El religioso andaluz Pedro Manuel Salado, misionero en Ecuador
La playa de Castelnuovo, Atacames, en Ecuador, fue el lugar donde entregó su vida el hermano Pedro Manuel Salado el domingo 5 de febrero de 2012.
Tenía que ser un día de diversión y tranquilidad con los niños del Hogar de Nazaret.
Habían estado en misa. Él, gaditano, devoto de la Virgen del Carmen (llevaba su escapulario) había podido comulgar y rezar ante su imagen en la parroquia de Atacames.
"El mar se echó para atrás"... y se llevó a los niños
"El agua se metió para dentro, el mar se echó para atrás. Los niños más pequeños, con 8 y 9 años, se veían casi en alta mar, detrás de las boyas de seguridad. Así lo cuentan ellos", explica a Misión la Hermana Consuelo, del Hogar de Nazaret.
Al parecer, la causa fue un pequeño maremoto. "La agencia de geosísmica había dado algún aviso de riesgo sísmico, pero casi no se publicó, y en la playa no había bandera roja. De hecho, no había ni viento".
El sacerdote Manuel Jiménez cuenta que el hermano Pedro Manuel no era un gran nadador. "Nadaba normal. Le gustaba enseñar a nadar a los niños porque sabía que el mar era peligroso. Era precavido. Yo estuve con él algunas veces en la playa y me regañaba: 'Manuel, cuidado, que el agua es traicionera'. Pero en aquel momento se lanzó a rescatar a los chicos".
Exhausto y ahogándose, insistía en volver al agua
Pedro Manuel nadó para sacar a cada chaval. Primero recuperó a uno, después a otro, y a otro, y a otro, con gran esfuerzo.
Un socorrista se acercó y un hombre le aportó una tabla de surf. Él volvía una y otra vez a meterse en el agua.
Una ola le arrebató a los dos últimos niños. Él los persiguió y logró, ya agotado, colocarlos en la tabla. El socorrista se los llevó y volvió a por el religioso, que estaba exhausto y se ahogaba.
Lo llevaron a la orilla. Le dijeron que había salvado a los 7 niños, que estaban todos bien. Y entonces murió.
En febrero de 2020 se inauguró este monumento en la playa de los hechos y acudieron 5 de los muchachos a los que salvó el Hno. Pedro
Un nuevo tipo de santo: la entrega de vida
En 2017 el Papa Francisco anunció con el motu proprio ‘Maiorem hac dilectionem’ (2017) una nueva vía para canonizar santos: la de la entrega de la vida. Además de haber llevado a cabo una vida virtuosa en nivel heroico, el difunto deberá haber realizado una “oferta libre y voluntaria de la vida y la heroica aceptación ‘propter caritatem’ de una muerte segura y en el corto plazo”.
Esta es la vía por la que se ha iniciado el proceso de beatificación del hermano Pedro.
¿Sabía él que se enfrentaba a "una muerte segura" o simplemente no calculó bien sus fuerzas?
"Nuestro postulador ha hablado de esto con Roma", explica Manuel Jiménez. "Hay que pensar que él rescató a los 7 niños uno tras otro. Después de cada niño, notaba que estaba más y más agotado. Una hermana le advirtió: 'Pedro, no puedes con todo'. Pero él dijo: 'tengo que intentarlo, son mis niños'. Los dos últimos niños cuentan que él ya llego casi ahogándose. Él sabía que estaba agotado, que no podría más cuando fue a por los últimos. Era su forma de ser. Cuando me dijeron cómo murió, me dolió y lloré, pero no me extrañó, porque él era así”.
Siempre suave con los niños
La hermana Consuelo destaca que "papi Pedro", como le llamaban los niños en Ecuador, "tenía una cercanía especial con los niños más pequeños y con las personas discapacitadas, por su carácter agradable y su tono siempre suave. A veces incluso le decíamos “Pedro, que esos niños hacen contigo lo que quieren”.
"Si un niño caía de la bicicleta, la mayoría de nosotros, incluso padres, diríamos desde lejos 'niño, venga, levántate'. Él era de los que irían corriendo a estar a su lado, a ayudarle", explica el padre Manuel.
La hermana Consuelo destaca de Pedro su “humildad absoluta, de gran sencillez y transparencia. Si tenía dificultades, enseguida las comentaba con sus superiores. Era persona de oración, piadoso por naturaleza, de forma espontánea. Y fiel a las normas de oración de Hogar de Nazaret".
Impactado por Taizé de joven, rezaba mucho con la Biblia
El padre Manuel destaca que "usaba mucho la Biblia para rezar y meditar, además de los laudes y vísperas. Ya de joven tenía inquietudes espirituales, en su coro parroquial. Hizo un viaje de joven al monasterio ecuménico de Taizé, en Francia, y aquella oración le impactó y le centró en Dios. Cuando conoció Hogar de Nazaret se enganchó a servir a niños y pobres desde Dios”.
Desde 2002 era director del colegio Santa María de Nazaret en Quinindé, que atiende unos 500 niños, de los que 100 son muy pobres y están completamente becados, apadrinados desde España. Él se desvivía por los niños apadrinados y buscaba formas de ayudar a las familias.
En 2018, en Córdoba, se inició la causa de beatificación, con el apoyo del vicariato de Esmeraldas (Ecuador).
Pedro cuenta ya con una estatua y una placa en Chiclana (Cádiz) y se le concedió la Medalla de oro de la Provincia.
La estatua que recuerda al misionero en Chiclana (Cádiz)
"Hay gente que le reza todos los días. Tenemos un vídeo casero que hicieron dos hermanas sobre él, a los dos meses de morir, y sigo viendo a gente que llora cuando lo ven. Creo que Pedro enseña lo que la Iglesia hace: morir por los pobres", afirma convencido el padre Manuel.
(Publicado originariamente en la imprescindible revista Misión, de suscripción gratuita aquí)
Pablo J. Ginés / Revista Misión ReL
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