Su intervención ante el Senado argentino ha sido muy comentada

"Hoy, muchos adolescentes y jóvenes van al deporte solo para apostar", denuncia Bracco.
El sacerdote Munir Bracco, vicario de Pastoral Social del Arzobispado de Córdoba (Argentina), se hizo viral hace unos días gracias a sus enérgicas palabras ante el Senado de la nación en las que denunciaba, sin pelos en la lengua, el grave problema que sufren los jóvenes argentinos con las apuestas.
El cura cordobés advirtió, en un país donde el fútbol es una religión y ante el plenario del Senado donde están siendo tratados varios proyectos de ley para regular las apuestas online, que "la camiseta de fútbol se convierte en publicidad de una droga" y denunció una "pandemia silenciosa" de ludopatía.
ReligiónEnLibertad charla con Bracco sobre este mal que hoy afecta, no solo a Argentina, sino a países de toda Europa y del resto de Occidente.
-¿Crees que la adicción a las apuestas es un problema generalizado entre niños y adolescentes?
-Hay encuestas que así lo dicen y nosotros lo vemos permanentemente, estamos en contacto con los chicos, con los padres, docentes, psicopedagogos, médicos... Están todos muy, muy preocupados. Es un problema generalizado, lamentablemente.
-¿Las consecuencias de esta adicción son peores que las de otras drogas?
-Todas las adicciones hacen daño, son tristes. La dificultad que tiene esta adicción, o una de las dificultades, es que, en un principio, no se advierte una sintomatología, como puede ser el caso de otras adicciones con sustancias.
»En esta adicción tiene que pasar un tiempo para darse cuenta. Y, posiblemente, un familiar no se dé cuenta por una sintomatología orgánica sino por conductas. Como pueden ser, por ejemplo, aislarse, trasnochar o darse cuenta de que no durmió porque estuvo todo el tiempo con el celular.
Puedes escuchar aquí la intervención de Bracco en el Senado.
»O, la más clara, que van perdiendo dinero y comienzan a mentir. Después, cuando se van adentrando en la compulsión, tienen mucha ansiedad, se aíslan, se quedan en casa, y buscan permanentemente sacar momentos y dinero, de donde sea, para apostar.
»Si no se tiene dinero, se busca, se roba, se pide, se inventa... Cuando la adicción ya está muy avanzada, se hace incontrolable y ya no se apuesta por dinero, sino por el placer que tienen por apostar. Está todo pergeñado para que la persona que apuesta quede atrapada, lamentablemente, está todo muy bien preparado para hacer daño.
-¿A alguien le interesa tener a una juventud adicta a las apuestas, que permanezca cautiva...?
-Sí, a la gente que se lucra con esto, que son inescrupulosos, que con tal de tener más dinero no les importa destruir vidas, no les importa destruir familias, no les importa que se quede gente en la calle.
-¿Y a las administraciones públicas? ¿qué interés pueden tener?
-Porque la publicidad y la promoción de los sitios de apuestas les deja mucho dinero. Cuando un club de fútbol hace publicidad de apuestas, y no se toman medidas, habría que pensar por qué no se toman medidas.
»Nosotros hemos visto que hay presiones, los legisladores tienen presiones, y sería lamentable que alguno tenga alguna recompensa por no legislar, por no decidirse. Sería muy lamentable, además de un acto de corrupción, si eso pasara.
-¿Qué papel cree que debería tener la Iglesia frente al aumento de la ludopatía? ¿cómo puede ayudar?
-Primero, lo que estamos haciendo aquí en Argentina, intentando conectar con los legisladores y acercarles la preocupación de la gente. Ayudar a que los legisladores tomen conciencia de que ellos tienen un rol muy importante y que tienen que legislar y tomar una decisión que solo ellos pueden hacer. Tenemos una participación importante en el campo político para que se puedan tomar decisiones que hagan bien, ya sean medidas preventivas, de contención, de ayuda, de concienciación. La ludopatía es un problema de salud pública.
»Otra acción que hace la Iglesia es en nuestros colegios y en nuestros espacios juveniles ofrecer instancias de educación del buen uso de las pantallas y sobre la problemática que trae la adicción a apostar. Nosotros no le llamamos adicción al juego, el juego es otra cosa, sino que le llamamos adicción a las apuestas.
»Otra cosa que hacemos es generar espacios de contención, como, por ejemplo, los grupos juveniles, la catequesis, el apostolado, los campamentos, en donde los jóvenes toman contacto con otros jóvenes, con la naturaleza, con la vida espiritual, con el deporte... Nosotros constatamos que cuando están en esto, los chicos conectan realmente con cosas que les hacen bien y se olvidan de lo otro.
-¿Crees que la adicción a las apuestas pervierte la afición más pura de los jóvenes por el deporte?
-Sí, sí, el deporte, que es tan lindo en la dimensión lúdica y recreativa, que es salud –cualquier médico te recomienda, a cualquier edad, que hagas actividad deportiva–, hoy, muchos adolescentes y jóvenes van al deporte solo para apostar. En Argentina el fútbol es una pasión, que la vivimos con mucha fuerza, y hay muchos jóvenes que ya no ven el deporte por el deporte mismo, sino por la apuesta.
»Y, también, hay clubes y jugadores de fútbol que han tenido sospechas de no jugar por el fútbol sino para beneficiar a algún tipo de apuesta, ya sea perdiendo o cometiendo alguna infracción. Esto pervierte el deporte en sí mismo, y para muchos de los que nos gusta el deporte genera dudas, de que muchos vayan al deporte no para mirar el fútbol, sino para apostar.
»El hecho de que tengamos en las camisetas de los equipos más importantes publicidad de sitios de apuesta es un incentivo para apostar, a una adicción. Es un absoluto contrasentido que el deporte, que es tan bueno, que es tan lindo, que es tan saludable, fomente una adicción que enferma, que hace mucho daño, y que ha llevado a que algunos se quiten la vida. Tenemos que reflexionar sobre esto, de la única manera que se puede entender es que haya otros intereses que no sean el deporte.
-¿Qué papel tienen los teléfonos móviles en esta "pandemia" de las apuestas?
-El arzobispo de Córdoba, el cardenal Rossi, ha dicho en alguna oportunidad que hemos puesto un casino en cada bolsillo de los chicos. Uno no se imagina a un grupo de niños en el casino, es como que nos haría mal verlos, pero ahora el casino está en el teléfono celular.
»Se requiere mucha educación, pensar a qué edad es conveniente que un menor tenga su dispositivo móvil, se requiere mucho diálogo con la familia, e impedir que la publicidad, la promoción, la posibilidad de apostar estén al alcance de la mano.
-¿Y qué consejo le darías a unos padres que acaban de descubrir que su hijo apuesta?
-El consejo que les daría es que lo escuchen, que hablen mucho con él, que no le juzguen, y si ven que es una adicción muy avanzada, que consulten a un profesional, a un psicopedagogo, a un medico-pediatra, y que le pongan límites.
»Es muy importante el límite en nuestra sociedad. El límite, a veces, es sinónimo de mala palabra, y el límite es saludable, hay que poner límites acorde a la edad y acorde a lo que uno cree, y no tener inconveniente en hablar y plantear estos temas, y conversar mucho sobre los peligros de esto, y también ver en qué andan metidos los niños.
»El rol de los padres es muy importante, es determinante. A veces, los padres no tienen tiempo, por el trabajo o por lo que sea, y es ahí cuando los niños o los adolescentes se sienten solos, experimentan la soledad, les faltan espacios de contención, y buscan generar algo en su interior que los distraiga, que les apague ese sentimiento de soledad, y es cuando terminan cayendo en estas apuestas.
-Y como sacerdote, ¿cómo puede ayudar a estos niños?
-Algo muy importante que podemos hacer los sacerdotes, y los educadores, es transmitir a los adolescentes, jóvenes y niños, un proyecto de vida en donde ellos crean que pueden realizar su vida, no sin esfuerzo, no sin lucha, pero que puedan encontrar un verdadero sentido a la vida, un proyecto de vida que les permita soñar, creer que es posible realizar sueños, realizarse como personas, lograr objetivos. Tenemos que ofrecerles eso, como nos lo ofrecieron nuestros padres, nuestros abuelos. Hay muchos jóvenes que no tienen un proyecto de vida. Además de alertar sobre la preocupación, tenemos que transmitirles la esperanza.
Juan Cadarso, ReL
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