay y puede haber miembros activos, miembros vivos en y a través de la Iglesia.

“Cristo y la Iglesia es todo uno”, decía Juana de Arco. No podemos pertenecer a Cristo y vivir por Él y para Él sin pertenecer a la Iglesia y vivir en su seno.

Para ayudar al niño a comprender todo esto no hacen falta grandes discursos, sino referentes precisos y concretos.

Father and Son
Shutterstock

El año litúrgico empieza en diciembre

Este domingo se abrirá un nuevo año litúrgico. Es un acontecimiento que a menudo pasa desapercibido, incluso en las familias cristianas.

El nuevo año escolar y el nuevo año civil están marcados por sucesos importantes o festividades particulares, pero, con frecuencia, entramos en el nuevo año litúrgico sin apenas darnos cuenta, si es que nos percatamos.

Sin embargo, el año litúrgico marca el ritmo de la vida de la Iglesia y, por tanto, también el de cada uno de sus miembros.

Calendario y cuaderno litúrgicos

Colguemos en el rincón de oración o el dormitorio de los niños un calendario litúrgico o confeccionemos uno nosotros mismos.

KALENDARZ LITURGICZNY
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Podemos comenzar uno que completaremos a lo largo del año: para ello, podemos preparar un pedazo de papel duro o de cartón dividido en 56 casillas (los 52 domingos del año más las cuatro fiestas de precepto que no caen siempre en domingo: Navidad, Ascensión, Asunción y Todos los Santos).

Cada domingo, coloreamos la casilla según el color del tiempo litúrgico: verde, rojo, morado o blanco.

Por encima, señalamos los momentos y fiestas más importantes: Adviento, Navidad, Epifanía, Cuaresma, Pascua, Ascensión, Pentecostés, Asunción, Todos los Santos.

Este calendario puede tener unas dimensiones muy modestas.

Pero también, siguiendo el mismo principio, podemos realizar a lo largo de todo el año litúrgico un calendario más elaborado: unas casillas más grandes permiten añadir dibujos (el portal de Belén, la Cruz, la Virgen María, etc.), un mayor número de casillas permiten mencionar muchos otros días importantes (Miércoles de Ceniza, Jueves Santo, Viernes Santo, Anunciación…).

Una sorpresa cada domingo

También podemos preparar un calendario litúrgico parecido a un calendario de Adviento: 56 ventanitas o 56 sobres. Cada domingo abrimos uno.

Dentro, un folio del color del día donde figure un dibujo o un pasaje de la Palabra de Dios. Estos folios pueden pegarse luego uno tras otro en un panel o una pared.

También pueden unirse para formar un pequeño cuaderno. En este caso, será necesario que haya tantos folios como niños en la familia: para los más pequeños, un dibujo; para los mayores, un pasaje más o menos largo de la Palabra de Dios.

También pueden emplearse fichas perforadas, que facilitan su uso y su colección en un pequeño clasificador adaptado.

Este cuaderno del año litúrgico, personal de cada niño, podrá, si cada uno lo desea, incluir además otros textos, oraciones, notas personales y que lo acompañe a todas partes durante todo el año.

Si el niño está ausente un domingo, podemos enviarle la tarjeta del día (o meterla en su equipaje) para recordarle la oración familiar y todo lo relacionado con ella.

Sintonizar nuestro paso con el de la Iglesia

La decoración del rincón de oración es también un medio de marcar la progresión del año litúrgico: un mantel o velas del color del tiempo, dibujos que evoquen la fiesta del día, una gran cruz el Viernes Santo, una hermosa imagen de María para las fiestas marianas, etc.

El ritmo de la vida de la Iglesia es un ritmo semanal, de domingo en domingo. Así que es importante señalar el domingo y hacer comprender a los niños que la semana es luego como una extensión del domingo.

Por ejemplo, retomando a lo largo de la semana el salmo del domingo anterior, cambiando alguna cosa en el rincón de oración todos los domingos y dejándolo durante la semana siguiente (dibujo, vela, flores, etc.), colgando en el rincón de rezar un pasaje de la Palabra de Dios leído el domingo anterior, escogiendo el domingo una resolución que se comentará cada noche, etc.

También es importante ir enseñando poco a poco a los niños a rezar y a meditar la Palabra de Dios con la Iglesia: decir toda o una parte de las completas, meditar el evangelio del día, cantar o recitar un salmo del día (el de la misa o de uno de los oficios).

Esta oración con la Iglesia tiene un doble sentido. Rezar así es rezar en comunión con la multitud de personas que, el mismo día, ha rezado con el mismo texto.

Es también y sobre todo acoger esos textos como dados por Dios a través de la Iglesia.

Cuando rezamos con la oración de la Iglesia, no nos dejamos guiar por nuestros gustos, nuestra fantasía o nuestras preferencias. Recibimos aquello que se nos da.

Corinne SIMON/CIRIC

Así, comprendemos y significamos que nuestra oración no viene de nosotros, sino de Dios, a través de la Iglesia.

Todo es un regalo

Por eso es tan importante dar a los niños el sentido de la Iglesia. Que sepan que no lograrían ser cristianos solos.

Que, sobre todo, arraigue en ellos la convicción de que todo –la fe, la esperanza, el amor, la oración, la verdad, la comunidad–, todo, absolutamente, nos es dado por Dios.

La Iglesia es un don de Dios y, a través de ella, Él se nos da a nosotros. Vivir al ritmo del año litúrgico, por lo tanto, no es apegarse a un detalle o a algún tipo de reglamento interno: es sintonizar nuestro paso con el de la Iglesia, Cuerpo de Cristo.

Por Christine Ponsard, Edifa


Vea también La espiritualidad del año litúrgico




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