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jueves, 31 de diciembre de 2020

Evangelio del día


ChristianArt 
 
Juan 1, 1-18 En el principio era la Palabra
 
 

La Creación del Mundo, Pintura de Giovanni di Paolo (1398-1482), Pintada en 1445,
 Pintura al temple y oro sobre madera © Metropolitan Museum, New York

Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

Talasio Líbico y Africano
higúmeno en Libia
Filocalia, Centurias I, 95-100; II, 94-95; IV,73 (Philocalie des Pères neptiques, Paris, DDB-Lattès, 1995), trad. sc©evangelizo.org


Dios está en la tierra y el hombre en los cielos

Dios, que ha dado el ser a las criaturas, ha vinculado todo a su providencia.
El Señor que se hizo esclavo (cf. Flp 2,6), ha revelado a la creación la cumbre de su providencia.
Dios el Verbo, que sin cambiar se encarnó, se ha unido a toda la creación en la carne.
Un milagro extraño tiene lugar en el cielo y sobre la tierra: Dios está sobre la tierra y el hombre en el cielo.
Después de haber unido los ángeles a los hombres, concede la deificación a todo el mundo creado.
El conocimiento de la Trinidad santa y consustancial es la santificación y deificación de ángeles y hombres.
Cuando el Verbo se hace carne (cf. Jn 1,14) en su amor por el hombre, no cambia lo que era, ni modifica lo que ha devenido.
Igualmente que decimos que el único Cristo nació de la divinidad y de la humanidad y existe en su divinidad y su humanidad, igualmente decimos que nació de dos naturalezas y existe en dos naturalezas. (…)
Jesús es el Cristo, uno de la Trinidad. De él debes ser también el heredero (cf. Rom 8,17). (EDD)




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