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domingo, 8 de noviembre de 2020

Evangelio del día

 

ChristianArt 
 
Mateo 25, 1-13 La parábola de las vírgenes sabias y tontas
 
 
La parábola de las vírgenes sabias y necias, después de Pieter Bruegel el Viejo (1525-1569),
Grabado de Philips Galle (1537-1612), Publicado alrededor de 1563, grabado en papel verjurado
© Harris Brisbane Dick Fund, 1928, Metropolitan Museum of Art

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco, previsoras. Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; las previsoras, en cambio, llevaron cada una un frasco de aceite junto con su lámpara. Como el esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó un grito: ‘¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!’ Se levantaron entonces todas aquellas jóvenes y se pusieron a preparar sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras: ‘Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando’. Las previsoras les contestaron: ‘No, porque no va a alcanzar para ustedes y para nosotras. Vayan mejor a donde lo venden y cómprenlo’. Mientras aquéllas iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’. Pero él les respondió: ‘Yo les aseguro que no las conozco’.

Comentario

Bulle

San Ambrosio (c. 340-397)
obispo de Milán y doctor de la Iglesia
De la virginidad, PL 16, 283-286


«Lo abracé y no lo soltaré más» (Ct 3: 4)

Tú que eres una de esas vírgenes que hacen resplandecer de una luz espiritual la gracia misma de su cuerpo, a ti que se compara con mucho acierto a la Iglesia, tú que velas en tu cuarto durante la noche: piensa siempre en Cristo y espera en todo momento su venida. Cristo entra, la puerta cerrada, y su venida no puede faltar, pues nos lo ha prometido. Abraza pues a aquel que has buscado; acércate a él y serás iluminado. Retenlo. Pídele que no se marche rápidamente. Ruégale que no se aleje. «Rápidamente corre su palabra » (Sal. 147:15); y no se deja alcanzar por aquellos que se adormecen, ni tampoco retener por los negligentes. Que tu alma venga a su encuentro. Sigue los trazos de esta Palabra venida del cielo, pues pasa rápidamente.
¿Y cómo Cristo es agarrado? no es por medio de las mallas de una red, pero con los lazos del amor. Solamente pueden atarlo las correas del espíritu, solo el afecto del corazón puede retenerlo. Si quieres, tú también puedes retener a Cristo, búscalo continuamente sin temer la fatiga. A menudo es por medio de los suplicios, e incluso bajo la mano de los que nos persiguen que encontramos a Cristo de la mejor manera. Unos instantes después de haber escapado de las manos de los perseguidores, y afín de que no sucumbas ante el poder del mundo, Cristo vendrá a tu encuentro y no permitirá que se prolongue tu prueba. (EDD)





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