A Jesús le duele nuestra indiferencia a su amor infinito. No podemos comprender tanto amor a pesar de lo que somos y hacemos. Él sufre por la falta de fe de la humanidad, por el gran pecado del orgullo, la carencia de amor entre las personas.
Lo he mirado en el Sagrario de esta hermosa Iglesia cercana a mi casa. Y le susurré: “Te quiero Jesús. Perdona mis pecados, lo poco que te amamos. No permitas que jamás te deje, mi buen Jesús. Lo eres todo para mí”.
En medio de la consagración, cuando el sacerdote elevaba la hostia santa recité esta bella oración que solía decir Chiara Lubich, la fundadora del Movimiento de los Focolares: “Oh Dios, Padre Todopoderoso y Eterno, en el nombre de Jesús, por la intervención de María Santísima, te pido el Espíritu Santo”.
Terminó la eucaristía y seguí orando, agradeciendo a Dios tantos y maravillosos dones que nos da. Jesús anhelando compartir con nosotros su infinito amor, busca adoradores “en Espíritu y verdad”, que vivan su fe y lo llevan a los demás.
Salí de aquella misa inquieto, con un dolor en el alma. Sentía que Jesús, en aquel sagrario, sufría por nosotros, alejados de su amor infinito. Tantas almas lo abandonan, lo niegan y se pierden en el pecado. Abandonan nuestra santa religión. Desprecian lo sagrado. Conozco muchos. Rezo por ellos.
Siempre he pensado que sus fuertes y duras palabras contra la Iglesia, la fe, o Dios, son como un grito de auxilio. Te piden en su dolor: “Ayúdame, con tus oraciones, tu ejemplo como persona de fe y una vida de santidad.”.
El fuerte mensaje de la Virgen María en Fátima sigue resonando cada vez con mayor fuerza en medio de la humanidad: «No ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido”.
Es hora de enmendar nuestras vidas y volver la mirada al Padre. Vivir en la gracia santificante, tener vida Evangélica y ser un reflejo de su amor.
Vivimos tiempos de crisis que también lo son de santidad. El mundo necesita santos con urgencia. Necesita tus oraciones, tus obras de misericordia.
Encontré un escrito que publiqué en Aleteia hace un tiempo y describe cómo me siento en estos momentos, mi anhelo de consolar el Sacratísimo Corazón de Jesús. Quisiera compartirlo contigo, pedirte que lo leas.
¿Qué te duele Jesús, de nosotros? (Un testimonio sorprendente)
He dedicado un tiempo para estar a solas con Jesús. Hoy le hice esta pregunta a los pies de la Cruz:
“¿Qué te duele más mi buen Jesús, de nosotros? ¿Cómo podemos aliviar tu sufrimiento? ¿Cómo consolarte?”
Al contemplarlo en la Cruz descubres su enorme sufrimiento por redimirnos.
En su Cruz encuentras el Amor, la pureza, la Ternura.
Yo quería decirle que le quiero, que lo sepa, que estoy para Él.
Llevo días haciéndole la misma pregunta a los pies de la cruz. Contemplando su dolor, la humildad con que aceptó la voluntad de su Padre, por amor a nosotros. Hoy encontré la respuesta a mi inquietud, de la forma más inesperada que puedas imaginar. Creo que te había comentado que pasaría estos días leyendo el Diario de santa Faustina, sobre la Divina Misericordia.
Abrí el libro…
No podía creerlo. ¡Allí estaba! Me llenó el alma de una gran tristeza.
Le prometí poner de mi parte para enmendar estos errores. No pude menos que decirle:
“Perdónanos Jesús”.
Te dejo con el fragmento del Diario de Santa Faustina, para que comprendas.
“Jesús se quejó conmigo con estas palabras: La desconfianza de las almas desgarra Mis entrañas. Aún más Me duele la desconfianza de las almas elegidas; a pesar de Mi amor inagotable no confían en Mí. Ni siquiera Mi muerte ha sido suficiente para ellas. ¡Ay de las almas que abusen de ella!”
“Has de saber, oh alma, que todos tus pecados no han herido tan dolorosamente Mi corazón como tu actual desconfianza. Después de tantos esfuerzos de Mi amor y Mi misericordia no te fías de Mi bondad”.
“A cambio de los beneficios recibo la ingratitud; a cambio del amor obtengo el olvido y la indiferencia. Mi Corazón no puede soportarlo”.
“Oh, cuánto Me duele que muy rara vez las almas se unan a Mi en la Santa Comunión. Espero a las almas y ellas son indiferentes a Mí. Las amo con tanta ternura y sinceridad y ellas desconfían de Mí. Deseo colmarlas de gracias y ellas no quieren aceptarlas. Me tratan como una cosa muerta, mientras que Mi Corazón está lleno de Amor y Misericordia”.
Pienso aprovechar estos días santos para acompañarlo, que sepa que le queremos, que valoramos su Sacrificio. Cómo ser indiferentes ante tan gran Amor. Es la hora para demostrarle al Amor de los Amores que no está solo, que lo amamos, que puede contar con nosotros.
“Te amo Jesús. Te lo repetiré una y mil veces en estos días santos”.
Claudio de Castro, Aleteia
Vea también Corazón de Jesús lleno de bondad y de amor, ten misericordia de nosotros - San Juan Pablo II
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