
Amedida que las familias se adentran en el ritmo del verano -con su mezcla de días largos, vacaciones escolares y los inevitables choques entre padres e hijos-, una amable carta manuscrita de una santa en ciernes ofrece un mensaje intemporal que resuena tanto ahora como hace más de un siglo. El 19 de julio de 1922, un Pier Giorgio Frassati de 21 años, hoy beato de la Iglesia y pronto santo canonizado, se sentó a escribir a su madre.
No era una carta cualquiera. Era una de esas raras y humildes disculpas que revelan no solo la profundidad de su carácter, sino el corazón de un muchacho que reconocía el poder y la sabiduría del amor de una madre, incluso cuando venía en forma de regaño.

He aquí la carta completa:
"Querida mamá:
Siento mucho que pienses cosas tan falsas. Los consejos de mamá son siempre los más sabios y siempre son buenos incluso cuando uno ya es mayor.
Este año has estado muy lejos de mí y he podido apreciar lo que significa no tener cerca a mamá, que nos regaña de vez en cuando, pero que por la noche nos da un beso y su bendición, aunque no estoy solo, sino que tengo una querida tía y una querida abuela.
[...]
Querida mamá, perdóname de nuevo por todos los pequeños disgustos que te he dado, pero ten por seguro que, si alguna vez te he fallado, en el futuro trataré de hacerlo mejor, porque pienso a menudo en ti y rezo siempre a Dios, para que te dé esos consuelos que yo, por mis defectos, no puedo darte aunque te quiero mucho.
Besos a ti y a tu tía.
Pier Giorgio"
En un mundo en el que decir "lo siento" puede resultar difícil -incluso para los adultos-, esta sencilla nota resulta impactante. Pier Giorgio, conocido por su alegría, su servicio a los pobres y su profunda devoción a Cristo, no dudaba en admitir cuando se equivocaba. No ponía excusas. No echaba las culpas a otros. Reconocía la sabiduría de su madre, recordaba su ternura y ofrecía una sincera disculpa.
Para los niños de hoy, Pier Giorgio ofrece un poderoso ejemplo: no hace falta ser perfecto para ser santo. Basta con amar y estar dispuesto a crecer
El regalo de la reprimenda de una madre y su bendición
Sus palabras también ofrecen algo precioso a los padres; especialmente a las madres. A menudo, la paternidad es un delicado equilibrio entre corregir y consolar. Levantas la voz y luego besas la frente. Estableces las normas y luego envuelves a tu hijo en un abrazo. Es fácil preguntarse si es suficiente.
Pero aquí, Pier Giorgio nos lo recuerda: "El consejo de mamá es siempre el más sabio". Incluso cuando los niños se resisten, incluso cuando parecen no escuchar, están escuchando. Están observando. Y años más tarde, puede que recuerden con profunda gratitud esas mismas palabras de corrección, esos límites establecidos con amor.
Y sí, puede que algún día escriban sobre ello.
Un legado de amor escrito a mano

Hay algo más que aprender de esta hermosa carta. No era un mensaje elaborado sin cuidado. Era una carta. Escrita a mano y cuidadosamente redactada. Doblada y enviada con intención. En esa tinta sobre el papel, su madre podía ver no solo el alma de su hijo, sino el peso y el cuidado de lo que quería decir.
Este verano puede ser el momento perfecto para revivir el arte perdido de escribir cartas, aunque solo sea una pequeña nota a mamá, un agradecimiento a la abuela o un "lo siento" garabateado en una tarjeta. En un mundo lleno de comunicación instantánea, la pausa necesaria para escribir a mano ofrece algo verdaderamente sagrado: presencia, reflexión, amor.
Un santo tanto para los niños como para los padres
A medida que Pier Giorgio se acerca a la santidad, su vida sigue siendo elocuente, no solo en grandes actos de caridad o en sus aventuras en las cimas de las montañas, sino en algo tan humilde como esta carta a casa. Nos muestra que la santidad comienza en el hogar, con humildad y con corazones dispuestos a amar y perdonar.
Así que esta semana, tanto si eres un niño que se resiste a las normas de sus padres, como si eres un padre que se pregunta si sus palabras están calando, recuerda las palabras de Pier Giorgio, y quizás hazte eco de su oración:
"Pienso a menudo en ti y rezo siempre a Dios, para que te dé esos consuelos que yo, por mis defectos, no puedo darte, aunque te quiero mucho"
Cerith Gardiner, Aleteia
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