Lectura del Evangelio Lucas 11:15-26 |
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Jesús estaba expulsando a un demonio que era mudo. Apenas salió el demonio, el mudo empezó a hablar. La muchedumbre quedó admirada, pero
algunos de ellos decían: "Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios". Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del cielo.
Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: " Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá
subsistir su reino? Porque –como ustedes dicen– yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul. Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos
de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si es por el dedo de Dios que expulso demonios. Entonces sabed que el reino de Dios os ha alcanzado. Mientras un hombre fuerte, completamente armado, guarda su propio palacio, sus bienes no son perturbados; pero cuando alguien más fuerte que él
lo ataca y lo vence, el hombre más fuerte le quita todas las armas con las que contaba y reparte su botín.
El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama".
'Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares desiertos en busca de reposo, y al no encontrarlo, piensa: "Volveré a mi casa,
de donde salí". Cuando llega, la encuentra barrida y ordenada. Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí. Y al final, ese hombre se encuentra peor
que al principio'.
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Comentario del P. Carlos Cardo s.j.
Los adversarios de Jesús lo han visto liberar a un pobre hombre que había perdido el habla a causa de un espíritu malo y lo acusan de emplear una fuerza diabólica para realizar tales acciones. Pero estas acciones visibilizan la presencia del Reino de Dios que Él anuncia e inicia; por eso no puede dejar de realizarlas.
La fuerza de Dios, que creó todas las cosas y reordena el mundo, actúa en Él, por eso en la sinagoga de Nazaret había reivindicado para sí la posesión del Espíritu, que Dios había prometido por medio de los profetas para los últimos tiempos: El Espíritu del Señor sobre mí me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres y me ha enviado a anunciar la liberación de los cautivos… (Lc 4, 18; Is 61, 1s).
La respuesta que da a la acusación que le hacen hace ver que esos signos que realiza lo acreditan como el enviado plenipotenciario y definitivo de Dios: Si yo expulso los demonios con el poder del Espíritu de Dios… es que ha llegado a ustedes el reino de Dios.
En las expulsiones de demonios se concentra de la manera mas gráfica el poder de Dios que actúa en Jesús venciendo al mal. Hoy no se acepta sin más, como en aquel tiempo, la posibilidad de una presencia y de una acción maciza del demonio en el mundo y en las personas, y se sabe que, en general, se atribuía a demonios (daimones) o espíritus malignos los males físicos. Concretamente, enfermedades que hoy llamaríamos psiquiátricas, y algunas orgánicas que se manifiestan con síntomas impresionantes, como convulsiones violentas y pérdida del conocimiento, eran vistas como el efecto o presencia de un factor numinoso, sobrenatural o mágico.
Esto supuesto, debemos decir que estos textos no han perdido el valor profundo que tienen para nosotros hoy porque la intención que tuvieron los primeros testigos al consignarlos en los evangelios es hacernos ver que, en Cristo, los poderes temibles del mal y de la muerte han dejado ya de ser invencibles.
Jesús exorciza, “desdemoniza” el mundo, libera a los hijos e hijas de Dios de todo demonio personal o social, de toda sumisión fatalista a las fuerzas de la injusticia, odio, disgregación y perdición, sana la creación que ha sido dañada por la maldad humana y abre para todos el reino de Dios su Padre.
Jesús es el más fuerte que viene y vence. Su victoria está asegurada. El reino de Satanás no pude mantenerse en pie. Pero esta victoria todavía debe extenderse en el plano personal y abrazar la vida de cada uno. Hasta su derrota final, el mal sigue actuando en el mundo. Nuestra vida cristiana está siempre amenazada. Quien se sienta seguro, tenga cuidado de no caer, advierte Pablo (1 Cor 10,12). Por eso pedimos al Padre que no nos deje caer en la tentación y que siga librándonos del mal y del maligno.
El párrafo termina con una advertencia de Jesús: no debemos presumir en nuestra vigilancia y lucha contra el mal en el mundo y en nosotros mismos. En el contexto del episodio narrado por Lucas, la llamada de atención es porque no basta con la expulsión del demonio, pues podría sobrevenir algo peor si no se pone cuidado. La persona liberada, representada en símbolo de la casa barrida y arreglada, debe estar con el Señor, recordando sus palabras: El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.
La lucha contra el mal continúa y la podemos sostener porque nos conduce y fortalece el Espíritu que hemos recibido en el bautismo. Él nos hace vivir como hijos e hijas, capaces de llamar Abba a Dios, nos libra del temor y nos capacita para discernir cuáles son sus divinas inspiraciones y cuáles son las del enemigo.
Oración
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha.
Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio.
Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde súplica.
Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido,
arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo
para la perdición de las almas. Amén.
(Vatican news)
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