En la Audiencia general del 22 de octubre, el Santo Padre al continuar con
su ciclo de catequesis sobre “Jesús nuestra esperanza”, reflexionó sobre cómo
la resurrección de Cristo puede curar una de las enfermedades de nuestro
tiempo: la tristeza. El Papa a peregrinos españoles: “Pidamos al Señor que
sepamos reconocer su presencia en el camino de nuestra vida, especialmente en
los momentos de tristeza y oscuridad, y que la alegría de la Pascua sea el
distintivo de nuestro compromiso misionero”.
Renato Martinez – Ciudad del
Vaticano
“La alegría inesperada de los
discípulos de Emaús sea para nosotros un dulce recordatorio cuando el camino se
hace difícil. Es el Resucitado quien cambia radicalmente la perspectiva,
infundiendo la esperanza que llena el vacío de la tristeza”, lo dijo el Papa
León XIV en la audiencia general de este miércoles, 22 de octubre, continuando
con su ciclo de catequesis sobre la persona de Jesús nuestra esperanza, en esta
ocasión reflexionando sobre una de las enfermedades de nuestro tiempo, la
tristeza, a la luz de la resurrección de Jesucristo.
La
resurrección de Jesucristo nunca termina de ser contemplado
A los miles de files y peregrinos
que se congregaron en la Plaza de San Pedro para la Audiencia general, el Santo
Padre les dijo que, “la resurrección de Jesucristo es un acontecimiento que
nunca termina de ser contemplado y meditado, y cuanto más se profundiza en él,
más nos quedamos llenos de asombro, atraídos como por una luz deslumbrante y al
mismo tiempo fascinante”.
“Fue una explosión de vida y
alegría que cambió el sentido de toda la realidad, de negativo a positivo; sin
embargo, no ocurrió de manera espectacular, y mucho menos violenta, sino de
forma suave, oculta, podríamos decir humilde”.
El Papa saluda a los peregrinos en la Plaza de
San Pedro (@Vatican Media)
La tristeza
una enfermedad invasiva y generalizada
Y es precisamente a la luz de la
resurrección que el Obispo de Roma les propuso reflexionar sobre cómo la
resurrección de Cristo puede curar una de las enfermedades de nuestro tiempo
que acompaña los días de muchas personas, una enfermedad invasiva y generalizada:
la tristeza.
“Se trata de un sentimiento de
precariedad, a veces de profunda desesperación, que invade el espacio interior
y parece prevalecer sobre cualquier impulso de alegría”.
El Papa preside la Audiencia General
(@Vatican Media)
Los discípulos
de Emaús, un paradigma de la tristeza humana
La tristeza, precisó el Pontífice,
le quita sentido y vigor a la vida, que se convierte en un viaje sin dirección
y sin significado. En este sentido, el Papa recordó el famoso relato del
Evangelio de Lucas (24,13-29) sobre los dos discípulos de Emaús. Ellos,
desilusionados y desanimados, se alejan de Jerusalén, dejando atrás las
esperanzas puestas en Jesús, que ha sido crucificado y sepultado.
“En sus primeras frases, este
episodio muestra como un paradigma de la tristeza humana: el fin de la meta en
la que se han invertido tantas energías, la destrucción de lo que parecía
esencial en la propia vida. La esperanza se ha desvanecido, la desolación se ha
apoderado de su corazón. Todo ha implosionado en muy poco tiempo, entre el
viernes y el sábado, en una dramática sucesión de acontecimientos”.
Miles de fieles en la Plaza de San Pedro para la
Audiencia General
En sus rostros
se refleja la parálisis del alma
La paradoja es realmente
emblemática, señaló el Papa León XIV, este triste viaje de derrota y retorno a
la normalidad se realiza el mismo día de la victoria de la luz, de la Pascua
que se ha consumado plenamente. Los dos hombres dan la espalda al Gólgota, todo
parece perdido y es necesario volver a la vida anterior, manteniendo un perfil
bajo. Pero, en cierto momento, un viandante se une a los dos discípulos, es
Jesús resucitado, pero no lo reconocen.
“La tristeza les nubla la mirada,
borra la promesa que el Maestro había hecho varias veces: que sería asesinado y
que al tercer día resucitaría. El desconocido se acerca y se muestra interesado
en lo que están diciendo. El texto dice que los dos «se detuvieron, con el
semblante triste». El adjetivo griego utilizado describe una tristeza integral:
en sus rostros se refleja la parálisis del alma”.
Plaza de San Pedro (@Vatican Media)
El gesto del
pan partido reabre los ojos del corazón
Ante esta situación, el Santo Padre
indicó que, Jesús los escucha, les deja desahogar su desilusión. Luego, los
reprende por ser «duros de entendimiento para creer en todo lo que han dicho
los profetas», y a través de las Escrituras les demuestra que Cristo debía
sufrir, morir y resucitar. En los corazones de los dos discípulos se reaviva el
calor de la esperanza, y cuando ya cae la tarde y llegan a su destino, lo
invitan a quedarse con ellos. Jesús acepta, luego toma el pan, lo parte y lo
ofrece. En ese momento, los dos discípulos lo reconocen... pero Él desaparece
inmediatamente de su vista.
“El gesto del pan partido reabre
los ojos del corazón, ilumina de nuevo la vista nublada por la desesperación. Y
entonces todo se aclara: el camino compartido, la palabra tierna y fuerte, la
luz de la verdad... De inmediato se reaviva la alegría, la energía vuelve a
fluir en los miembros cansados, la memoria vuelve a ser agradecida. Y los dos
regresan deprisa a Jerusalén, para contarlo todo a los demás”.
El Papa en la Audiencia de este miércoles 22 de
octubre (@VATICAN MEDIA)
«Es verdad,
¡el Señor ha resucitado!»
Finalmente, el Santo Padre dijo
que, en este adverbio, «verdaderamente», se cumple el destino seguro de nuestra
historia como seres humanos. No por casualidad es el saludo que los cristianos
se intercambian el día de Pascua. Jesús no resucitó con palabras, sino con
hechos, con su cuerpo que conserva las marcas de la pasión, sello perenne de su
amor por nosotros. La victoria de la vida no es una palabra vana, sino un hecho
real, concreto.
“La alegría inesperada de los
discípulos de Emaús sea para nosotros un dulce recordatorio cuando el camino se
hace difícil. Es el Resucitado quien cambia radicalmente la perspectiva,
infundiendo la esperanza que llena el vacío de la tristeza. En los senderos del
corazón, el Resucitado camina con nosotros y por nosotros. Testimonia la
derrota de la muerte, afirma la victoria de la vida, a pesar de las tinieblas
del Calvario. La historia todavía tiene mucho que esperar en el bien”.
(vatican.va)
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