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domingo, 26 de octubre de 2025

Evangelio del dìa - ¿No serìa muchìsimo mejor escucharlo con la familia proclamado en la Santa Misa Dominical presencial?

 


Primera lectura

Lectura del libro del Eclesiástico 35, 12-14. 16-19a

El Señor es juez, y para él no cuenta el prestigio de las personas.

Para él no hay acepción de personas en perjuicio del pobre, sino que escucha la oración del oprimido.

No desdeña la súplica del huérfano, ni a la viuda cuando se desahoga en su lamento.

Quien sirve de buena gana, es bien aceptado, y su plegaria sube hasta las nubes.

La oración del humilde atraviesa las nubes, y no se detiene hasta que alcanza su destino.

No desiste hasta que el Altísimo lo atiende, juzga a los justos y les hace justicia.

El Señor no tardará.

Salmo

Salmo 33, 2-3 17-18. 19 y 23 R/. El afligido invocó al Señor, él lo escuchó.

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias. R/.

El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él. R/.

Segunda lectura

Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 4, 6-8. 16-18

Querido hermano:

Yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente.

He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe.

Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia, que el Señor, juez justo, me dará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación.

En mi primera defensa, nadie estuvo a mi lado, sino que todos me abandonaron. ¡No les sea tenido en cuenta!

Mas el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones. Y fui librado de la boca del león.

El Señor me librará de toda obra mala y me salvará llevándome a su reino celestial.

A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según San Lucas 18, 9-14

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que se confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:
«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
“¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.

El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo:
“Oh Dios!, ten compasión de este pecador”.

Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Reflexión sobre el grabado

En el Evangelio de hoy, Jesús cuenta una historia sencilla: "Dos hombres subieron al Templo a orar". Ambos acudieron a hablar con Dios: uno era fariseo, el otro recaudador de impuestos. La oración del fariseo comienza con gratitud: "Te doy gracias, Dios...", pero rápidamente se convierte en autocomplacencia. Da gracias a Dios no tanto por la misericordia recibida, sino por su propia virtud. El recaudador de impuestos, apartado, reza de otra manera: "Dios, ten piedad de mí, pecador". Las oraciones de ambos hombres se elevan al cielo, pero Jesús nos dice que sólo una llega al corazón de Dios. La diferencia no radica en sus palabras, sino en sus propios corazones.

El fariseo miraba a su alrededor y comparaba; el recaudador de impuestos miraba a su interior y se arrepentía. El fariseo habló de las faltas de los demás; el recaudador de impuestos nombró las suyas. Un hombre salió del Templo confiado en sí mismo; el otro salió perdonado por Dios. La peregrinación del fariseo al Templo carecía de amor, pues no podía ver a su prójimo como a un hermano. La oración del recaudador de impuestos, nacida de la humildad, se convirtió en la verdadera ofrenda que Dios deseaba. También nosotros estamos ante el Señor como pecadores, todos necesitados de misericordia, ninguno mejor que otro.

Ante Dios, todos somos mendigos de la gracia. Nuestro grabado, fechado en 1641, nos lo muestra con gran belleza. Ambos hombres aparecen rezando cerca de Jesús, pero sus posturas lo dicen todo. El recaudador de impuestos se arrodilla humildemente ante Cristo, con la mirada hacia el suelo en señal de arrepentimiento y esperanza. El fariseo, por su parte, permanece de espaldas, sin darse cuenta de que el mismo Dios al que dice adorar está a su lado. Entre los dos hay un cofre lleno de monedas, el tesoro mundano al lado del fariseo. Pero el verdadero tesoro está en otra parte. El recaudador de impuestos no tiene ante sí oro ni plata, sino la presencia viva de Jesús mismo.

by Padre Patrick van der Vorst

Oracion

  • -Jesús manso y humilde de Corazón, ...Óyeme.

    -Del deseo de ser lisonjeado,...
    Líbrame Jesús (se repite)
    -Del deseo de ser alabado, 
    -Del deseo de ser honrado, 
    -Del deseo de ser aplaudido, 
    -Del deseo de ser preferido a otros, Letanías de la Humildad - autor Cardenal Rafael Merry del Val
    -Del deseo de ser consultado, 
    -Del deseo de ser aceptado, 
    -Del temor de ser humillado, 
    -Del temor de ser despreciado, 
    -Del temor de ser reprendido, 
    -Del temor de ser calumniado, 
    -Del temor de ser olvidado, 
    -Del temor de ser puesto en ridículo, 
    -Del temor de ser injuriado, 
    -Del temor de ser juzgado con malicia,

    -Que otros sean más estimados que yo,
    ...Jesús dame la gracia de desearlo (se repite)
    -Que otros crezcan en la opinión del mundo y yo me eclipse, 
    -Que otros sean alabados y de mí no se haga caso, 
    -Que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil, 
    -Que otros sean preferidos a mí en todo, 
    -Que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda.


ORACIÓN
Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.

(Letanias de Humildad - Cardenal Merry Del Val)


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