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jueves, 1 de mayo de 2025

Evangelio del día - Memoria de San José Obrero

Libro de los Hechos  5,27-33.

Los guardias hicieron comparecer a los Apóstoles ante el Sanedrín, y el Sumo Sacerdote les dijo:
"Nosotros les habíamos prohibido expresamente predicar en ese Nombre, y ustedes han llenado Jerusalén con su doctrina. ¡Así quieren hacer recaer sobre nosotros la sangre de ese hombre!".
Pedro, junto con los Apóstoles, respondió: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, al que ustedes hicieron morir suspendiéndolo del patíbulo.
A él, Dios lo exaltó con su poder, haciéndolo Jefe y Salvador, a fin de conceder a Israel la conversión y el perdón de los pecados.
Nosotros somos testigos de estas cosas, nosotros y el Espíritu Santo que Dios ha enviado a los que le obedecen".
Al oír estas palabras, ellos se enfurecieron y querían matarlos.


Salmo 34(33),2.9.17-18.19-20.

Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará siempre en mis labios.
¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
¡Felices los que en El se refugian!

pero el Señor rechaza a los que hacen el mal
para borrar su recuerdo de la tierra.
Cuando ellos claman, el Señor los escucha
y los libra de todas sus angustias.

El Señor está cerca del que sufre
y salva a los que están abatidos.
El justo padece muchos males,
pero el Señor lo libra de ellos.


Evangelio según San Juan 3,31-36.

El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra pertenece a la tierra y habla de la tierra. El que vino del cielo
da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie recibe su testimonio.
El que recibe su testimonio certifica que Dios es veraz.
El que Dios envió dice las palabras de Dios, porque Dios le da el Espíritu sin medida.
El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en sus manos.
El que cree en el Hijo tiene Vida eterna. El que se niega a creer en el Hijo no verá la Vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Bulle

San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Las Confesiones IX, 10


“El que ha venido del cielo da testimonio de lo que ha visto y oído.” (Jn 3,32)

Si hubiese alguno para quien callase el tumulto de la carne; y callasen los fantasmas de la tierra y de las aguas y del aire; y callase el cielo, y hasta su propia alma callase y saliese fuera de sí, no pensando en sí; y callasen los sueños y las imaginarias revelaciones; y callase toda lengua y todo signo y todo cuanto nace para desaparecer; si hubiese alguno para quien todo esto callase --porque para quien tiene oídos, todas estas cosas dicen “no nos hicimos nosotros, sino que nos hizo El, que permanece para siempre.” (cf Sal 99,3-5) Y si dicho esto todas las cosas enmudeciesen porque elevaron su oído hacia Aquel que las creó. Y si luego hablase El solo, no por ellas, sino por Sí mismo, para que oyésemos su palabra, no ya por lengua de carne, ni por voz de ángel, ni por tronido de nube (Ex 19,16) ni por enigma de parábola, sino directamente a El mismo, a quien amamos en estas cosas (...) a El mismo, a quien sin estas cosas oímos, a la manera que ahora extendemos las alas de nuestro pensamiento y en su vuelo nos elevamos hasta tocar la sabiduría eterna. (...) Por ventura, todo este cúmulo de cosas, ¿no es realización de aquellas palabras evangélicas que dicen: “Entra en el gozo de tu Señor.” (Mt 25,21)   (EDD)

Reflexión sobre el cuadro

Los Evangelios nos dicen que José era un artesano experto, un carpintero. En el contexto de una pequeña aldea, ese oficio le habría reportado algunos ingresos, suficientes para mantener un hogar modesto pero estable. Aunque no eran ricos, la Sagrada Familia probablemente vivía con cierto grado de autosuficiencia. A pocos kilómetros de Nazaret, la ciudad de Séforis estaba siendo desarrollada por Herodes Antipas durante los primeros años de Jesús. Todavía hoy pueden verse los restos de esa ciudad. Es posible que José, como comerciante, encontrara trabajo allí durante su construcción o tal vez suministrara parte de su trabajo de carpintería para apoyar los esfuerzos de construcción.

Hoy, al honrar a José el Obrero, reflexionamos sobre cómo su trabajo cotidiano mantenía a su familia día a día. Su compromiso silencioso y firme contribuyó a crear un entorno seguro en el que Jesús pudo crecer hasta la edad adulta. El papel de José en la crianza del joven Jesús, tanto en el apoyo práctico como en la formación espiritual, es tal vez más importante de lo que a menudo nos damos cuenta. Junto con María, ayudó a cultivar una vida hogareña llena de fe en la que pudo florecer la relación de Jesús con Dios. El ejemplo de José nos recuerda que el compromiso fiel con nuestras responsabilidades cotidianas puede tener efectos duraderos y de gran alcance.

Georges de La Tour José el Carpintero es una reflexión silenciosa y poderosa. A primera vista, la escena parece sencilla: el joven Jesús está de pie junto a su padre terrenal, que trabaja a la luz de las velas en una habitación a oscuras. José, representado como un anciano, taladra un trozo de madera con una barrena, cuya forma (larga y estrecha) recuerda visualmente a un crucifijo, aludiendo sutilmente a la cruz en la que Cristo sufrirá algún día. La luz de la vela, colocada entre Jesús y José, proyecta una luz cálida y resplandeciente que ilumina suavemente el rostro sereno y contemplativo de Jesús, y simboliza a Cristo como Luz del Mundo. Curiosamente, Jesús parece proteger la llama con la mano, un gesto lleno de significado. Sugiere su conciencia de la luz frágil pero divina que lleva para la humanidad, y evoca la naturaleza oculta de la Encarnación cuando era un niño. La quietud y la intimidad generales de la escena reflejan la santidad doméstica de la Sagrada Familia, al tiempo que llaman nuestra atención sobre el carácter sagrado del trabajo ordinario. José, absorto en su oficio, encarna la dignidad del trabajo, mostrando cómo las tareas cotidianas pueden convertirse en actos de devoción.

by Padre Patrick van der Vorst






















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