Entradas populares

viernes, 7 de noviembre de 2025

Evangelio del dìa


 

Carta de San Pablo a los Romanos 15,14-21.

Por mi parte, hermanos, estoy convencido de que ustedes están llenos de buenas disposiciones y colmados del don de la ciencia, y también de que son capaces de aconsejarse mutuamente.
Sin embargo, les he escrito, en algunos pasajes con una cierta audacia, para recordarles lo que ya saben, correspondiendo así a la gracia que Dios me ha dado:
la de ser ministro de Jesucristo entre los paganos, ejerciendo el oficio sagrado de anunciar la Buena Noticia de Dios, a fin de que los paganos lleguen a ser una ofrenda agradable a Dios, santificada por el Espíritu Santo.
¡Yo tengo que gloriarme en Cristo Jesús, en lo que se refiere al servicio de Dios!
Porque no me atrevería a hablar sino de aquello que hizo Cristo por mi intermedio, para conducir a los paganos a la obediencia, mediante la palabra y la acción,
por el poder de signos y prodigios y por la fuerza del Espíritu Santo. Desde Jerusalén y sus alrededores hasta Iliria, he llevado a su pleno cumplimiento la Buena Noticia de Cristo,
haciendo cuestión de honor no predicar la Buena Noticia allí donde el nombre de Cristo ya había sido invocado, para no edificar sobre un fundamento puesto por otros.
Así dice la Escritura: Lo verán aquellos a los que no se les había anunciado y comprenderán aquellos que no habían oído hablar de él.


Salmo 98(97),1.2-3ab.3cd-4.

Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios.

Canten al Señor un canto nuevo,
porque él hizo maravillas:
su mano derecha y su santo brazo
le obtuvieron la victoria.

El Señor manifestó su victoria,
reveló su justicia a los ojos de las naciones:
se acordó de su amor y su fidelidad
en favor del pueblo de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado
el triunfo de nuestro Dios.
Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos.


Evangelio según San Lucas 16,1-8.

Jesús decía a sus discípulos:
"Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes.
Lo llamó y le dijo: '¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto'.
El administrador pensó entonces: '¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza.
¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!'.
Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: '¿Cuánto debes a mi señor?'.
'Veinte barriles de aceite', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez'.
Después preguntó a otro: 'Y tú, ¿cuánto debes?'. 'Cuatrocientos quintales de trigo', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo y anota trescientos'.
Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz."


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897)
carmelita descalza, doctora de la Iglesia
Manuscrito autobiográfico B, 4rº


El buen uso de las riquezas

    ¡Oh Jesús! Sé que el amor sólo con amor se paga. Por eso, he buscado, he hallado el modo de desahogar mi corazón devolviéndote amor por amor. “Emplead las riquezas que hacen al hombre injusto en granjearos amigos que os reciban en las moradas eternas.”(Lc 16,9) Este es, Señor, el consejo que das a tus discípulos después de haberles dicho que “los hijos de las tinieblas son más sagaces en sus negocios que los hijos de la luz.” Hija de la luz, comprendí que mis deseos de serlo todo, de abrazar todas las vocaciones, eran las riquezas que podrían hacerme injusta. Por eso las he empleado en granjearme amigos... Acordándome de la súplica de Eliseo a su Padre Elías, cuando se atrevió a pedirle su “doble espíritu” (2R 2,9), me presenté ante los ángeles y los santos, y les dije: “Soy la más pequeña de las criaturas. Conozco mi miseria y mi debilidad. Pero sé también cuánto gustan los corazones nobles y generosos de hacer el bien. Os suplico, pues, oh, bienaventurados moradores del cielo, os suplico que me adoptéis por hija. Sólo vuestra será la gloria que me hagáis adquirir, pero dignaos escuchar mi súplica. Es temeraria, lo sé; sin embargo, me atrevo a pediros que me obtengáis: vuestro doble amor”.  (EDD)

Reflexión sobre el cuadro

No todos los personajes de las parábolas de Jesús son modelos de bondad y virtud. Muchos son profundamente imperfectos, pero a menudo hay algo redentor en ellos. El hijo menor de la parábola del hijo pródigo es un ejemplo de ello: imprudente y egoísta, cuando su vida se vino abajo, recapacitó, admitió sus errores y volvió a casa con humildad. El personaje del Evangelio de hoy, el administrador deshonesto, comparte algo de esa misma complejidad. Había despilfarrado los bienes de su amo, y tal vez incluso se había quedado con una parte. Pero, ante la posibilidad de perderlo todo, actuó con astucia y, por una vez, pensó en los demás. Al reducir las deudas contraídas con su señor, es muy posible que renunciara a su propio beneficio, con la esperanza de ganarse la buena voluntad y la amistad en los momentos de necesidad.

En ese giro sorprendente, Jesús ve algo digno de atención. El comportamiento del administrador no se presenta como moral, sino como astuto y práctico. Es un recordatorio de que incluso las personas imperfectas pueden actuar bien y con decisión cuando el momento lo exige. Jesús utiliza esta historia para invitarnos a reflexionar sobre cómo respondemos cuando la vida nos inquieta. Cada crisis, sugiere, es una oportunidad para redescubrir lo que es mejor... no sólo PARA nosotros... sino EN nosotros. Como el mayordomo, estamos llamados a convertir los momentos de pérdida en oportunidades de crecimiento, y a dejar que lo bueno que llevamos dentro aflore a la superficie cuando más importa. Esa imagen de la bondad saliendo a la superficie es una forma encantadora de pensar en nuestras almas. Al igual que las burbujas se elevan de forma natural a través del agua y atrapan la luz, la bondad que llevamos dentro debería seguir subiendo a la superficie de nuestras vidas. Puede que a veces el miedo, el orgullo o el egoísmo la empujen hacia abajo, pero nunca desaparece; siempre está ahí, esperando a salir de nuevo.

Sé que nuestro cuadro no muestra exactamente burbujas surgiendo en el agua (en su lugar representa una simple pompa de jabón), pero siempre me ha encantado y por eso quería compartirlo con ustedes. Burbujas de jabón, de Jean Siméon Chardin, pintado en 1733, representa a un joven inclinado sobre el alféizar de una ventana, soplando una gran burbuja iridiscente con una pajita fina sumergida en un vaso de agua jabonosa. Detrás de él, un niño se asoma al alféizar, observando en silencio. La luz capta la superficie de la burbuja con tanta delicadeza que casi parece suspendida en el tiempo. Es encantador pensar que los niños de entonces ya estaban tan fascinados por soplar burbujas.

Además, la burbuja de este cuadro se convierte en algo más que un pasatiempo para el artista. Nos invita a detenernos y reflexionar sobre la frágil belleza de la vida. En la pintura de género anterior, este motivo apuntaba a menudo a la vanitas -la fugacidad del mundo-, pero Chardin lo traslada al momento cotidiano, haciéndonos sentir la maravilla de algo ordinario. La concentración del joven, la curiosidad del niño y la suave luz se combinan para atraernos a un espacio contemplativo. Es un recordatorio de que, incluso en nuestras rutinas diarias, siempre hay algo digno de asombro.

by Padre Patrick van der Vorst

Oración (para ayudar)

Dificultades en la Oración



No hay comentarios:

Publicar un comentario