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miércoles, 1 de febrero de 2023

Dos creyentes que vivían y siguen viviendo la fe


 

En la Eslovaquia comunista, dos amigos animados por la misma pasión misionera contribuyen al renacimiento religioso del país a pesar de la represión, el encarcelamiento y el ateísmo. Un documental cuenta su historia, como recoge Angelo Bonaguro, investigador en la fundación Russia Cristiana, en La Nuova Europa:

Libres: la película sobre dos protagonistas de la Iglesia eslovaca bajo el comunismo

Estrenado a mediados de septiembre, el documental Slobodní [Libres], de Slavomír Zrebný, está dedicado a las figuras de Silvester (Silvo) Krčméry (1924-2013) y el padre Vladimír (Vlado) Jukl (1923-2012), dos protagonistas de la resistencia de la Iglesia católica eslovaca y de su resurgimiento a partir de los años 60.

El vídeo recorre la vida de los dos jóvenes amigos creyentes, que luchan contra los totalitarismos -nazi y comunista- que condicionaron la historia eslovaca del siglo pasado. Una vida muy intensa, a pesar del largo paréntesis carcelario, que el propio documental se esfuerza en resumir.

Silvo, un "mocoso famoso" de Banská Bystrica, se siente fascinado por las iniciativas jesuitas y, tras trasladarse con su familia a Bratislava, se involucra en la juventud católica; le gustaría estudiar teología, pero por voluntad de su padre debe matricularse en medicina. Y fue precisamente en la capital, en 1943, donde trabó amistad con Vlado, un "buen chico" todo casa e iglesia, en coincidencia con la llegada del padre Tomislav Kolakovič. Kolakovič, personaje carismático, es un jesuita huido de Yugoslavia que ejerce su apostolado entre los estudiantes eslovacos hasta el final de la guerra, cuando se ve obligado a refugiarse en Occidente, dejando semillas listas para germinar en suelo eslovaco.

Son los años de la república dirigida por monseñor Tiso, que establece una desafortunada alianza con la Alemania nazi. Para los dos amigos se trata de una situación sociopolítica inaceptable, por lo que se unen a la resistencia.

Trece años en las prisiones comunistas

Tras la guerra fueron a estudiar a Praga, donde llevaron a cabo una labor misionera en el ambiente universitario. Pero en pocos años, los temores que Kolakovič había expresado a los jóvenes sobre la situación que se produciría si los comunistas tomaban el poder, se convirtieron en dura realidad: tras el golpe de Estado de 1948, la Iglesia en Eslovaquia también sufrió las restricciones impuestas por el régimen.

En 1951, Silvo y Vlado fueron detenidos, declarados culpables de llevar a cabo actividades consideradas ilegales y condenados (en juicios separados) a 14 y 25 años de prisión respectivamente. "Vosotros tenéis el poder", dijo Silvo en defensa propia, "pero nosotros tenemos la verdad. No os envidiamos ese poder, ni lo deseamos; nos basta con la verdad porque es más grande y más fuerte que el poder. Pero los que están en el poder creen que pueden suprimir la verdad, que pueden matarla, o incluso crucificarla. Pero la verdad siempre ha resucitado y resucitará de entre los muertos".

En los años 50, las cárceles checoslovacas son sinónimo de malos tratos, violencia física y psicológica, en las que se obliga a los reclusos a realizar trabajos pesados y agotadores. "Señor todopoderoso", reza Vlado por la noche, "ayúdame a aguantar hasta la mañana", y luego: "Señor Dios, ayúdame a aguantar hasta la noche".

En 1965, tras haber estado separados durante su encarcelamiento, ambos son puestos en libertad. O mejor dicho, Vlado es puesto en libertad condicional y Silvo, en cambio, es literalmente expulsado de la cárcel tras rechazar la amnistía, porque está convencido de que no ha cometido ningún delito, por lo que las autoridades deberían anular la sentencia, no indultarle.

Cambio de rumbo en la vida

Los volvemos a encontrar a finales de los años 60: Silvo es radiólogo y Vlado matemático, y ambos están decididos a ponerse de nuevo al servicio de la Iglesia, ofreciendo su disponibilidad ante todo a los sacerdotes, aún atemorizados por las persecuciones de la época de Stalin. Su conocimiento y relación con el obispo Ján Korec, liberado tras ocho años de prisión, ordenado clandestinamente y obligado a trabajar como jornalero, dio lugar a la creación de la comunidad Fátima y de otros pequeños grupos de creyentes, porque "de dos en dos no podíamos hacer mucho por la Iglesia, así que era mejor tener una comunidad de amigos".

Vlado (izquierda) y Silvo, en los años 60.

Vlado (izquierda) y Silvo, en los años 60.

En 1971, Vlado fue ordenado sacerdote clandestinamente por Korec, con la intención incluso de ir en misión a la URSS; este era el viejo sueño de Kolakovič, que inicialmente tomó la forma de enviar literatura religiosa a través de Polonia, donde era más fácil introducirla, para luego pasarla a la URSS. En la década de 1980, la comunidad Fátima publicó revistas samizdat, organizó recogidas de firmas por la libertad religiosa y ayudó a organizar peregrinaciones, entre las que sigue siendo memorable la de Velehrad con motivo del 1100 aniversario de la muerte de San Metodio, que reunió a más de cien mil personas y demostró lo viva y dinámica que está la "Iglesia del silencio".

El final de la pesadilla

Es aún más viva en marzo de 1988, cuando algunos activistas católicos eslovacos organizaron una manifestación pacífica para exigir nuevos nombramientos episcopales, libertad religiosa y respeto por los derechos civiles; los participantes fueron brutalmente dispersados por la policía. Sin embargo, el régimen no sobrevive a la presión de la sociedad civil, apoyada también por la Iglesia, y en noviembre de 1989 la ola de cambio recorre también Eslovaquia. Vlado por fin puede participar públicamente en la vida eclesiástica, mientras que Silvo se dedica a la rehabilitación de drogadictos y marginados, porque "hay que tener caridad, saber perdonar y acercarse a los últimos".

Así, entre extractos de vídeos de época, fotografías y entrevistas en vídeo (también con los dos protagonistas, grabadas unos años antes de su desaparición), se desarrolla la historia de dos testigos de la Iglesia que demostraron cómo la libertad personal puede preservarse incluso en las peores circunstancias, cambiando la historia.

Y lo que sembraron no se ha perdido, como se lee en el testimonio recogido por el portal Denník Postoj con motivo del estreno del documental: "Tenía 17 años y llevaba una vida terrible, era muy problemático y me ahogaba en las drogas (...). Mis padres estaban desesperados, el castigo y el tratamiento no ayudaron (...). Un día, por consejo de una señora que mi madre conoció en la iglesia, me llevaron a Bratislava, a conocer a Silvo. Esperaba reproches y lecciones de vida.... En cambio, empezó a hablarme como si nos conociéramos de toda la vida, sin reprocharme nada, me acogió tal como era, le conté mi vida, rezamos y comimos... Cuando nos despedimos me dijo: 'Si necesitas ayuda, ven cuando quieras'. Se ganó mi confianza. Desde ese día, supe que había una persona a la que podía recurrir en cualquier momento y en cualquier situación (...). Estuve en prisión preventiva durante dos años (...). Un día mi madre me envió el libro que Silvo había escrito sobre los campos de trabajo. Se adaptaba perfectamente a mi situación y era como si visitara mi alma. Yo había estado encerrado por robo y drogas y él había cumplido trece años por la fe (...). Cuando me soltaron no cambié mi vida inmediatamente; de hecho seguí consumiendo drogas pero mucho menos que antes, y empecé a trabajar en mí mismo... Pero necesitaba a alguien que me ayudara, que me aconsejara y ese fue Silvo. Siempre me acogía, no me preguntaba nada, no me reñía... Poco a poco dejé la droga, conocí a la que se convirtió en mi esposa, me mudé, ahora tengo hijos mayores e intento vivir honestamente. Tomo la vida de Silvo como ejemplo, aprendo humildad (...). Todos buscamos a Dios, aunque los caminos para hacerlo sean diferentes".

Traducido por Verbum Caro.

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