En la silenciosa capilla de una parroquia rural de Kansas, otra boda católica resuena con música de órgano y votos bajo un crucifijo. A miles de kilómetros de distancia, en una extensa diócesis de Texas, el silencio es más fuerte: las bodas en la iglesia son escasas a pesar del auge de la población católica. Este marcado contraste revela una compleja diversidad de la vida matrimonial católica en Estados Unidos, que desafía la geografía, la demografía e incluso las expectativas culturales. Según datos publicados recientemente por el Directorio Católico Oficial de 2024, las 175 diócesis de rito latino de EE. UU. celebraron 107 051 bodas el año pasado. De estas, 85 171 fueron bodas católicas y 21 880 fueron uniones interreligiosas, una fracción notable que refleja una sociedad cada vez más pluralista.
Pero el recuento nacional oculta disparidades regionales más profundas. ¿Por qué, por ejemplo, la Diócesis de Salina, Kansas, ostenta la tasa de matrimonio por católico más alta del país (una boda por cada 178 fieles), mientras que Lubbock, Texas, se sitúa en la parte inferior con una boda por cada 2722? ¿Qué hace que algunas diócesis sean centros vibrantes de matrimonio sacramental mientras que otras tienen dificultades para atraer parejas al altar? Diócesis pequeñas, culturas fuertes Las diócesis más prolíficas en cuanto a bodas no son necesariamente las más pobladas. De hecho, ninguna de las diócesis con mejor tasa de matrimonios tiene más de 400 000 católicos. En cambio, lugares como Savannah, Tulsa y Gaylord superan las expectativas.
Estas regiones han logrado cultivar lo que los sociólogos podrían llamar una «cultura del compromiso»: un ecosistema eclesial donde los jóvenes adultos ven el matrimonio por la Iglesia no como una reliquia, sino como un rito de paso. Muchas de estas diócesis comparten rasgos similares: comunidades unidas, una sólida vida parroquial y una atención pastoral más personalizada. También tienden a ubicarse en estados con tasas de matrimonio civil relativamente altas, como Kansas e Indiana, lo que sugiere que las normas culturales locales desempeñan un papel crucial. Sin embargo, este no siempre es el caso. Diócesis como Shreveport, Luisiana, y Oakland, California, desafían las tendencias de sus culturas civiles más amplias. Luisiana ocupa el penúltimo lugar en cuanto a tasas de matrimonio en EE. UU., pero Shreveport presume de una de las tasas de bodas católicas más altas del país. Oakland, por su parte, no solo supera su promedio en cuanto a bodas totales, sino que también celebra más bodas interreligiosas que católicas.
Esta estadística es prácticamente inédita y plantea importantes preguntas sobre cómo las prácticas diocesanas en torno a los matrimonios mixtos pueden aportar valiosas lecciones para la Iglesia en general. Grandes cifras, pequeños resultados En contraste, las cifras presentan un panorama desalentador para las diócesis más grandes de Estados Unidos. De las 19 diócesis con más de un millón de católicos, 18 están por debajo del promedio nacional de una boda por cada 453 católicos. Chicago, Nueva York y Phoenix ocupan posiciones sorprendentemente bajas en términos proporcionales, lo que sugiere que la escala podría estar perjudicando la intimidad sacramental. Probablemente intervengan varios factores. Las diócesis más grandes suelen lidiar con una sobrecarga pastoral, lo que diluye la presencia de la Iglesia en la vida de los jóvenes adultos. Los centros urbanos también tienden a fomentar estilos de vida más seculares o individualistas, con patrones matrimoniales tardíos o no tradicionales. Y si bien las diócesis grandes son demográficamente diversas, esto no siempre se traduce en una vibrante cultura matrimonial católica. Hay excepciones, por supuesto. Filadelfia, a pesar de ser la sexta ciudad más grande del país, supera ligeramente el promedio nacional, lo que demuestra que la urbanización por sí sola no condena a una diócesis a la anemia nupcial.
La Diócesis de San Agustín de Jacksonville y la Arquidiócesis de Indianápolis también superan las expectativas, lo que demuestra que una buena infraestructura pastoral puede salvar la brecha entre la expansión urbana y la intimidad espiritual. ¿Es el tamaño de las diócesis parte del problema? La correlación entre la población diocesana y la tasa de matrimonios plantea una pregunta provocadora: ¿podría ser mejor algo más pequeño? El papa Francisco, en su exhortación Evangelii Gaudium de 2013, advirtió sobre las «estructuras eclesiales que pueden obstaculizar los esfuerzos de evangelización». Desde entonces, ha actuado en consecuencia, creando 30 nuevas diócesis y eparquías a nivel mundial entre 2020 y 2024, a menudo a partir de jurisdicciones de gran tamaño. En Estados Unidos, la idea de subdividir las diócesis rara vez se ha debatido con urgencia, pero las estadísticas de matrimonios sugieren que podría merecer una atención seria.
En muchas diócesis grandes, un católico tiene cinco o incluso diez veces menos probabilidades de casarse por la Iglesia que en una más pequeña. Dividir las diócesis podría conducir a una atención pastoral más localizada, redes parroquiales más estrechas y una mayor visibilidad de la Iglesia en la vida cotidiana, factores todos correlacionados con tasas de matrimonio más altas. Contracorriente Algunas diócesis han logrado cultivar una rica cultura nupcial a pesar de navegar contracorriente demográfica. La Diócesis de Oakland destaca por su inusualmente alto número de bodas interreligiosas. La Iglesia local aparentemente ha logrado acoger en el sacramento del matrimonio a parejas de diferentes credos, aunque la diócesis se negó a comentar sobre sus métodos. Si se estudia más a fondo, Oakland podría convertirse en un modelo para las diócesis que enfrentan una creciente diversidad religiosa. Mientras tanto, diócesis como Gallup,
El Paso y Brownsville registran tasas de matrimonio alarmantemente bajas, a pesar de tener una importante población católica. En Phoenix, la probabilidad de que un católico se case por la Iglesia es aún menor (uno de cada 2318), lo que la convierte estadísticamente en una de las diócesis con menor participación sacramental en términos de matrimonio. Más allá de las estadísticas En esencia, esto no es solo una cuestión sociológica, sino teológica. El matrimonio es un sacramento, un signo visible de la gracia de Dios y una piedra angular de la vida católica. El hecho de que en muchas diócesis la mayoría de las parejas católicas no reciban este sacramento plantea preguntas incómodas sobre la catequesis, la evangelización y la presencia de la Iglesia en la vida de las personas.
La división matrimonial no se limita a la división entre el Norte y el Sur, entre zonas urbanas y rurales, entre estados republicanos y demócratas. Se da entre las diócesis donde la Iglesia está lo suficientemente cerca como para acompañar a las parejas jóvenes y aquellas donde no. Lo que revela el Directorio Católico Oficial no es solo un retrato de cifras, sino un mapa de posibilidades. En las bodas de Salina y Savannah, vislumbramos el potencial de un resurgimiento. En el silencio de Lubbock o Phoenix, escuchamos el llamado a la renovación. El futuro del matrimonio católico en Estados Unidos quizá no resida en mejores programas ni en parroquias más grandes, sino en comunidades diocesanas más pequeñas, más conectadas y más receptivas. El sacramento depende de ello.
Zenit
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