Timo Newton-Syms | Flickr | CC BY-SA 2.0
El 25 de diciembre era en otro tiempo la fiesta pagana de la luz en pleno solsticio de invierno: el renacimiento del sol invicto, Sol Invictus. Se corresponde con la fecha a partir de la cual los días empiezan a alargarse.
Por eso fue escogida por los cristianos para celebrar el nacimiento de Cristo: “Luz del mundo”, “Sol de justicia”. Por esta razón, las velas, guirnaldas, lamparillas y demás elementos luminosos se encienden más especialmente la noche del 24.
El portal de Belén: primero, viviente Ya desde los primeros siglos se imitaba la gruta de la natividad y se construían réplicas. Las escenas de la natividad, con más frecuencia pintadas o esculpidas, son veneradas por la piedad popular.
Los misterios interpretados en las iglesias sobre los temas de la Natividad y la Adoración de los Magos sin duda influyeron a san Francisco de Asís. A él se le atribuye el primer belén viviente, una noche de Navidad del 1223 en la localidad de Greccio.
Poco a poco, las representaciones vivientes se reemplazaron por escenas inmóviles que dan lugar a veces a auténticas obras de arte. Los artistas italianos destacan en el siglo XVIII con personajes de tamaño natural y policromados.
El gusto por los belenes se extendió luego un poco por toda Europa. Cada país y cada región tienen sus representaciones tradicionales, más o menos ricas o sencillas. Los personajes se multiplican y cada parroquia y cada casa tienen los suyos.
Desde los primeros siglos y especialmente en el día de Navidad, los cristianos tienen la costumbre de rezar ante estas representaciones del Misterio de la Encarnación.
El pesebre
El abeto: una costumbre reciente
Un imprescindible. ¿Quién no recuerda abetos en su infancia? Siempre verde, incluso en pleno invierno, el abeto es símbolo de vida cuando los demás árboles parecen muertos. Los antiguos lo utilizaban siempre e incluso lo honraban.
En el siglo XI, durante el Adviento, el abeto decoraba a menudo las iglesias cuando se interpretaban los misterios, escenas religiosas y populares. Cuando estas escenas tenían por tema el pecado original, se decoraba el árbol con manzanas rojas y hostias (¡no consagradas!). Las manzanas simbolizan la falta de Adán, las hostias, la reparación de Cristo.
En el siglo XV, la representación de los misterios degenera y se prohíben. Sin embargo, la tradición del árbol decorado se mantuvo, particularmente en Alsacia, en las empresas, y luego en las casas.
Ya en el siglo XV, la costumbre del árbol de Navidad es habitual en Alemania. Poco a poco, las decoraciones de frutos se transforman y aparecen flores, lazos y guirnaldas. Los protestantes contribuyen al desarrollo del árbol de Navidad al rechazar la representación de la Encarnación en el belén. Además, el árbol no es necesariamente un abeto. Representa ante todo el árbol del conocimiento del Bien y del Mal, el árbol del Paraíso perdido.
En el siglo XVII, se adquiere la costumbre de colocar juguetes y regalos al pie del árbol de Navidad.
En el siglo XIX se generaliza la tradición del árbol de Navidad. En Francia, el primer abeto se plantó en 1837 en el Palacio de las Tullerías por iniciativa de la duquesa de Orleans. Tras la guerra de 1870, esta alegre costumbre del abeto se implanta en las ciudades y los pueblos franceses.
El tronco: ¡no un simple postre!
Mucho antes de ser el postre de Navidad, el tronco alimentaba tradicionalmente el fuego en la chimenea. Debían de preexistir costumbres y creencias paganas que quizás quedaron ligadas a este gesto. Algunas personas recogían las cenizas por sus supuestas propiedades mágicas, otras veían en el crepitar de las llamas un medio de adivinación.
Como era frecuente, estas costumbres paganas se cristianizaron poco a poco. En Alsacia, en Francia, el tronco se bendice por el más joven o el anciano de la familia antes de ser quemado. Es escogido por el señor de la casa y decorado con lazos. Luego, se riega con vino, aceite o miel. Simboliza los pecados arrojados al fuego y quemados por Cristo Luz.
El roscón de reyes: una excepción
La Epifanía cierra las celebraciones de Navidad. Sin embargo, el muy popular roscón de reyes no tiene ningún sentido espiritual particular. Con todo, sigue siendo muy simpático. Apareció en Francia a finales de la Edad Media.
Existían viejas costumbres griegas y romanas en las que se elegía al rey de un banquete y se ve que han atravesado los siglos. En algunos sitios sigue escondiendo un haba de verdad, aunque también se encuentran figuras de porcelana.
Bénédicte Drouin, Edifa
No hay comentarios:
Publicar un comentario