Invitamos a los matrimonios y a personas interesadas en una familia feliz, a leer y asimilar pasajes de la Exhortación pontifical 'Amoris laetitia' del Papa Francisco.
Capítulo
quinto
AMOR QUE SE VUELVE FECUNDO
165. El amor siempre da vida. Por eso, el amor conyugal «no
se agota dentro de la pareja [...] Los cónyuges, a la vez que se dan entre sí,
dan más allá de sí mismos la realidad del hijo, reflejo viviente de su amor,
signo permanente de la unidad conyugal y síntesis viva e inseparable del padre
y de la madre»[176].
166. La familia es el ámbito no sólo de la generación sino
de la acogida de la vida que llega como regalo de Dios. Cada nueva vida «nos
permite descubrir la dimensión más gratuita del amor, que jamás deja de
sorprendernos. Es la belleza de ser amados antes: los hijos son amados antes de
que lleguen»[177]. Esto nos refleja el primado del amor de
Dios que siempre toma la iniciativa, porque los hijos «son amados antes de
haber hecho algo para merecerlo»[178]. Sin embargo, «numerosos niños desde el
inicio son rechazados, abandonados, les roban su infancia y su futuro. Alguno
se atreve a decir, casi para justificarse, que fue un error hacer que vinieran
al mundo. ¡Esto es vergonzoso! [...] ¿Qué hacemos con las solemnes
declaraciones de los derechos humanos o de los derechos del niño, si luego
castigamos a los niños por los errores de los adultos?»[179]. Si un niño llega al mundo en circunstancias
no deseadas, los padres, u otros miembros de la familia, deben hacer todo lo
posible por aceptarlo como don de Dios y por asumir la responsabilidad de
acogerlo con apertura y cariño. Porque «cuando se trata de los niños que vienen
al mundo, ningún sacrificio de los adultos será considerado demasiado costoso o
demasiado grande, con tal de evitar que un niño piense que es un error, que no
vale nada y que ha sido abandonado a las heridas de la vida y a la prepotencia
de los hombres»[180]. El don de un nuevo hijo, que el Señor
confía a papá y mamá, comienza con la acogida, prosigue con la custodia a lo
largo de la vida terrena y tiene como destino final el gozo de la vida eterna.
Una mirada serena hacia el cumplimiento último de la persona humana, hará a los
padres todavía más conscientes del precioso don que les ha sido confiado. En
efecto, a ellos les ha concedido Dios elegir el nombre con el que él llamará
cada uno de sus hijos por toda la eternidad[181].
167. Las familias numerosas son una alegría para la Iglesia.
En ellas, el amor expresa su fecundidad generosa. Esto no implica olvidar una
sana advertencia de san Juan Pablo II, cuando explicaba que la paternidad
responsable no es «procreación ilimitada o falta de conciencia de lo que
implica educar a los hijos, sino más bien la facultad que los esposos tienen de
usar su libertad inviolable de modo sabio y responsable, teniendo en cuenta
tanto las realidades sociales y demográficas, como su propia situación y sus
deseos legítimos»[182].
De la Exhortación ‘Sobre el Amor en la Familia’ (Capítulo V: El Amor se vuelve fecundo)
Rece con los Misioneros del Sagrado Corazón "Tú eres mi hija/o"
No hay comentarios:
Publicar un comentario