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martes, 28 de febrero de 2023

Vivir con «sencillez» la Cuaresma: 5 aspectos para centrarse en lo que realmente es importante

                  Una ayuda para encontrar la paz en medio de tanto ruido


La vida, sobre todo en el mundo que vivimos actualmente, es en muchas ocasiones compleja. Prisas, mucho trabajo, poco tiempo para poder dedicar a los demás, atascos… Y esto vale para padres de familia, jóvenes o personas mayores.

Muchos anhelan la simplicidad, y en cierto modo Dios se manifiesta en los sencillos y en lo sencillo. La Cuaresma es un excelente momento para que cada uno examine su propia vida, evaluar nuestras prioridades y analizar cómo estamos gastando nuestro tiempo.

Sam Guzmám, editor de The Catholic Gentleman, habla de algunos elementos que ha aprendido en sus luchas para simplificar y acabar contra el caos de la vida, siendo totalmente aplicables para esta Cuaresma, un momento idóneo para esta reflexión:

Sam Guzmán, director del The Catholic Gentleman

Sam Guzmán, católico, padre y escritor, es el editor de The Catholic Gentleman.

1. Priorizar

La búsqueda de la simplicidad comienza simplemente haciendo una pregunta: "¿Qué es importante para mí?". Si no se puede responder esta pregunta directamente es difícil alcanzar paz.  En ese caso uno será esclavo de las cosas externas que traen amargura y a capricho del resto del mundo. Así que es importante decidir qué es importante, incluso sagrado, para cada uno. Marcar una frontera alrededor de las cosas sagradas y decir no a cualquier cosa que amenace con violar este espacio es importante. No hay que sentirse culpable pues la palabra “No” es también poderosa.

Sam Guzmán afirma que algunos de estos compromisos sagrados en su vida son la fe y la familia. “Sin la base de la oración y la adoración, mi vida se deteriorará rápidamente. Dios, la Santísima Madre, los ángeles y los santos, estos son lo primero en mi vida. El cuidado de mi alma debe venir antes que cualquier otra cosa, o nunca podré dar de mí generosamente. Porque no puedes dar lo que no tienes”, recuerda.

Inmediatamente después de esto  aparece el compromiso con su familia. “El tiempo en familia es importante para mí, y a menudo digo ‘no’ a cosas buenas que amenazan ese tiempo para aquellos que amo. Dios me ha confiado a mi esposa y a mis hijos de una manera sagrada. Son mi principal responsabilidad en la vida".

"He escuchado demasiadas historias trágicas de padres que estaban demasiado ocupados con todo lo demás, incluso cosas dignas, y que descuidaron a sus familias. Como resultado, su esposa e hijos sufrieron y las consecuencias de esas heridas continuaron generacionalmente. Me niego a dejar que nada viole este límite”, señala.

2. Reduce el consumo

El objetivo de la publicidad es que las empresas fabriquen deseos y que hagan que las personas que no están contentas se sientan  más descontentas para así gastar dinero. Y funciona tremendamente bien.

Sam Guzmán señala que “si crees que eres inmune al poder de la publicidad, piénsalo de nuevo. Todos somos susceptibles a ello, y funciona en nosotros inconsciente y subliminalmente”. Por ello, cree que estando  “continuamente estimulado por la publicidad” y es casi imposible estar en paz, pues “nos encontramos plagados de un descontento  que realmente no podemos explicar. Lo único que parece satisfacerlo, incluso temporalmente, es comprar algo”.

Cuaresma es buen momento para pensar en nuestra adicción a los móviles

¿Entonces qué se puede hacer? Es casi imposible evitarlo por completo, pero hay algunas cosas que puede hacer. “Lo más importante es simplemente reconocer el poder de una cultura de consumo y ser consciente de su efecto. Luego, apaga el televisor y pasa menos tiempo en Internet. Manténgase alejado de Amazon y reduzca en Instagram”, recomienda Sam Guzmán.

Una solución pasa por llenar la mente con todo lo que es bueno, verdadero y hermoso: “Pasa tiempo en la naturaleza y conecta con tus seres queridos (…) Finalmente, sé generoso. Cuanto más atento estés a las necesidades de los demás, menos probabilidades tienes de consumir”.

3. Vivir el momento

En esta vida el ser humano se enfrenta a dos poderosas tentaciones a diario: “vivir en el pasado o vivir en el futuro”. Ambas tentaciones deben evitarse. Solo hay un momento en el que hay que vivir, y ese es  el ahora.

Sam Guzmán asegura que “vivir en el pasado con demasiada frecuencia nos llena de arrepentimiento por cosas que ya no podemos cambiar. Nos preocupamos de cómo las cosas serían diferentes si hubiéramos tomado mejores decisiones, o cuánto mejor sería nuestra vida si las circunstancias hubieran sido distintas. Pero incluso si estamos tenemos recuerdos felices, esto puede robar la alegría del momento presente donde se vive realmente la vida”.

Por otro lado, considera que “vivir en el futuro también puede plagarnos de ansiedad. No tenemos idea de lo que traerá el futuro, y es demasiado fácil dejar que nuestra imaginación vuele con escenarios, la mayoría de ellos negativos. Este miedo puede paralizarnos y evitar que tomemos decisiones importantes que necesitamos hacer en el presente. El miedo es la raíz de muchos defectos, y vivir demasiado en el futuro rara vez produce paz”.

El único momento que Dios da es el presente.

“El presente es el momento en que se encuentra Dios y su gracia. Es la intersección de la eternidad y el tiempo donde tomamos decisiones que darán forma a lo que nos convertimos. Si podemos aprender a estar contentos en el momento presente, en lugar de tratar continuamente de escapar de él, podemos encontrar a Dios y una paz que supera toda comprensión”, explica Guzmán.

4. Practica la gratitud

En este cuarto punto, este padre de familia y escritor recuerda que “la gratitud es esencial para una vida alegre. Inherente a la gratitud está la humildad y el asombro ante la gracia de los dones de Dios. También contiene asombro por el reconocimiento de que todo es un regalo. No hay nada bueno que no nos llegue de las manos misericordiosas de Dios. La gratitud es el polo opuesto del derecho. Es el reconocimiento de que no merecemos nada. No se nos debe nada. Cada respiración, cada latido de nuestros corazones, es un privilegio lleno de gracia”.

Expresar gratitud, una actitud para Cuaresma - foto de Jackson David en Unsplash

Por ello, cree que “la gratitud también nos recuerda que la verdadera alegría rara vez se encuentra en las cosas extravagantes que el mundo nos ofrece”. Sin embargo,  la alegría “se encuentra en dar gracias por los regalos de la vida. Un hermoso amanecer. Una sonrisa amorosa de tu cónyuge. Una buena taza de café. El olor a mojado después de la lluvia”.

Una recomendación que hace es escribir tres cosas cada día por las que estés agradecido. Hazlo un hábito, y cuanto más lo hagas, más te darás cuenta de que estás rodeado de abundancia.

5. Reza

La oración es la respiración de la vida espiritual. “En el momento en que dejamos de hacerlo –cuenta Guzmán- comenzamos a asfixiarnos espiritualmente. No hay mejor manera de encontrar la paz en medio de las tormentas y el caos de la vida que rezando”.

De este modo, concluye afirmando que “la oración da profundidad a nuestra vida espiritual y atrae la gracia a nuestras almas. Nos da la conciencia de un reino celestial donde los santos y los ángeles siempre están a nuestro lado, listos para ayudarnos en las pruebas de la vida. Y nos ayuda a recordar valores eternos cuando las responsabilidades temporales nos presionan. Los sufrimientos de esta vida son cortos, pero la eternidad es larga. La oración nos da ojos para ver esto”.

J.Lozano / ReL


Vea también     Algunas ideas creativas para la Cuaresma























¿Cómo transmitir hoy la fe a tus hijos? Propuesta de los curas de Red de Redes: hablar y dar ejemplo

           Hay que llegar antes, y con más intensidad, que las redes sociales


Los sacerdotes Silva, Bronchalo y Doménech
hablan sobre transmitir la fe a los hijos en casa

¿Cómo pueden los padres de hoy transmitir la fe cristiana a sus hijos, sometidos a un entorno a menudo indiferente o muy hostil a la religión? Es la pregunta que abordan en profundidad Patxi Bronchalo, Jesús Silva y Antonio Maria Domenech, los tres sacerdotes de Red de Redes, el programa de catequesis en YouTube de la ACdP.

Cada familia deberá encontrar su estilo, pero siempre implicará que los padres demuestren ser coherentes en sus actos con lo que "predican", priorizar algunas cosas (como el comer juntos en familia o salir juntos a actividades) frente a otras (como el exceso de tiempo ante las pantallas) y tener conciencia de que hoy la fe cristiana y su estilo de vida son contraculturales.

“Se ha roto la baraja”

Bronchalo, Silva y Domenech arrancan planteando la premisa: “Hoy se ha roto la baraja, ya no estamos en la cristiandad y no podemos pensar que la transmisión de la fe se va a realizar culturalmente”, asegura Bronchalo.

Silva coincide en que antes se daba por supuesto que el hijo recibiría una cultura cristiana, pero que ya no es así. “Tenemos que partir de cero y educar a nuestros hijos en que lo que van a vivir es contracultural en la sociedad”, añade.

El padre Antonio María Domenech con un paraguas, símbolo de protección contra lo malo

El padre Antonio María Domenech con un paraguas, símbolo de protección contra lo malo.

El peligro de no ser coherentes

“Los hijos tienen dos cámaras que están apuntándonos constantemente”, recuerda Bronchalo, refiriéndose a la mirada de los niños, y dice que, por tanto, “la coherencia es muy importante”.

Advierte, en esta línea, de que no sirve de nada estar hablando de caridad todo el día pero luego rechazar a quien te pide un favor, o llevar a los niños a la Iglesia pero luego despotricar de alguien en la mesa. “Si les enseñan algo desviado, tú lo vas a desmontar, pero si no eres coherente…”, plantea.

Domenech añade que “se empieza por muy poco”. “Hay padres que dejan de ir a misa un domingo, y eso le está enseñando a los hijos que ir a misa es relativo; desmonta la escala de valores que están formando”, dice.

Pone otro ejemplo: ¿irás de vacaciones donde sabes que no podrás ir a misa? ¿O te aseguras de evitar esos sitios? “A tus hijos entonces se les queda en la cabeza que la misa es tan importante que incluso justifica no visitar un país”, dice.

Un tiempo de sembrar y un tiempo de rezar

Silva distingue dos etapas en la relación con los hijos. “A partir de cierta edad, cuando ya son mayores, hay que tener cuidado con no convertirnos en unos pesados, porque se ponen una tapia y ya no escuchan”, señala.

A los padres que sufren por tener hijos alejados de la fe les dice: “Tú ya has sembrado lo que tenías que sembrar; ahora te queda rezar y, de vez en cuando, invitarle”.

El padre Silva pide ser insistentes con los niños pequeños e invitar sin agobiar a los hijos ya crecidos

El padre Silva pide ser insistentes con los niños pequeños e invitar sin agobiar a los hijos ya crecidos.

“Mi madre nos decía ‘Ya te he explicado todo lo que hay; el día del Juicio Final no podrás alegar ignorancia’”, recuerda Domenech.

Pero la cosa es distinta con hijos pequeños. "No dejes de poner los fundamentos, de sembrar las semillas, por todos los medios que puedas”, destaca Silva: leyendo la Biblia, llevándoles a misa, rezando con ellos…

“Es importante no inculcar solo conocimientos, también experiencias, como llevarles frente a Jesús sacramentado, ponerles música cristiana, sumergirles en el arte cristiano… y contarles testimonios de personas cuya vida ha cambiado por encontrarse con Jesucristo”, dice el sacerdote.

“Es bueno rezar todos juntos; enseñarles a tratar a Dios como una persona viva”, coincide Bronchalo.

Domenech apunta un matiz: “A veces insistimos en llenar la vida de cosas y no en llenar las cosas de vida”.

Para proteger: hablar mucho, y pronto, con los hijos

"Muchas veces a través de los medios se nos cuela la cultura anticristiana, y aquí mi primer consejo es hablar mucho con los hijos, mucho; es una inversión”.

“Yo diría también que hay que llegar antes”, apunta Silva, “porque los chavales van a tener acceso a redes sociales, a Tik Tok… y hay que ir un paso por delante, explicar a tus hijos lo que hay, ‘en internet te van a decir tal, y tú tienes que saber tal’”.

Particularmente preocupa a Silva el acceso a la pornografía o a imágenes eróticas, muy sencillo a través de redes sociales. “Hoy la mayor parte de jóvenes -lo sé porque se lo he preguntado- no se alejan de la Iglesia por un problema profundo de fe o una discusión teológica, sino porque les han vendido que el sexo es lo más grande a lo que aspirar y que la Iglesia quiere que no lo tengas… Cuando pierdes la moral, pierdes la fe”, reflexiona.

Poder comer juntos, y hablar

Bronchalo recuerda los pasajes del Evangelio donde Jesús aparece comiendo con publicanos y pecadores.  Señala que es muy importante que una familia pueda comer unida en torno a una mesa con regularidad. Comer juntos, dice, es “el altar sagrado de toda familia”, el lugar donde reunirse y compartir. “Hay que cuidar esos espacios privilegiados”, dice, y evitar que estén marcados por la televisión o el móvil.

El capítulo termina con tres recomendaciones. Domenech recomienda conocer la vida de san Isidro Labrador, “que supo dejar el trabajo por estar con Dios, ¡y es que a veces le damos más importancia que a Él!”.

Silva recomienda el catecismo para jóvenes YouCat y su complemento, el DoCat, con propuestas enfocadas a la práctica.

Y Bronchalo, la película de Juan Manuel Cotelo Tengamos la fiesta en paz  que se puede ver en Netflix.


Una experta comparte sus conocimientos de cómo educar a los hijos en la fe














Evangelio del día

Evangelio según San Mateo 6,7-15.

Jesús dijo a sus discípulos:
Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados.
No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.
Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre,
que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.
No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.
Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes.
Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

San Juan Casiano (c. 360-435)
fundador de la Abadía de Marsella
De la oración, XVIII (SC 54, Conférences VIII-XVII, Cerf, 1958), trad. sc©evangelizo.org


“Padre nuestro que estás en los cielos, que tu Nombre sea santificado”

“Padre nuestro”. Confesamos con nuestros labios que el Dios y Señor del universo es nuestro Padre. Así hacemos profesión de haber sido apelados de la condición servil a la condición de hijos adoptivos.
Continuamos diciendo: “Que estás en los cielos”. El tiempo de nuestra vida no es más que un exilio y esta tierra, una tierra extranjera que nos separa de nuestro Padre. ¡Huyamos de ella y con todo el ardor de nuestro deseo, apresurémonos hacia la que proclamamos región donde reside nuestro Padre! Una vez llegados a la dignidad de hijos de Dios, arderemos con la ternura que está en el corazón de todos los buenos hijos. Sin mirar más nuestros intereses, tendremos sólo pasión por la gloria de nuestro Padre.
Le diremos “Que tu Nombre sea santificado”, testimoniando así que su gloria es todo nuestro deseo y alegría. Imitamos de este modo al que dijo “El que habla por su cuenta busca su propia gloria, pero el que busca la gloria de aquel que lo envió, ese dice la verdad y no hay nada de falso en él” (Jn 7,18). (…)
Estas palabras “Que tu Nombre sea santificado”, podrían también interpretarse en el sentido que Dios es santificado por nuestra perfección. Decirle “Que tu Nombre sea santificado”, sería como pedirle “Padre, vuélvenos tales que meritemos conocerte, comprender la grandeza de tu santidad o, por lo menos, que esta santidad irradie en nuestra vida espiritual”. Entonces se cumplirán estas palabras: “Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo” (Mt 5,16). (EDD)

Oración

(La del Evangelio)

Vea también       El Comentario al Padrenuestro
de Benedicto XVI



















lunes, 27 de febrero de 2023

Si le preguntan ¿usted sabría la respuesta?


 

¿Es verdadera la Sagrada Escritura?

«Los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad, porque escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor» (Concilio Vaticano II, DV 11). [103―107]

Ni la BIBLIA cayó ya acabada del cielo ni fue dictada a unos escribas autómatas. Más bien Dios «se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos; de este modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería» (Concilio Vaticano II, DV 11). Para que determinados textos fueran reconocidos como Sagrada Escritura se requería además la aceptación universal en la IGLESIA. En las comunidades debía existir el consenso: «Sí, Dios nos habla a través de estos textos; esto está inspirado por el Espíritu Santo». Desde el siglo IV está establecido en el CANON DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS cuáles de los muchos textos cristianos primitivos están inspirados realmente por el Espíritu Santo.

            ¿ Cómo puede ser «verdad» la Sagrada Escritura,si no todo lo que contiene es correcto?

La BIBLIA no pretende transmitirnos precisión histórica ni conocimientos de ciencias naturales. Los autores eran además hijos de su tiempo. Compartían las representaciones culturales de su entorno y en ocasiones estaban anclados en sus limitaciones. Pero todo lo que el hombre debe saber acerca de Dios y del camino de la salvación se encuentra con certeza infalible en la Sagrada Escritura. [106―107,109]

Los números al final del párrafo se refieren al Catecismo de la Iglesia católica





La «divertida» labor misionera del «obispo en moto» evangelizando a indígenas que desconocen la fe


Giulio Mencuccini, el obispo emérito de Sanggau,a bordo de su Triumph 1000 dirigiendo una caravana motera en Italia.

 

"La misión es moverse, ir hacia el prójimo, hacia los que esperan una palabra de amor, un mensaje de esperanza para sus vidas, con la alegría del Evangelio de Cristo"… Y si es en moto, mejor. Esa ha sido la cosmovisión que el obispo y "misionero en moto" Giulio Mencuccini ha desarrollado durante 48 años en los bosques de Borneo, hasta que el pasado mes de noviembre le sucedió el indonesio Valentinus Saeng  al frente de la diócesis de Sanggau.

Durante su periodo como sacerdote pasionista ha visitado aldeas, celebrado la Eucaristía y administrado los Sacramentos, ha impartido catequesis entre niños, jóvenes y adultos y ha llevado el anuncio del Evangelio a grupos indígenas que nunca habían oído hablar de Cristo.

También ha guiado caravanas con ayuda humanitaria, o sencillamente ha hecho largos viajes para pasar unos días con comunidades de lugares remotos que veían muy pocas veces a un sacerdote. Lejos de abandonar esta labor de evangelización, prosiguió con ella al ser nombrado obispo, logrando que los católicos aumentasen hasta en un 50% en su diócesis que comprende Sanggau y Sekadau.

De los 48 años que lleva ejerciendo la labor misionera, 32 lo ha hecho también como obispo hasta que el pasado mes de noviembre fue sucedido por el indonesio Valentinus Saeng, considerado por el emérito como "una gran bendición" para la diócesis, especialmente debido a "su fuerte pasión por los nuevos métodos de evangelización".

Mencuccin en borneo.

Giulio Mencuccini en las carreteras de Borneo. 

"Os saludo con alegría en el corazón, os dejo en buenas manos. Estoy contento porque el Papa ha elegido a mi sucesor, el segundo obispo de la diócesis de Sanggau", dijo a los fieles.

El Obispo recuerda con entusiasmo en Agendia Fides el tiempo de su misión en Borneo.

Una divertida misión en moto en la selva de Borneo

"A menudo quería hacer varias visitas a todos los pueblos de la diócesis y participar plenamente en las fiestas culturales y tradicionales de los diversos lugares, para poder estar realmente con los fieles. Sus rostros, su sencillez, su fe, todos estos hermosos recuerdos permanecerán siempre en mi corazón. He dicho a los fieles que los considero y los consideraré siempre a todos hermanos y hermanas en la misma fe", comentó.

También explicó que cuando fue elegido obispo de la diócesis de Sanggau quedó en un principio sorprendido por "un terreno tan vasto y densamente boscoso", con no pocas dificultades para llegar a las zonas más remotas.

"Con el tiempo, me di cuenta de que el mío podía ser un servicio pastoral incluso 'divertido', siempre sorprendente, nunca estático, hecho de muchos viajes en moto, en compañía de muchos jóvenes",  recuerda.

Tras lograr un gran crecimiento de los fieles católicos en su diócesis, Mencuccini deja a sus fieles "en buenas manos".

"Ahora os toca a vosotros. Espero que seáis sal, luz y levadura en esta diócesis, caminando juntos por el enriquecimiento espiritual y la prosperidad humana de todos. Estaré siempre cerca de vosotros con mis oraciones", se despidió el obispo misionero.

ReL

Vea también     La Misión de la Iglesia y nuestra Misión





















‘Los Fabelman’: magistral lección sobre el cine y la familia

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La nueva (y fascinante y semiautobiográfica) película del maestro Steven Spielberg es un homenaje doble al cine y a su familia en la que se nutre de sus experiencias de infancia y juventud para contarnos de dónde proviene, de dónde sale esa fascinación por el séptimo arte y cuáles fueron los caminos que le llevaron a emprender una vida consagrada a permanecer detrás de las cámaras.

Su álter ego es Sam Fabelman (Mateo Zoryan de niño, Gabriel LaBelle de adolescente), quien vive junto a sus hermanas, su padre (Paul Dano) y su madre (Michelle Williams) y un amigo al que apodan «tío» (Seth Rogen), como si fuera de la familia, y que sospechosamente está casi siempre con ellos.

Lo que Spielberg nos relata es el camino de heridas y aprendizaje desde que entra al cine a ver su primera película hasta que consigue empleo en una productora para dirigir episodios para televisión, antes de lanzarse a dirigir «El diablo sobre ruedas».

«Las películas son sueños que nunca se olvidan»

El filme comienza con un prólogo maravilloso, en el que el Sam niño tiene miedo de entrar al cine porque le han contado que las personas se ven gigantes en la pantalla. Antes de franquear la puerta del local, su padre le explica la parte técnica (cómo una luz proyecta fotografías a tanta velocidad que nos hace creer que esas imágenes se mueven) y su madre la parte emotiva («Las películas son sueños que nunca se olvidan»).

En esta escena se refleja ya la esencia del largometraje: el hechizo y el descubrimiento de esas 24 imágenes por segundo, las enseñanzas de los adultos y la caracterización de sus tutores. El padre es científico y le transmite enseñanzas técnicas y racionales; la madre es artista y le comunica sentimientos y el romanticismo propio del arte.

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Este subtexto es, a mi juicio, el más importante del filme porque así Spielberg nos revela de dónde nacen sus películas: de un equilibrio de contrarios entre arte/corazón y técnica/racionalidad. Es como si el cineasta nos dijera que él proviene de ahí, de esos genes y de esas lecciones y que él es así gracias a su influjo.

Tras ese prólogo, el montaje ofrece unas cuantas secuencias menos impactantes porque se abordan momentos de infancia con toques de comedia ligera y felicidad doméstica. Pero sólo es un cebo porque pronto, en cuanto el niño se convierte en adolescente, la película da un giro hacia el drama y hacia algunos aspectos que vuelven la vida más intolerable (disputas conyugales, secretos familiares, acosadores de instituto, decepciones, cambios de domicilio).

A partir de ahí «Los Fabelman» va creciendo hacia la grandeza, con secuencias difíciles de olvidar como ese montaje de una filmación casera en el que Sam descubre el secreto de su madre y manipula y recorta escenas para que nadie las vea, o el impacto que provoca en los compañeros que le hacen bullying las imágenes que ha escogido para mostrarlos tal y como son, igual que si les pusiera un espejo delante (pero los espejos también deforman).

El cine de Spielberg siempre trata de la mirada: cómo miran sus personajes y qué miran y cómo los miramos nosotros. Es, por ende, un cine que siempre nos involucra.

El conflicto entre el arte y la familia

Además de las lecciones que recibe de sus progenitores, otros personajes aportan su grano de arena. El tío Boris (Judd Hirsch) le advierte que el conflicto entre el arte y la familia le romperá el corazón.

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Su primera novia, Monica (Chloe East), una chica ultra católica enamorada de las imágenes de Jesucristo, le enseña que uno no debería proponer matrimonio a edades tan tempranas y con amoríos tan recientes; en estas escenas hay una tendencia hacia lo cómico que, en manos de Spielberg, no resulta ofensivo porque él nunca lo es y tampoco posee la clase de cinismo de quienes intentan hacer daño. Y John Ford, cineasta gruñón y leyenda viva, le da un consejo esencial sobre la filmación del horizonte.

Poco a poco, Sammy aprende que la cámara no sólo sirve para capturar imágenes, sino también para esconderlas en el montaje, para manipular emociones, para desdibujar personajes, para engañar al ojo y a nuestra percepción, para acomodar la realidad a los caprichos de la ficción… Aprende que es un vehículo artístico que puede aterrorizarnos, hacernos reír, conmovernos. Una herramienta que puede salvar a quienes amamos y defendernos de quienes nos odian.

«Los Fabelman» es, también, un monumento hacia su madre, mujer desbocada y entusiasta, deprimida a ratos, de la que vemos tanto sus luces como sus sombras porque es un ser humano y no un personaje de cartón. Luces y sombras que, es obvio, definen el cine.

José Ángel Barrueco, Aleteia

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Evangelio del día


 

Evangelio según San Mateo 25,31-46.

Jesús dijo a sus discípulos:
"Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.
Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos,
y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.
Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo,
porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron;
desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'.
Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber?
¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?
¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'.
Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'.
Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles,
porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber;
estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'.
Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'.
Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'.
Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

San Carlos de Foucauld (1858-1916)
ermitaño y misionero en el Sahara
Sobre el Evangelio (Œuvre spirituelle, anthologie, Seuil, 1958), trad. sc©evangelizo.org


“Todo lo que hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”

“Tuve hambre, y ustedes me dieron de comer” (Mt 25,35). Nuestro Señor nos da aquí el verdadero motivo de la limosna, el más poderoso de todos, aunque haya otros.
Hay que dar para obedecer la orden de Dios, hay que obedecer para imitar a Jesús que tanto ha dado, que da tan generosamente. Hay que dar porque el amor de Dios nos obliga a reportar el amor que tenemos por él sobre los hombres, sus hijos amados. Hay que dar por bondad, únicamente para practicar y cultivar esta virtud, que tenemos que querer, porque es un atributo de Dios. Es una de las bellezas divinas, es una perfección de Dios, en consecuencia es Dios mismo. Pero el motivo más entrenador y ardiente de todos para dar, es que todo lo que hacemos a nuestro prójimo, lo hacemos a Jesús mismo. Esto significa cambiar, reformar toda nuestra vida, dirigir todas nuestras acciones, palabras, pensamientos…
“El Rey responderá: Todo lo que hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt 25,40). (EDD)

Oración

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita! Amén.














Pensamiento MSC del día

 


domingo, 26 de febrero de 2023

¿Se puede equivocar la Iglesia en cuestiones de fe?

 


          

La totalidad de los fieles no puede equivocarse en la fe, porque Jesús prometió a sus discípulos que les enviaría el Espíritu de la verdad, que los sostendría en la verdad (Jn 14,17). [80­82,85­87,92,100]

Así como los discípulos creyeron de corazón en Jesús, un cristiano cuando pregunta por el camino de la vida puede fiarse completamente de la º IGLESIA. Dado que Jesús mismo encargó a sus º APÓSTOLES el ministerio de la enseñanza, la Iglesia tiene un º MAGISTERIO y no puede callar.

Ciertamente miembros aislados de la Iglesia pueden equivocarse e incluso cometer faltas graves, pero en su conjunto la Iglesia no puede desviarse de la verdad de Dios. La Iglesia es portadora a través de los tiempos de una verdad viva que es mayor que ella misma. Se habla del depositum fidei, del depósito de la fe que hay que custodiar. Si esa verdad es negada o deformada públicamente, la Iglesia debe hacer resplandecer de nuevo «lo que se ha creído en todas partes, siempre y por todos» (san Vicente de Lérins, 450).

Los números al final del párrafo se refieren al Catecismo de la Iglesia católica















¿Por qué seguir en la Iglesia a pesar de la tormenta? Ratzinger lo planteó y respondió en 1970

                    Un texto que es un auténtico bálsamo para la actualidad


Joseph Ratzinger, en una época en la que, antes incluso de ser obispo, oteó los males que aquejaban a la Iglesia y propuso seguir amándola en medio de ellos.

“Un acontecimiento de gran importancia ha comenzado: la Iglesia se apaga en las almas y se disgrega en las comunidades”. Estas palabras parecen pensadas para describir el momento presente, pero son de 1970 y las pronunció en una conferencia, parafraseando a Romano Guardini (“Un acontecimiento de gran importancia ha comenzado: la Iglesia despierta en las almas”, había dicho en 1921), un reputado teólogo, perito en el Concilio Vaticano II que había concluido un lustro atrás, llamado Joseph Ratzinger.

Medio siglo después, ya como Papa, les haría eco su célebre afirmación de que “en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento”.

Las inquietudes del teólogo y pastor Ratzinger en 1970 se referían al “vacío desconcertante”,  la “extraña situación de confusión” y la “disgregación” del postconcilio, acumulación de “muchos y opuestos motivos para no permanecer en la Iglesia”. Una desazón idéntica a la que se apodera hoy de numerosos católicos por motivos diversos.

En ese sentido, la conferencia del obispo Ratzinger es un auténtico bálsamo porque aporta criterios de fe y de razón para la esperanza y la fidelidad en medio de la tormenta. La pronunció el 11 de junio de 1970 en Múnich por invitación de la Katholischen Akademie de Baviera, y se recoge en un volumen compartido con Hans Urs von Balthasar precisamente para responder a la cuestión de por qué seguir siendo cristiano y miembro de la Iglesia en los momentos en los que la bate la tormenta. 

La obra conjunta de Ratzinger y Von Balthasar.

La obra conjunta de Ratzinger ('Por qué sigo en la Iglesia') y Von Balthasar ('Por qué sigo siendo cristiano').

El texto fue traducido y preparado por el sacerdote y teólogo Pablo Cervera para su inclusión en el tomo VIII/2 (La Iglesia, signo entre los pueblos, publicado en enero de 2019) de las Obras Completas de Joseph Ratzinger.

Obras completas de Joseph Ratzinger.

Las causas de que alguien pueda pensar en abandonar la Iglesia

De la exposición que hace el futuro pontífice pueden deducirse algunas causas por las que la Iglesia ha llegado a una situación como la que él mismo describe.

1. La eficacia como criterio supremo

“La perspectiva contemporánea", afirma, "ha determinado nuestra mirada sobre la Iglesia, de tal modo que hoy prácticamente sólo vemos la Iglesia desde el punto de vista de la eficacia, preocupados por descubrir qué es lo que podemos hacer con ella... Para nosotros hoy no es nada más que una organización que se puede transformar, y nuestro gran problema es el de determinar cuáles son los cambios que la harían «más eficaz» para los objetivos particulares que cada uno se propone".

Con este concepto, la conversión personal pasa a un segundo plano. El "núcleo central" de cualquier "reforma" en la Iglesia "es un proceso espiritual, totalmente cercano al cambio de vida y a la conversión, que entra de lleno en el corazón del fenómeno cristiano: solamente a través de la conversión se llega a ser cristianos; esto vale tanto para la vida particular de cada uno como para la historia de toda la Iglesia".

2. Obsesión por las estructuras

Como consecuencia de lo anterior, abandonado el "esfuerzo y el deseo de conversión", se espera la salvación "únicamente del cambio de los demás, de la transformación de las estructuras, de formas siempre nuevas de adaptación a los tiempos". Lo reformable son entonces solo "las realidades secundarias y menos importantes de la Iglesia. No es de extrañar, por tanto, que la misma Iglesia aparezca en definitiva como algo secundario".

La obsesión contra "las estructuras" se convierte así en "una sobrevaloración del elemento institucional de la Iglesia sin precedentes en su historia", de modo que "para muchos la Iglesia queda reducida a esa realidad institucional" y "la pregunta sobre la Iglesia se plantea en términos de organización".

3. Las interpretaciones sustituyen a la fe

Ratzinger alerta de que los aplausos a la Iglesia ante ciertos cambios provienen de "aquellos que no [tienen] ninguna intención de llegar a ser creyentes en el sentido de la tradición cristiana, pero [saludan] este «progreso» de la Iglesia como una confirmación de sus propias opciones y de los caminos recorridos por ellos".

Eso fuera de la Iglesia. Pero dentro sucede algo parecido, con la incertidumbre introducida por interpretaciones de la fe en las que "las verdades pierden sus propios contornos", con lo cual "los límites entre la interpretación y la negación de las verdades principales se hacen cada vez más difíciles de reconocer".

Ratzinger lo dice sin tapujos: "El derecho de ciudadanía que la incredulidad ha adquirido en la Iglesia vuelve la situación cada vez más insoportable tanto para unos como para otros".

4. Denigración de la Iglesia histórica

Cuando los católicos aceptan e incluso propagan la mayor parte del discurso anticatólico sobre el pasado de la Iglesia, siembran la semilla del abandono de la fe.

La Iglesia siempre se vio a sí misma como "el gran estandarte escatológico visible desde lejos que convocaba y reunía a los hombres. Según el concilio de 1870, ella era el signo esperado por el profeta Isaías (11,12), la señal que incluso desde lejos todos podían reconocer y que a todos indicaba claramente el camino a recorrer. Con su maravillosa propagación, su eminente santidad, su fecundidad para todo lo bueno y su profunda estabilidad, ella representaba el verdadero milagro del cristianismo, la mejor prueba de su credibilidad ante la historia".

Hoy, incluso desde dentro de la Iglesia se traslada la idea de que es "no una comunidad maravillosamente difundida, sino una asociación estancada...; no ya una profunda santidad, sino un conjunto de debilidades humanas, una historia vergonzosa y humillante, en la que no ha faltado ningún escándalo... de modo que quien pertenece a esa historia no puede hacer otra cosa que cubrirse vergonzosamente la cara... Así, la Iglesia no aparece ya como el signo que invita a la fe, sino precisamente como el obstáculo principal para su aceptación".

Razones para seguir en la Iglesia

“Ante la situación presente, ¿cómo se puede justificar la permanencia en la Iglesia?”, se pregunta Ratzinger, como pueden estar preguntándose hoy miles de católicos: “Dicho en otros términos: la opción por la Iglesia, para que tenga sentido, ha de ser espiritual. Pero ¿en qué puede apoyarse una opción espiritual?” Igual que vale la pregunta, valen también las respuestas que proponía entonces el futuro Benedicto XVI.

1. Porque la Iglesia no es nuestra, sino “Suya”

"Permanezco en la Iglesia", explica, "porque creo que hoy como ayer, e independientemente de nosotros, detrás de «nuestra Iglesia» vive «Su Iglesia», y que no puedo estar cerca de Él si no es permaneciendo en su Iglesia. Permanezco en la Iglesia porque, a pesar de todo, creo que no es en el fondo nuestra sino «Suya». Dicho en términos muy concretos: es la Iglesia la que, no obstante todas las debilidades humanas existentes en ella, nos da a Jesucristo; solamente por medio de ella puedo yo recibirlo como una realidad viva y poderosa, que me interpela aquí y ahora".

Por eso, "quien desea la presencia de Cristo en la humanidad, no la puede encontrar contra la Iglesia, sino solamente en ella".

2. Porque no se puede ser cristiano en solitario

"No se puede creer en solitario", dice el futuro Papa: "La fe sólo es posible en comunión con otros creyentes. La fe, por su misma naturaleza, es fuerza que une. Su verdadero modelo es la realidad de Pentecostés, el milagro de compresión que se establece entre las personas de procedencia y de historia diversas. Esta fe o es eclesial o no es tal fe".

3. Porque la fe no puede ser una elección personal

Esa eclesialidad es garantía contra el capricho y la volubilidad de la creencia puramente privada: "Además, así como no se puede creer en solitario, sino sólo en comunión con otros, tampoco se puede tener fe por iniciativa propia o invención, sino sólo si existe alguien que me comunica esta capacidad, que no está en mi poder, sino que me precede y me trasciende. Una fe que fuese fruto de mi invención sería un contrasentido".

Joseph Ratzinger.

Si fuese algo puramente personal, la fe "me podría decir y garantizar solamente lo que yo ya soy y sé, pero nunca podría superar los límites de mi yo. Por eso una Iglesia, una comunidad que se hiciese a sí misma, que estuviese fundada sólo sobre la propia gracia, sería un contrasentido. La fe exige una comunidad que tenga poder y sea superior a mí, y no una creación mía ni el instrumento de mis propios deseos".

"Todo esto se puede formular también desde un punto de vista más histórico", precisa Ratzinger, atendiendo a la condición divina de Jesús. Porque si Jesús no fue un ser superior al hombre, "yo me encontraría al arbitrio de mis reconstrucciones mentales y Él no sería nada más que un gran fundador, que se hace presente a través de un pensamiento renovado. Si en cambio Jesús es algo más, Él no depende de mis reconstrucciones mentales, sino que su poder es válido todavía hoy".

4. Porque el mundo sin Cristo sería peor

"¿Qué sería el mundo sin Cristo, sin un Dios que habla y se manifiesta, que conoce al hombre y a quien el hombre puede conocer?", se pregunta el que sería pocos años después arzobispo de Múnich: "La respuesta nos la dan clara y nítida quienes con tenacidad enconada tratan de construir efectivamente un mundo sin Dios", dice en clara referencia a los totalitarismos del siglo XX, erigidos con la finalidad expresa de prescindir de Él.

"Permanezco en la Iglesia", resuelve entonces, "porque creo que la fe, realizable solamente en ella y nunca contra ella, es una verdadera necesidad para el hombre y para el mundo. Este vive de la fe aun allí donde no la comparte. De hecho, donde ya no hay Dios —y un Dios que calla no es Dios— no existe tampoco la verdad que es anterior al mundo y al hombre".

5. Porque solo la Iglesia salva al hombre, por la Cruz

"El mismo pensamiento puede ser expresado de otra manera: permanezco en la Iglesia porque solamente la fe de la Iglesia salva al hombre", afirma a continuación el teólogo de prestigio que era el interviniente. Hace un repaso de las erradas corrientes de pensamiento moderno (cita a FreudJungMarcuseAdornoHabermasMarx) que buscan la salvación del hombre: "El gran ideal de nuestra generación es una sociedad libre de la tiranía, del dolor y de la injusticia". Es "un impulso fundamentalmente cristiano, pero el pensar que a través de las reformas sociales y la eliminación del dominio y del ordenamiento jurídico se puede conseguir aquí y ahora un mundo libre de dolor, es una doctrina errónea, que desconoce profundamente la naturaleza humana".

En efecto, "se nos quiere hacer creer que se puede llegar a ser hombres sin el dominio de sí, sin la paciencia de la renuncia y la fatiga de la superación, que no es necesario el sacrificio de mantener los compromisos aceptados, ni el esfuerzo para sufrir con paciencia la tensión entre lo que se debería ser y lo que efectivamente se es". Pero "en realidad, el hombre no es salvado sino a través de la cruz y la aceptación de los propios sufrimientos y de los sufrimientos del mundo, que encuentran su sentido liberador en la pasión de Dios. Solamente así el hombre llegará a ser libre. Todas las demás ofertas a mejor precio están destinadas al fracaso".

6. Porque la verdad de la Iglesia no son solo sus debilidades

Estas verdades necesitan ser dichas, no escondidas, porque "la esperanza del cristianismo y la suerte de la fe dependen de algo muy simple: de su capacidad para decir la verdad. La suerte de la fe es la suerte de la verdad; esta puede ser oscurecida y pisoteada, pero jamás destruida".

Y la verdad es que la Iglesia no se reduce a sus debilidades,  sino que, "junto a la historia de los escándalos, existe también la de la fe fuerte e intrépida, que ha dado sus frutos a través de todos los siglos en grandes figuras".

7. Porque necesitamos la belleza de la Iglesia

La belleza que ha aportado la Iglesia al mundo es uno de los grandes argumentos a su favor: "También la belleza surgida bajo el impulso de su mensaje, y que vemos plasmada aún hoy en incomparables obras de arte, se convierte para él en un testimonio de verdad: lo que se traduce en expresiones tan nobles no puede ser solamente tinieblas... La belleza es el resplandor de la verdad, ha afirmado Tomás de Aquino, y podríamos añadir que la ofensa a la belleza es la autoironía de la verdad perdida. Las expresiones en que la fe ha sabido darse a lo largo de la historia son testimonio y confirmación de su verdad".

8. Porque la Iglesia está llena de personas que lo merecen

Un argumento que valía hace medio siglo como hoy y siempre a lo largo de dos mil años: "Si se tienen los ojos abiertos, también hoy se pueden encontrar personas que son un testimonio viviente de la fuerza liberadora de la fe cristiana. Y no es una vergüenza ser y permanecer cristianos en virtud de estos hombres que, viviendo un cristianismo auténtico, nos lo hacen digno de fe y de amor".

Porque esos hombres son una prueba viviente de la presencia de Dios: "¿No figura acaso como una prueba relevante en favor del cristianismo el hecho de que haga más humanos a los hombres en el mismo momento en que los une a Dios? Este elemento subjetivo ¿no es también al mismo tiempo un dato objetivo del cual no hemos de avergonzarnos ante nadie?"

9. Porque amamos a la Iglesia

Es la razón fundamental porque la que seguimos en ella, y con la que concluye la conferencia de Joseph Ratzinger: la amamos, y por eso queremos limpiarla de nuestras propias miserias: "El amor no es estático ni acrítico. La única posibilidad de que disponemos para cambiar en sentido positivo a una persona es la de amarla, transformándola lentamente de lo que es en lo que puede ser. ¿Sucederá de distinto modo en la Iglesia?".

En resumen: "No valdría la pena permanecer en una Iglesia que, para ser acogedora y digna de ser habitada, tuviera necesidad de ser hecha por nosotros; sería un contrasentido. Permanecer en la Iglesia porque ella es en sí misma digna de permanecer en el mundo, digna de ser amada y transformada por el amor en lo que debe ser, es el camino que también hoy nos enseña la responsabilidad de la fe".

C.L., ReL

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