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sábado, 19 de diciembre de 2020

Evangelio del día

 

ChristianArt 
 
Lucas 1, 5-25 El Ángel Gabriel se le apareció a Zacarías
 
 

El ángel se le aparece a Zacarías, Pintado por Domenico Ghirlandaio (1449-1494), Pintado en 1486
, Pintura al fresco © Santa Maria Novella, Florencia

Hubo en tiempo de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una descendiente de Aarón, llamada Isabel. Ambos eran justos a los ojos de Dios, pues vivían irreprochablemente, cumpliendo los mandamientos y disposiciones del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos, de avanzada edad.

Un día en que le correspondía a su grupo desempeñar ante Dios los oficios sacerdotales, le tocó a Zacarías, según la costumbre de los sacerdotes, entrar al santuario del Señor para ofrecer el incienso, mientras todo el pueblo estaba afuera, en oración, a la hora de la incensación.

Se le apareció entonces un ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y un gran temor se apoderó de él. Pero el ángel le dijo: “No temas, Zacarías, porque tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu mujer, te dará un hijo, a quien le pondrás el nombre de Juan. Tú te llenarás de alegría y regocijo, y otros muchos se alegrarán también de su nacimiento, pues él será grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni licor y estará lleno del Espíritu Santo, ya desde el seno de su madre. Convertirá a muchos israelitas al Señor; irá delante del Señor con el espíritu y el poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia sus hijos, dar a los rebeldes la cordura de los justos y prepararle así al Señor un pueblo dispuesto a recibirlo”.

Pero Zacarías replicó: “¿Cómo podré estar seguro de esto? Porque yo ya soy viejo y mi mujer también es de edad avanzada”. El ángel le contestó: “Yo soy Gabriel, el que asiste delante de Dios. He sido enviado para hablar contigo y darte esta buena noticia. Ahora tú quedarás mudo y no podrás hablar hasta el día en que todo esto suceda, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo”.

Mientras tanto, el pueblo estaba aguardando a Zacarías y se extrañaba de que tardara tanto en el santuario. Al salir no pudo hablar y en esto conocieron que había tenido una visión en el santuario. Entonces trató de hacerse entender por señas y permaneció mudo.

Al terminar los días de su ministerio, volvió a su casa. Poco después concibió Isabel, su mujer, y durante cinco meses no se dejó ver, pues decía: “Esto es obra del Señor. Por fin se dignó quitar el oprobio que pesaba sobre mí”.

Comentario

Bulle

San Máximo de Turín (¿-c. 420)
obispo
CC Sermon 5 ; PL 57, 863


«No temas, Zacarías, porque tu súplica ha sido escuchada»

Es la oración y no el deseo sexual, lo que concibió a Juan Bautista. A Isabel le había pasado la edad de dar vida, su cuerpo había perdido la esperanza de concebir; A pesar de estas condiciones de desesperación, la oración de Zacarías permitió a este cuerpo envejecido, engendrar: la gracia y no la naturaleza ha concebido a Juan. No podía ser más que santo, este hijo cuyo nacimiento proviene menos del abrazo, que de la oración.
    Sin embargo, no debemos asombrarnos de que Juan hubiera merecido un nacimiento tan glorioso. El nacimiento del precursor de Cristo, del que le abre el camino, debía presentar una semejanza con la del Señor, nuestro Salvador. Si el Señor nació de una virgen, Juan ha sido concebido por una mujer anciana y estéril... No admiremos menos a Isabel, que concibió en su vejez, al igual que María, dio a luz virginalmente.
    Existe ahí, pienso, un símbolo: Juan representaba el Antiguo Testamento, nació de la sangre de una mujer anciana, mientras que el Señor, que anuncia la Buena Noticia del Reino de los cielos, es el fruto de una juventud plena de savia. María, consciente de su virginidad, admira al niño concebido en sus entrañas. Isabel, consciente de su vejez, se ruboriza del vientre pesado por su embarazo; el evangelista dijo, en efecto: "estuvo escondida durante cinco meses". Debemos admirar también, que el mismo arcángel Gabriel anunció ambos nacimientos: le aporta un consuelo a Zacarías, que permanece incrédulo; viene para animar a María, a la que encuentra confiada (Lc 1, 26s). El primero, por haber dudado, perdió su voz; el segundo, por haber creído enseguida, concibió al Verbo Salvador. (EDD)




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