En un funeral sintió «la fuerza de la Resurrección»; ahora quiere transmitirla en el frente

Petro, periodista ucraniano de 59 años, ahora seminarista grecocatólico, con su esposa Natalia y su madre
Una cosa es tener vocación tardía, y otra cosa mucho más extrema es ser padre de familia y sentirse llamado a hacerse cura y capellán militar en el sitio más peligroso del mundo para ello, el frente de Ucrania repleto de bombas y drones.
Este es el caso de Petro Didula, de 59 años, casado, padre de cinco hijos ya crecidos, veterano periodista formado en la Universidad Católica Ucraniana, que ya tenía unos títulos de teología, y ahora entra en el seminario grecocatólico para formarse y ser sacerdote y capellán militar, en plena guerra. (Los grecocatólicos, plenamente unidos a Roma, pueden ordenar sacerdotes a hombres casados). Petro cuenta su historia a Diana Motruk, para la web de testimonios de la Iglesia Grecocatólica ucraniana.
Un funeral especial
Esa llamada de Dios, dice, empezó en 2023 en el funeral de un joven militar, Dmytro Pashchuk, que murió durante una misión de combate en Jersón, al sur de Ucrania. Era el prometido de la hija de Petro.
"Allí experimenté el momento de la Resurrección con especial intensidad. No fue solo mi experiencia personal; más tarde, otros asistentes al funeral, incluidos militares, me explicaron sentimientos similares. Podría parecer que un funeral ya es un camino preestablecido de duelo y tristeza, pero la muerte de Dmytro me sacó de mi rutina. Quizás por primera vez en mi vida, experimenté la Resurrección tan profundamente en la muerte de un ser querido".
"No puedo explicar exactamente cómo sucedió. Después de todo, lo que les cuento ahora suena como un relato clásico de fe en Cristo. Pero una cosa es comprenderlo y otra muy distinta experimentarlo", detalla.
En otros funerales militares a los que fue después vio tristeza y desesperanza. Muchos sacerdotes no intentaban transmitir la luz de la Resurrección. Y, sin embargo, los soldados fallecidos cumplían el mandato de Jesús (Juan 15,12): "No hay amor más grande que dar la vida por los amigos".
En bicicleta, una idea obsesiva: "Ve al seminario ahora"
"Una tarde, mientras volvía a casa del trabajo en bicicleta, me asaltó una idea obsesiva: «Ve al seminario ahora»", explica Petro. Llamó al rector del seminario de Leópolis, que en ese momento estaba con el sacerdote Taras Panat, personaje peculiar porque se hizo sacerdote ¡a los 69 años! El rector animó a Petro a que sí, que entrara al seminario. Una serie de viajes laborales le distrajeron un año. Pero en primavera de 2024, la llamada de Dios volvió con fuerza. "Yo andaba atormentado por esos pensamientos y dudas, como un enfermo. Entonces volví a ver al Padre Igor para hablar, recibí la bendición del obispo local y se iniciaron los trámites", explica.

Petro Didula con unas colegas periodistas, unos meses antes de entrar al seminario, en un viaje a la zona cercana al frente
En ese momento se lo contó ya a su esposa Natalia. Hace 30 años Petro ya se había sacado un título de Teología en la Universidad Católica, y a veces, personas equivocadamente pensaban que él era clérigo y a su mujer la consideraban "mátushka", esposa de clérigo. Y ahora parecía hacerse realidad. Ella sonrió: "Ah, por fin, en el trabajo siempre me llaman la esposa del sacerdote". En realidad, el "sí" de la esposa (necesario para la ordenación) es por ahora un "sí" a tres años de estudios del seminario." "Confío en Dios y estoy seguro de que nuestro matrimonio superará también esta prueba", asegura él.
Sus hijos no se han mostrado tan favorables. "Hubo un breve momento de silencio incómodo. Parece que mi nuera, Yulia, fue la primera en romper el silencio para felicitarme", explica Petro. La anciana madre de Petro no comentó mucho al principio, pero luego le dijo que quería vivir para verlo como sacerdote. Se da la circunstancia de que el abuelo de Petro intentó ser sacerdote pero fue encarcelado por un juicio político y murió en una prisión polaca, bajo el régimen comunista, sin llegar a ordenarse.
Volver a estudiar con 59 años
Petro ya realizó su primer año de estudios. Estudiar le ha costado. "Incluso pensé en dejarlo. Pero entonces hablé con algunos amigos. Lograron encontrar las palabras que tanto necesitaba en ese momento. Luego hice un retiro ignaciano. Ocho días de silencio y conversaciones con mi confesor me ayudaron a salir de ese estado de confusión. Humanamente, no quería continuar mis estudios, pero algo en mi interior me convenció: tenía que seguir adelante".
"Hay muchas materias, la cantidad de información es considerable y mi memoria no es la mejor. Ahora me resulta difícil retenerlo todo. Me he reservado el estudio de la Biblia y la lectura de las Sagradas Escrituras, donde puedo hacerlo a solas. A veces descubro cosas que ya había aprendido, pero que, debido a ciertas experiencias de vida, percibo de una manera completamente distinta, nueva. También encuentro muy valiosa la experiencia de comunicarme con compañeros más jóvenes y seminaristas de otros cursos. He visto el mundo en el que viven, las experiencias con las que se preparan para su vocación sacerdotal.
En el seminario de Leópolis hay 3 seminaristas de vocación tardía en quinto curso y otros 6 en cuarto. "Me atrevo a preguntarles cosas que no me atrevería a preguntarle a mis hijos", detalla con cierto asombro.
Hablar de la Resurrección a los militares
Él quiere servir como capellán militar, hablar de la Resurrección a los militares. Pensaba que sería difícil... pero en verano el presidente Zelenskyi decretó que, con permiso de cada comandante de batallón, las personas mayores de 60 años aún podrán servir en el ejército. "Esto me dio la certeza de que realmente podía ser capellán. Incluso si la capellanía no funciona, iré igualmente al este, a Járkov o Dnipró. Allí también hay grandes necesidades". Son las zonas del frente, bajo bombardeo constante.
Con el rector, ha estado varias veces ya en el "Campo de Marte", donde están sepultados los soldados enterrados con especiales honores. "La primera vez que fui, me costaba hablar con la gente, pero a la tercera o cuarta vez empecé a sentir que algo se abría dentro de mí y podía entablar un diálogo. Ya no tengo el miedo que tenía antes. Es el único lugar de la ciudad donde fui con sotana. Noté que, al hablar con los familiares del difunto, la sotana añadía una especie de cualidad especial al ambiente de confianza que se crea en la conversación. La persona se sincera, uno escucha y, al final, algunos pidieron rezar conmigo".
Como periodista fotográfico ya había visto algo de cómo es la vida en el frente en esta guerra. En una entrevista, un amigo se lamentó de que casi no veía capellanes. "¿Cómo y de qué hablarán los sacerdotes con los militares si no están presentes?", le planteó. Los capellanes que vio en el frente, dice, "hablan de la muerte con sencillez y sin dramatismos innecesarios. Hay una ligereza en sus palabras, como si fuera algo cotidiano. Y lo entiendo: así es precisamente como debe ser para los cristianos, porque la muerte es inevitable y para nosotros es una parte natural de la vida".

Petro Didula con sus hijos, esposa, madre y cónyuges de sus hijos, en una fiesta familiar con ropa típica ucraniana
A veces los curas que acompañan a los militares no son capellanes militares, sino párrocos locales. "Mi hijo Pavlo [militar] tiene esta experiencia: ayudó a construir una capilla de madera para un sacerdote católico local cerca de Sloviansk". El responsable de los capellanes grecocatólicos de Donetsk acude allí con frecuencia.
Espera que Dios sea su fortaleza en este camino. "Creo que Él otorga su gracia en proporción a la carga que deposita sobre los hombros de cada persona. Y si llego a ser sacerdote, confío en que no me privará de la sabiduría y la fortaleza que a veces tanto me faltan".
P.J.Ginès, ReL
Vea también La Resurrección - San Juan Pablo II
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