Entradas populares

lunes, 10 de noviembre de 2025

La alegre visibilidad del giro católico


Renacimiento eucaristico

Renacimiento eucaristico

Durante décadas, la norma cultural dominante en buena parte del mundo secularizado fue el “catolicismo discreto”: quien creía, creía en privado; quien iba a misa, lo hacía sin nombrarlo demasiado; quien hablaba de Dios, lo hacía en círculos reducidos o en clave cultural, no confesional. La fe era tolerada siempre que no reclamara visibilidad. A esta dinámica la investigación sociológica le llamó la privatización moderna de la religión

Des-vergüenza católica

Parecía que este fenómeno era irreversible; sin embargo, desde finales del siglo XX se está produciendo paulatinamente el fenómeno inverso: la reentrada de la religión en el espacio público. Los estudios más recientes muestran que el catolicismo no solo vuelve a hacerse visible: vuelve a hacerse visible con alegría, con audacia y cada vez con menos complejo de inferioridad cultural. Los jóvenes, manifiestan, tienen sed de verdad y en el catolicismo lo encuentran y lo celebran.

A este fenómeno proponemos llamarlo des-vergüenza católica en la medida en que consiste en un abandono del pudor que hace décadas presentaba la fe como algo anticuado, frágil, vergonzante o intelectualmente sospechoso. Algunas muestras de este recuperado catolicismo se caracterizan por haber perdido la vergüenza ante el qué dirán. El católico ya no pide permiso para serlo, ni se disculpa por creer; participa, canta, se expone, convoca, se reúne, contagia. Si en los 70-90 lo contracultural era dejar de practicar, hoy ir a contracorriente es mostrar las creencias con naturalidad visible, no con nostalgia ni con un tono defensivo, sino como quien ha realizado un hallazgo que desea compartir. Un hallazgo a menudo causado por una súbita conversión.

Multitud, gozo y visibilidad: el nuevo tono católico

Los estudios sobre las Jornadas Mundiales de la Juventud muestran claramente esta dimensión. La sociología religiosa constata que la experiencia multitudinaria no produce anonimato, sino orgullo identitario: los jóvenes regresan con una percepción más positiva de su fe y de su pertenencia eclesial. La investigación sobre las JMJ lo define como un “evento público complejo” donde el catolicismo se representa a sí mismo no como minoría marginal, sino como pueblo visible que canta, danza, acampa, adora y ocupa la ciudad entera con símbolos religiosos sin inhibición.

La pertenencia a la Iglesia es valerosa. Un estudio de la JMJ de Lisboa 2023 demuestra que sus participantes experimentan un aumento del bienestar psicosocial, lo que significa que la visibilidad no es mayoritariamente superficial, sino profunda: hace bien, levanta, confirma. La fe pública se experimenta como fuente de energía vital.

Los nuevos conversos, aunque muchos viven la fe desde su infancia, no se integran en la Iglesia como quien entra a un espacio en retirada, sino como quien se une a una comunidad real, viva, con rituales y símbolos que retan, desde la caridad, la secularización cotidiana. La conversión es narrada como paso de la soledad a la pertenencia y, sobre todo, como una articulación de la identidad en voz alta.

La generación que ya no pide disculpas

Uno de los datos más sugerentes proviene del estudio sobre jóvenes católicos altamente religiosos en Italia: no solo no ocultan su identidad, sino que la consideran un rasgo de autenticidad personal, incluso dentro de entornos universitarios y profesionales donde la religión no es la norma dominante. Se sienten culturalmente minoritarios, pero no culturalmente derrotados. Han roto el binomio “católico = anticuado” y también el binomio “católico = represivo”. Su fe no es reactiva, sino propositiva. No se sienten reprimidos sino elevados.

Esto conecta con el giro detectado en el clero estadounidense: los sacerdotes ordenados desde los años 2000 se identifican de forma más clara con posiciones doctrinales claramente ortodoxas, y lo hacen sin miedo a mostrarlas públicamente. El estudio lo llama explícitamente conservative turn. Pero su relevancia no es solo un mero posicionamiento partidista: supone que las nuevas generaciones de líderes religiosos ya no se sienten culturalmente obligados a pedir disculpas por ser católicos.

El regreso del rito: Eucaristía, adoración, peregrinación

Uno de los rasgos centrales de esta nueva des-vergüenza católica es la recuperación de prácticas públicas que habían quedado relegadas al ámbito íntimo y privado. La adoración eucarística, por ejemplo, ha pasado de ser un ejercicio minoritario de piedad a convertirse en un signo unificador de multitudes. Y no solo en templos, sino en grandes auditorios, estadios, o incluso transmisiones digitales que reúnen a miles de personas conectadas. Las procesiones del Corpus salen a la calle, peregrinan, encabezadas por un sacerdote con Cristo en la custodia.

El eucharistic revival en Estados Unidos confirma esta tendencia: procesiones en la calle, vigilias masivas, congresos nacionales, redescubrimiento catequético de la presencia real de Cristo en la eucaristía. Y todo ello entendido no como rito privado, sino como testimonio público positivo, atractivo. Y sobre todo alegre. Cada peregrino deja de ser individuo errante y se convierte en cuerpo visible, parte de un “nosotros” que se deja ver sin pudor.

Cultura pop y símbolo católico sin ironía

Un indicador exterior, pero significativo para entender el estado de ánimo  cultural, es la aparición de símbolos católicos en la industria musical y estética contemporánea sin el tono paródico o profanador que dominó los 90-2000. El caso del disco Lux de Rosalía (2025) -explícitamente centrado en la luz, la oración, los salmos y la imaginería mariana- muestra que lo católico ya no aparece como una provocación que genera reacciones anticlericales, sino como fuente de belleza y espiritualidad positiva. Esto no es un “retorno de la religión” abstracto: es el retorno de lo católico como un imaginario legítimo, encarnado, comunitario, vivido.

¿Qué significa realmente esta des-vergüenza?

No estamos simplemente ante una moda religiosa ni ante un retorno a la cristiandad sociológica dirigida por la costumbre y la inercia. 

Recapitulemos: el fenómeno tiene tres dimensiones profundas

  • el católico ya no se define por una negación del presente sino por una afirmación gozosa;
  • la fe deja de vivirse en el reducto individual y se expresa en un cuerpo colectivo: canto, fiesta, rito, marcha;
  • surge un tono no defensivo, sino jubiloso: creer no da vergüenza -es la interpretación que proponemos-, sino que da alegría. 

Esta transformación confirma que la secularización no equivale a una desaparición de lo religioso, sino a una reconfiguración de sus modos de presencia según el pensamiento del sociólogo canadiense Charles Taylor. Estas ideas las hallamos en su libro La era secular (2014, la primera versión en inglés data de 2007). Lo católico ya no pretende ser hegemonía cultural, pero tampoco acepta ser residuo vergonzante. Ahora las elecciones están llenas de libertad y afirmación.

Este catholic turn no es solo cuantitativo (más creyentes, más conversos), sino cualitativo: un nuevo modo de habitar lo católico sin sentir la necesidad de esconderlo. 

Es el paso del catolicismo discreto al catolicismo luminoso; de la fe en voz baja, a la fe que canta; del católico que se excusa al católico que invita.

Ignacio de Bofarull, ReL

Vea también     Nueva Evangelización


No hay comentarios:

Publicar un comentario