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jueves, 5 de noviembre de 2020

Evangelio del día

 

ChristianArt 
 
Lucas 15, 1-10 La oveja perdida, la moneda perdida
 
 
The Shortening Winter's Day is near a Close, Pintado por Joseph Farquharson (1846-1935),
Pintado alrededor de 1903, Óleo sobre lienzo, © Sotheby's Londres, 9 de diciembre de 2008, lote 141

En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo; por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Este recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola: “¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se le perdió hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría y al llegar a su casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido’. Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentirse. ¿Y qué mujer hay, que si tiene diez monedas de plata y pierde una, no enciende luego una lámpara y barre la casa y la busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido’. Yo les aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se arrepiente”.

Comentario

San Juan María Vianney (1786-1859)
presbítero, párroco de Ars
El reconocimiento a Dios (Aimez Dieu !, coll. du Laurier, Le Laurier, 1982), trad. sc©evangelizo.org.


¡Qué felicidad saber que la misericordia de Dios es infinita!

La conducta que nos muestra Jesucristo durante su vida mortal, nos muestra lo inmenso de su misericordia con los pecadores. Vemos que van todos a él para estar en su compañía. En vez de rechazarlos o de alejarse, encuentra todos los medios posibles para encontrarse entre ellos, para atraerlos hacia su Padre. Va a buscarlos si tienen remordimientos de conciencia, los trae de vuelta con su gracia y gana con su amor. Los trata con tanta bondad que hasta toma su defensa contra escribas y fariseos que desean culparlos y que parecen no querer verlos cerca de Jesús.
Va todavía más lejos. Explica la conducta que tiene con ellos, con una parábola que retrata muy bien la enormidad de su amor por los pecadores: “Un buen pastor que tenía cien ovejas, habiendo perdido una, deja todas las otras para ir a buscar la que se le perdió…” (cf. Lc 15,3-4; Mt 18,12; Jn 10,11). Agrega una parábola sobre una mujer que, teniendo diez dracmas y habiendo perdido una, alumbra su lámpara para buscarla en todos los rincones de su casa. Habiéndola encontrado invita todas sus amigas a alegrarse (cf. Lc 15,8-9). (…) Vemos que Jesucristo se aplica él mismo esas vivas imágenes de lo inmenso de su misericordia hacia los pecadores.
¡Qué felicidad para nosotros saber que la misericordia de Dios es infinita! ¡Qué violento deseo sentimos nacer en nosotros de ir a postrarnos a los pies de un Dios que nos recibirá con tanta alegría! No tenemos excusa si nos perdemos, ya que Jesucristo nos muestra que su misericordia ha sido desde siempre grande y nos perdona cuando somos culpables de algo. (…) ¡O Dios mío! ¿Cómo consentir a perderse ya que cuesta tan poco salvarse y que Jesucristo desea tanto nuestra salvación? (EDD)





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