Emily Zanotti vive en Nashville y tiene un muy seguido blog de recetas

Emily Zanotti, con una de las gallinas que cría en su pequeño olivar
Hace un año, la cocina de Emily Zanotti se inundó de tal manera por un defecto de construcción que puso en cuestión los propios cimientos de la casa.
La reparación ha durado casi un año y todavía no está reparada del todo, y sin embargo lo peor no son las naturales incomodidades.
La cocina, Iglesia doméstica
Lo peor es que, mientras solventaban el problema, comían de cualquier manera en torno a una televisión y no en torno a una mesa, o encargaban comida a domicilio, o se alimentaban en horarios diferentes: "No solo perdimos una cocina. Perdimos el corazón de nuestra Iglesia doméstica", explica en National Catholic Register.
Esto le dio la perspectiva de hasta qué punto "perder el arte de la cocina y el rito de la comida familiar realmente pasa factura en nuestras vidas".
Emily vive en Tennessee (Estados Unidos). Se define como friki, fan de la serie ochentera Magnum P.I. (protagonizada por Tom Selleck, uno de los pocos republicanos de Hollywood) y católica tradicional.
Está casada y tiene tres hijos, dos gatos, seis gallinas y un blog titulado Cultivando olivos en Nashville donde explica recetas y trucos de cocina. Un olivar en Tennessee es, por cierto, a lo que se dedica.

El cardenal Raymond L. Burke, con Emily y su marido.
Pero, además de eso, sostiene una idea: las últimas generaciones -la suya, la anterior y las posteriores- ya no saben cocinar porque nadie se lo ha enseñado, y eso tiene unas consecuencias que no son solo materiales. Es una "carencia espiritual": "Cuando llenamos la barriga de nuestras familias, también alimentamos sus almas". Cuando no lo hacemos, pues, ese alimento espiritual se pierde.
Un post viral
Zanotti sostuvo en su blog que la gente hoy "realmente no odia cocinar, solo necesita dirección", algo a lo que, por cierto, ella se dedica. Se alega que la cocina doméstica es difícil, aburrida o cara porque el tiempo que se le dedica vale dinero, pero Emily rechazó ese argumento con energía y su post Por qué odias cocinar (y por qué estás equivocado) se viralizó "porque la cocina es la Iglesia doméstica", y muchos lo entienden así aunque no sean conscientes de ello.
En efecto, aun sin citar expresamente esa idea, algunos de sus consejos eran polémicos y tocaban el modo de vida de sus seguidores. Uno de esos consejos tiene que ver con su tesis sobre el valor espiritual de la cocina: "Tu tiempo no tiene por qué ser dinero. No tienes que contar en minutos tu beneficio. Hay cosas más valiosas que el dinero. Tu salud y tu longevidad, por ejemplo". O tu familia y tu alma, añade.
Ella denuncia un doble mal: se ha cortado el hilo generacional (las madres que cocinan no lo transmiten) y se ha academizado en exceso la enseñanza reglada, que excluye las habilidades prácticas necesarias para la vida.
Cuando llega el turno de vivir solo o de cocinar para el cónyuge o los hijos, es cuando esa "brecha de habilidades" se hace evidente y "deja de ser divertido (o económicamente inteligente) comer siempre fuera de casa".
Una experiencia espiritual
Ella fue víctima y, cuando formó su familia, tuvo que aprender. Pero no solo aprendió la técnica: "Logré replicar los platos de mi madre, pero también logré replicar ese sentimiento de amor que acompaña a una comida caliente preparada en el corazón del hogar por unas manos que te aman".
"Ese amor es [cursivas de Emily] una experiencia espiritual", continúa antes de citar el célebre 'Dios entre pucheros' de Santa Teresa de Jesús. Y esto es así porque "con las pequeñas cosas (tareas diarias, deberes familiares, pequeños sacrificios y creaciones) es como las familias se unen, tanto en amor como en Cristo".

Los hijos de Emily Zanotti, en la cocina.
Para justificar esto último, Zanotti no solo recuerda la presencia de los alimentos en la Biblia, y sobre todo la realidad de Cristo como alimento en la Eucaristía, sino también el aprecio que mostraron algunos santos a la cocina.
Santa Marta, ocupada en servir a Jesús mientras María escuchaba sus palabras, llegó a aparecer en alguna ocasión en la portada de The joy of cooking [La alegría de cocinar], el libro de cocina más vendido en Estados Unidos desde su primera edición en 1931. Y a San Pascual Bailón (como a San Isidro en las tareas agrícolas) le ayudaban los ángeles en sus tareas culinarias para que pudiese entregarse a la oración.
"Nuestros hogares son incubadoras de la fe y el lugar donde los niños empiezan a aprender la fe, la esperanza y la caridad, el servicio y el sacrificio", añade Emily: por lo que "las tareas diarias y aparentemente mundanas de servir a tu familia son oportunidades donde podemos encontrar a Cristo, imitar su sacrificio y llevar su amor al hogar".
Y, por si fuera poco, "la mayor parte de esas tareas son invisibles", lo cual es algo bueno porque implican "fe en la implicación habitual, y sin embargo milagrosa, de Dios en nuestras vidas, con impactos que no son todos gigantescos en su alcance, pero pueden ser todos gigantescos en su significado".
Maestra de humanidad y cristianismo
El servicio al hogar -a la cocina, en este caso- se considera hoy algo "arcaico", pero "de lo que mucha gente no se da cuenta es que estamos dando culturalmente la espalda a algunos de los mejores maestros de lo que significa ser humano y ser católico", concluye Emily.
Dejar que sus hijos pequeños la ayuden en la cocina y -a su modo- cocinen ellos mismos lo considera "una escuela de amor" porque aprenden que "vivir para los demás es una auténtica vida": "Quiero que experimenten el calor invisible y el amor intangible que existe en torno a la chimenea y a la mesa, para que puedan sentir el calor invisible y el amor intangible de Dios a lo largo de toda su vida".
C.L. ReL
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