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jueves, 6 de noviembre de 2025

Evangelio del dìa


 

Carta de San Pablo a los Romanos 14,7-12.

Ninguno de nosotros vive para sí, ni tampoco muere para sí.
Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor: tanto en la vida como en la muerte, pertenecemos al Señor.
Porque Cristo murió y volvió a la vida para ser Señor de los vivos y de los muertos.
Entonces, ¿Con qué derecho juzgas a tu hermano? ¿Por qué lo desprecias? Todos, en efecto, tendremos que comparecer ante el tribunal de Dios,
porque está escrito: Juro que toda rodilla se doblará ante mí y toda lengua dará gloria a Dios, dice el Señor.
Por lo tanto, cada uno de nosotros tendrá que rendir cuenta de sí mismo a Dios.


Salmo 27(26),1.4.13-14.

El Señor es mi luz y mi salvación.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré?

Una sola cosa he pedido al Señor,
y esto es lo que quiero:
vivir en la Casa del Señor
todos los días de mi vida,
para gozar de la dulzura del Señor
y contemplar su Templo.

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor.


Evangelio según San Lucas 15,1-10.

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.
Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo entonces esta parábola:
"Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría,
y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido".
Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse".
Y les dijo también: "Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido".
Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte".


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

San Nersés Shnorhalí (1102-1173)
patriarca armenio
Jesús, Hijo Único del Padre, II (SC 203. Jésus Fils Unique du Père, Cerf, 1973), trad. sc©evangelizo.org


¡Señor, yo me alejé!

Me alejé, a ejemplo de la oveja,
De tu tropilla que pastaba,
Bajé el número de la centena
Que has dejado en el desierto de lo alto.
Has venido por amor, buscando a la única.
Una vez encontrada, la has llevado al cielo en hombros,
Has completado el número de la tropilla,
Para hacer la alegría de los Ángeles.
Me has llevado a mí también, Señor, con la multitud,
Me has lavado del barro y del fango del pecado,
En ellos de nuevo me revuelco,
Como alguien que está en la basura.
Lávame nuevamente por medio de las lágrimas,
Concede a mi alma impenitente
Un arroyo abundante y burbujeante,
Como manantial desbordante.
Y yo que me perdí voluntariamente,
Hazme retornar a tu voluntad divina.
La voluntad de mi libre arbitrio principesco
Apártala cuando ella no te obedece. 
(EDD)

Reflexión sobre el cuadro

Cuando Jesús quería mostrar a la gente cómo es Dios, a menudo señalaba experiencias ordinarias que todo el mundo podía entender. Sabía que la vida cotidiana puede enseñarnos algo sobre el amor de Dios. Incluso las personas que no se consideran especialmente religiosas pueden reflejar algo de Dios en la forma en que cuidan de los demás.

En el Evangelio de hoy, Jesús invita a sus críticos, personas que creían saberlo todo sobre la religión, a aprender de un pastor y una mujer que pierden algo valioso. El pastor deja su rebaño de noventa y nueve ovejas para buscar la que se le ha perdido y, cuando la encuentra, está tan contento que llama a sus amigos para celebrarlo. La mujer que pierde una moneda busca por todos los rincones de su casa hasta que la encuentra, y entonces ella también invita a sus vecinos a compartir su alegría.

Jesús está diciendo que Dios es como aquel pastor y aquella mujer. Dios nunca abandona a nadie. Sigue buscando a los que se sienten perdidos o alejados hasta que los encuentra. Cuando lo hace, hay una verdadera alegría, como encontrar algo precioso que creías perdido para siempre. Jesús vino a mostrarnos que así es Dios: siempre tendiéndonos la mano, siempre preocupado, siempre dispuesto a acogernos de nuevo. Todo lo que tenemos que hacer es dejar de correr y dejarnos encontrar.

Domenico Feti, pintor barroco italiano activo en Roma y Venecia e influido por Rubens, capta maravillosamente en esta obra el espíritu de la parábola de Jesús sobre la mujer de la moneda perdida. La escena es sencilla pero llena de energía: la mujer se agacha, buscando frenéticamente en la oscuridad la moneda que ha extraviado. Su rostro muestra urgencia y esperanza, su cuerpo se inclina hacia la luz que le ayuda a ver. La moneda que ha perdido es valiosa: una décima parte de todo lo que posee. Su búsqueda se convierte en una imagen de determinación. Jesús utiliza este momento ordinario para decirnos algo extraordinario sobre Dios: que Él nos busca a cada uno de nosotros de la misma manera. Como la mujer, Dios nunca se da por vencido hasta que encuentra lo que ha perdido. La alegría en su rostro cuando por fin encuentra la moneda refleja la alegría en el corazón de Dios cuando volvemos a Él... una alegría silenciosa y personal, compartida entre el que busca y el que ha sido encontrado.

by Padre Patrick van der Vorst

Oración

(La de San Nersés Snorhalí: arriba)

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