Cuando la oración se vuelve parte natural de nuestra rutina, toda la vida se transforma en una conversación continua con el Señor.
Es entonces cuando descubrimos que Dios no está lejos, sino en lo más cotidiano: en el trabajo, en la familia, en los silencios y en los gestos sencillos de cada día.
Te comparto algunos consejos para conservar la presencia de Dios en el día a día.
Oraciones cortas y frecuentes: repetir pequeñas oraciones o jaculatorias durante el día, en medio del trabajo o al cambiar de tarea. Nos ayuda a mantener la mente en Dios y a convertir lo cotidiano en algo sagrado.
Dar gracias al despertar y al acostarse: empezar y terminar el día con gratitud abre el corazón y nos hace más conscientes de la acción del Espíritu en nuestra vida.
Meditar el Evangelio: dedicar unos minutos a reflexionar sobre la Palabra y aplicarla a lo que vivimos nos ayuda a dejar que el Espíritu nos guíe y nos acerque más a Jesús.
Orar “en movimiento”: aprovechar los trayectos —caminar al trabajo, hacer las compras— como momentos para hablar con Dios nos recuerda que Él camina con nosotros.
Orar por los demás: pedir por las personas que amamos o por quienes sufren nos une a ellos y nos hace participar en la compasión de Dios.
Vivir en la presencia de Dios no se trata de “rezar más cosas”, sino de aprender a ver cada momento como una oportunidad para hablar con Él.
(catholic.net)
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