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miércoles, 5 de noviembre de 2025

¿Dónde está tu hermano? La voz de los obispos tras el asesinato de Carlos Manzo

 

Carlos Manzano, uruapan
La Conferencia del Episcopado Mexicano llama a reconstruir la paz tras el asesinato del Alcalde de Uruapan, símbolo de la lucha contra la injusticia y la violencia ocasionada por el narcotráfico

Con su familia, en medio de una celebración tradicional en vísperas de la fiesta mexicana del “Día de Muertos”, fue como perdió la vida el Alcalde de Uruapan, Carlos Manzo. Un tirador, en medio del tumulto, le arrancó la vida a quien, minutos antes, había estado abrazando a su hijo y su comunidad.

Era un padre de familia muy joven. Nació el 9 de mayo de 1985. Estudió Ciencias Políticas y Gestión Pública en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) en Guadalajara, Jalisco.

De 2017 a 2018, fue auditor en la sede en Michoacán del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Durante esa Legislatura 2021-2024, propuso una iniciativa de reforma al Código Penal Federal para castigar con una pena de uno a cuatro años de prisión o de 180 a 360 días de multa a quien dispare un arma de fuego “apuntando al aire sin justificación”. La propuesta fue desechada en agosto de 2024.

Finalmente se separó del Partido político al que pertenecía y se lanzó como candidato independiente a la alcaldía de Uruapan en 2024. Todavía, hace pocos días, lanzó un llamado al gobierno federal por ayuda: “Para que no dejen solo a Uruapan en el combate de los delitos federales que le corresponde a la Federación atender”.

Una escalada de violencia

El asesinato de Carlos Manzo ha vuelto a colocar en el centro del debate nacional, la escalada de violencia política que vive México. Uruapan, una de las regiones más golpeadas por el crimen organizado, se convierte en símbolo del costo humano de la corrupción, la impunidad y la descomposición social.

Frente a este escenario, la CEM ha emitido un comunicado en el que, con firmeza evangélica, denuncia la violencia fratricida que destruye la dignidad humana y llama a los mexicanos -creyentes o no- a convertirse en constructores de paz. 

Los obispos mexicanos reconocen que este no es un hecho aislado. La presencia de grupos armados que controlan la vida pública, los despojos de tierra, las amenazas a productores y comerciantes, son síntomas de un sistema que ha perdido el bien común.

“El verdadero crimen no es solo la muerte de un alcalde o un comerciante, sino la vida amenazada de miles de ciudadanos que día a día ven ultrajadas sus libertades”

(Comunicado CEM, 2 de noviembre de 2025).

La respuesta de la Iglesia: acompañar, denunciar y no rendirse

En medio de este momento oscuro, los obispos insisten: “La luz no se extingue frente a la oscuridad” y expresan su compromiso de seguir caminando al lado de sus comunidades, incluso en regiones marcadas por la violencia. Los sacerdotes, religiosas y laicos que permanecen firmes a su misión son, según la CEM, “signos vivos de la presencia de Cristo”.

Este acompañamiento se traduce en acciones concretas: acompañar a las víctimas, promover el Diálogo Nacional por la Paz, y exigir a las autoridades inteligencia y determinación para frenar la impunidad.

“¿Dónde está tu hermano?” La raíz espiritual de la violencia

Los obispos retoman la pregunta del Génesis (4,9): “¿Dónde está tu hermano?”, una interrogación que resuena como eco de la conciencia nacional. La violencia no es solo un crimen político: es un pecado social que nace de la indiferencia. Cada vida perdida es una negación del rostro de Dios.

El Papa Francisco lo expresó en Fratelli tutti (n. 72):

“El aislamiento y la cerrazón en los propios intereses nunca son el camino para redescubrir la esperanza y realizar una renovación”

Llamado a la esperanza: construir desde el Evangelio

México, dicen los obispos, necesita reconciliarse consigo mismo, sanar la fractura del miedo con la fuerza del amor.

Frente a la violencia, la Iglesia no ofrece un discurso político, sino una propuesta de conversión: la paz comienza en el corazón, en la familia, en la comunidad.

María Santísima de Guadalupe, a quien invocan los obispos mexicanos, se convierte en el signo de unidad que puede volver a tejer los lazos de fraternidad: “Que Nuestra Madre Santísima de Guadalupe guíe nuestros corazones e interceda por nosotros para que juntos alcancemos la paz, la libertad y el desarrollo que nuestro México merece”.

La paz no se construye desde el miedo. 

Ciertamente México vive tiempos de prueba, pero también de oportunidad. La sangre de quienes dieron la vida por la justicia no es estéril.

Desde la fe, los obispos mexicanos nos hacen un llamado a recordar que “el mal no tiene la última palabra” y que los cristianos están llamados a ser constructores de paz, no por ingenuidad, sino por fidelidad al evangelio pues, como afirmó el Papa Benedicto XVI:

“El futuro pertenece a quienes tienen la fuerza de la verdad, no a los que imponen el miedo”.

Mónica Alcalá, Aleteia

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