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martes, 22 de diciembre de 2020

Evangelio del día

 

ChristianArt 
 
Lucas 1,46-56 Mi alma proclama la grandeza del Señor
 
 

La Virgen del Magníficat, pintada por Sandro Botticelli (Florencia 1445 -1510), pintada hacia 1483,
Óleo sobre tabla © Galleria degli Uffizi, Florencia

En aquel tiempo, María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.» María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

Comentario

Una homilía griega del siglo 4º
Atribuida a San Gregorio  Taumaturgo no. 2 ; PG 10, 1156


La promesa hecha a nuestros padres

María dijo: «Mi alma glorifica al Señor, mi Dios; mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador... Ha librado a Israel su humilde siervo (Lc 1,54 griego), acordándose de su misericordia, como había prometido a nuestros padres, Abraham y descendencia para siempre».
Ved como la Virgen sobrepasa la perfección del patriarca y confirma la alianza que Dios estableció con Abraham, cuando le dijo: «¿Tal será la alianza entre tú y yo»? (Gn 17,11)... Es el canto de la profecía que la santa Madre de Dios, envía a Dios cuando dice: "Mi alma glorifica al Señor... porque el Todopoderoso hizo en mí obras grandes, santo es su nombre. Haciéndome la Madre de Dios, preserva mi virginidad. En mi seno se recapitula, para ser santificada allí, la plenitud de todas las generaciones. Bendijo a todas las edades, los hombres, las mujeres, los jóvenes, los niños, los viejos "...
«Derribó a los poderosos de su trono y ensalzó a los humildes"... Los humildes, los pueblos paganos, que estaban hambrientos de justicia (Mt 5,6), han sido exaltados. Dejando ver su humildad y su hambre de Dios, y solicitando la palabra de Dios, como la Cananea, pide las migajas (Mt 15,27), se han saciado de las riquezas que ocultan los misterios divinos. Porque todos los favores divinos, Cristo Jesús, nuestro Dios, el Hijo de la Virgen, los distribuyó a los paganos. "Acogió a Israel su siervo", no cualquier Israel, sino a su hijo, a quien honra tan alto nacimiento».
Por eso, la Madre de Dios, llama a este pueblo su hijo y su heredero. Dios que encuentra este pueblo agotado y extenuado por la Ley, lo llama a su gracia. Dándole este nombre a Israel, lo levanta, " acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y su descendencia para siempre". Estas palabras resumen todo el misterio de nuestra salvación. Al querer salvar a la humanidad y sellar la alianza establecida con nuestros padres, Jesús " inclinó los cielos y descendió" (Sal. 17,10). Y así se nos manifiesta, entrando por nuestra puerta, con el fin de que pudiéramos verlo, tocarlo y entenderlo. (EDD)





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