Los Caletrio Simón llegaron a Seúl hace dos años y allí ha nacido su último hijo
Hace dos años la familia Caletrio Simón partió de Extremadura con sus tres hijos para ser misioneros “ad gentes” en Corea del Sur, un país con una minoría pero activa comunidad católica y uno de los países con mayores problemas de natalidad. Dos años después, son ya cuatro los hijos de Jesús y Julia, que pese a tener tan sólo 33 años evangelizan mostrando la belleza de la familia y el testimonio cristiano.
El choque cultural entre España y Corea del Sur es enorme, no menos que el que se da entre Cáceres y Seúl. Son vidas y culturas opuestas, pero en ambos lugares existe una necesidad de Dios en un mundo cada vez más secularizado e individualista.
Hace apenas mes y medio nacía en Corea el hijo pequeño de esta familia, que en 2018 partió desde España solo con “billete de ida”, sin hablar prácticamente nada de coreano y con muchas inquietudes por la vida que allí encontrarían. En estos dos años, y con una pandemia, de por medio, esta familia en misión del Camino Neocatecumenal de la parroquia de San José de la ciudad de Cáceres.
“Vamos como familia misionera, a dar testimonio de Jesucristo en nuestra vida, intentando ser luz allí, viviendo como hacemos aquí, discutiendo, perdonándonos, queriéndonos”, explicaba Julia en 2018 justo antes de partir. ¿Qué ha pasado en este tiempo?
La Providencia, algo patente
El periódico extremeño Hoy ha hablado con esta familia sobre la misión, la familia y también sobre la vida en un lugar culturalmente tan diferente. La primera conclusión es que Dios no les ha abandonado, que la Providencia es un hecho patente y que son felices anunciando el Evangelio.
El porcentaje de católico se sitúa poco por encima del 10% de la población. Hay un porcentaje alto de no creyentes, y entre los cristianos destacan también los protestantes.
Los Caletrio Simón reconocen que no es fácil vivir en Corea del Sur, un país “caro, donde la gente es distante y hay poca vida social”. Y tampoco en Seúl, una gran urbe de 20 millones de habitantes con inviernos muy fríos.
Allí viven, y además de colaborar con la pastoral de la parroquia con las catequesis, y con el seminario internacional Redemptoris Mater abierto hace poco, su principal misión es vivir su vida cotidiana como una familia cristiana. “Nuestra labor principal es vivir aquí, ser familia, ir al parque, a la escuela”, apunta Jesús, mientras Julia destaca que “aquí hay mucho individualismo, hay mucho índice de alcoholismo y mucha gente sola”.
La misión “ad gentes” a la que participan es una comunidad integrada por varias familias. Además de estos españoles, hay dos más coreanas, una estadounidense, un sacerdote y dos jóvenes que les ayudan en la misión mientras que el arzobispo les visita de vez en cuando.
Las diferencias con España
Uno de los grandes problemas en Corea del Sur la baja natalidad está haciendo estragos: el índice de fertilidad no llega al hijo por mujer, es de 0,87, lo que lleva sumiendo al país desde hace tiempo en un grave invierno demográfico.
“No son capaces de entender cómo nosotros somos capaces de vivir así siendo tan jóvenes (33 años), se interrogan, preguntan y nuestra forma de catequizar es esa”, apunta Julia.
El idioma es una dura barrera aunque en este tiempo han avanzado sobremanera, aunque más complicado es encontrar empleo allí. “Hemos estado muy centrados en aprender la lengua y en las tareas como misioneros, hemos apelado a algunas ofertas de trabajo, pero de momento es complicado”, agrega.
Personas concretas les ayudan, y también reciben algo por parte de la diócesis. “No hay lujos pero no nos falta de nada”, reconocen.
Además, allí los colegios son caros y ellos no han podido optar a ayudas, así que se ofrecieron a colaborar con el centro como una forma de compensar los gastos. La exigencia del sistema educativo es una de las características de Corea del Sur, que despunta en la encuesta PISA de calidad educativa. “Solamente puede haber un 10 en la clase, hay mucha competitividad y también un alto índice de suicidio por no llegar a los límites que se marcan”. Por ahora sus hijos disfrutan de la calma de una escuela con método Montessori gracias al que “visitan el bosque tres días a la semana”.
Igualmente, la Sanidad poco se parece a la de España, por en Corea es privada y funciona a través de seguros. Hace apenas mes y medio fue madre allí. A la complicación con el idioma –tuvieron que hacerle un dibujo para explicarle que el bebé traía una vuelta de cordón umbilical al cuello– se sumaron los distintos protocolos hospitalarios, como compartir habitación con otras seis mujeres o que aíslen a los niños de sus padres y los agrupen en nidos. Julia cuenta asombrada que las coreanas, después de dar a luz, pasan un mes y medio en un hospital en donde les proporcionan cuidados especiales y atienden a sus bebés. “Debió de parecerles inconcebible que yo me volviera a casa a los dos días a cuidar además a otros tres niños”, cuenta Julia.
Pero no todo es choque cultural, hay cosas que les convencen. "Hacer cualquier trámite es muy rápido, no hay que esperar". También valoran los transportes. A pesar de la escasez de niños los parques son cómodos y hasta tienen calefacción para hacer frente al duro invierno. Siempre hay ocio para ellos, y eso les gusta.
Lo de volver no lo contemplan por ahora. "El año pasado estuvimos en Plasencia y en Cáceres en Navidad y la verdad es que estuvimos muy felices y muy arropados, pero nos dimos cuenta que nuestro sitio no estaba en España y, al regresar, nos afianzamos con más fuerza a Corea", concluyen tajantes.
ReL
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