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El 38º Doctor de la Iglesia, san John Henry Newman, anglicano convertido al catolicismo y maestro de la vida espiritual, escribió una impresionante cantidad de brillantes obras teológicas. ¡Una edición de las obras completas de Newman abarca 31 volúmenes! Y en ellas encontramos su idea sobre el purgatorio.
Sus predicaciones y sus conocimientos teológicos son extraordinariamente ricos y dan testimonio de un hombre que dedicó su vida a la búsqueda de la sabiduría.
Encontramos que la sabiduría es "resplandeciente e imperecedera" y que "es fácilmente percibida por quienes la aman y encontrada por quienes la buscan" (Sab 6, 12). Newman buscó la sabiduría, tratando de sondear las profundidades del misterio, buscando conocer a Dios y percibir sus designios en todas las cosas.
La búsqueda cristiana de la sabiduría no es como intentar ganar en Jeopardy. La sabiduría no es simplemente conocer una serie de datos, por sorprendente que sea la amplitud de ese conocimiento. La sabiduría consiste en la integración de todas las cosas en el plan de Dios. Para el cristiano, la sabiduría significa comprender cómo obra Cristo, redimiendo y amando.
Newman, el poeta
Newman no solo era un maestro de teología, sino también un poeta dotado. En su poema "El sueño de Gerontius", narra el viaje de un alma tras la muerte. El poema comienza con la muerte de Gerontius y luego narra su experiencia al comparecer ante el tribunal de Cristo.
Guiado por su ángel de la guarda, a lo largo del poema Gerontius se ve fortalecido por las oraciones de un sacerdote (que le atendió en su lecho de muerte) y de sus amigos.
El poema tiene éxito porque aborda la pregunta que toda persona debe hacerse: ¿qué será de mí cuando muera? Para Newman, la respuesta está guiada por la sabiduría: todas las cosas alcanzan su perfección en Cristo.
Por supuesto, no todo el mundo lo ve así. La época victoriana de Newman estaba plagada de nihilismo y oscuridad. No era tan diferente de la nuestra.
En su poema, Newman sitúa a los demonios en una sala de tribunal. Cuando Gerontius pasa, los oye burlarse de Cristo. Los demonios dicen:
"La virtud y el vicio,
La pretensión de un sinvergüenza, Todo es lo mismo;
¡Ja, ja! El temor al fuego del infierno, a las llamas venenosas, es la excusa de los cobardes".
¿Por qué vivir bien? ¿Por qué luchar por una vida santa? Según los demonios, las personas de fe se consuelan con historias sobre la vida después de la muerte porque tienen demasiado miedo de enfrentarse a cualquier otra cosa.
Llaman al relato cristiano sobre la vida después de la muerte «la súplica de un cobarde». El ángel de la guarda de Gerontius lo consuela, ofreciéndole palabras tranquilizadoras contra los gritos de los demonios.
"Te envuelvo"

El poema pone de manifiesto la tensión de la vida en este lado de la eternidad. Como dice San Pablo, "ahora vemos como en un espejo, de manera oscura" (1 Cor 13, 12). Ahora no vemos todas las cosas con claridad. Pero las veremos.
Esta es la enseñanza cristiana. En la vida venidera, en la vida de la hueste celestial, nos regocijaremos al ver a Dios cara a cara. Nuestra visión será completa.
Sin embargo, para estar preparados para tal visión, nuestras almas deben ser purificadas. Esta es la enseñanza católica del purgatorio. Para estar preparados, los efectos persistentes de nuestros pecados deben ser lavados. El Catecismo lo expresa así:
"Todos los que mueren en la gracia y la amistad de Dios, pero aún imperfectamente purificados, tienen asegurada la salvación eterna; pero después de la muerte pasan por una purificación, para alcanzar la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo"
(CEC, 1030).
Aunque algunos han especulado que la acción purificadora del purgatorio será como una purificación por el fuego, Newman prefería la imagen del bautismo, es decir, la del lavado.
En las últimas estrofas del poema, Gerontius llega a la orilla de un lago, que es la visión que Newman tiene del purgatorio. El ángel de la guarda de Gerontius le dice:
"Suave y gentilmente, alma querida y rescatada,
ahora te envuelvo en mis amorosos brazos,
y, sobre las aguas penales, mientras fluyen,
te sostengo, te bajo y te abrazo".
Para las almas del purgatorio, este es un momento de esperanza. Esperan ansiosas la mañana, cuando, lavadas de las manchas del pecado, serán acogidas en el cielo. Su canto está marcado por la confianza en la misericordia de Dios y el anhelo de entrar en "las cortes de la luz". Una vez más, el ángel de la guarda le asegura a Gerontius:
"Los ángeles, a quienes se les ha encomendado la tarea,
te cuidarán, te nutrirán y te arrullarán mientras yaces;
y las misas en la tierra y las oraciones en el cielo
te ayudarán ante el trono del Altísimo".
¡Gerontius no está solo! La comunión de los cristianos en su peregrinación terrenal y las oraciones de los santos en el cielo lo sostienen, mientras es lavado y preparado para atravesar la puerta del cielo.
Cambiando nuestro dolor ahora

Aunque esta charla pueda parecer una locura para algunos, es el corazón de la sabiduría cristiana. Con su sufrimiento y muerte, Jesús ha cumplido la obra de nuestra redención. La gloria de la cruz es que, aquí y ahora, y en la vida venidera, todo dolor y tristeza pueden transformarse. Seremos sanados al conformarnos a la cruz de Jesús.
Los cristianos no nos afligimos como los demás. Llenos de la esperanza que nos ofrece la sabiduría, esperamos con ilusión el día en que Cristo resucite a nuestros seres queridos que han fallecido. Que esta esperanza anime nuestras oraciones por los difuntos y nos ayude a vivir aquí y ahora para lo que está por venir.
"No queremos que ignoréis, hermanos y hermanas,
lo que ocurre con los que han fallecido,
para que no os entristezcáis como los demás, que no tienen esperanza.
Porque si creemos que Jesús murió y resucitó,
así también Dios, por medio de Jesús,
traerá consigo a los que han fallecido".
Patrick Briscoe OP, Aleteia
Así es como los ángeles nos muestran el purgatorio

Los santos ángeles de la guarda han sido enviados por Dios para cumplir diferentes tareas a favor de nosotros.
Fortalecen nuestra voluntad, nos protegen de los enemigos, nos asisten en nuestra vida e iluminan nuestro entendimiento acerca de los designios de misericordia que Dios tiene para con cada uno de nosotros.
Dentro de estas tareas los ángeles del cielo cumplen una misión que es la de iluminarnos acerca de la realidad del Purgatorio.
Y la de recordarnos la comunión que tenemos con estas almas que, como enseña el Catecismo de la Iglesia:
Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1030).
Ayudar a las almas del purgatorio
Esta iluminación que nos dan los ángeles de esta realidad debe ser entendida como un llamado a abrir nuestra alma a contemplar esta realidad que nos une a estas almas.
Y en este sentido el ángel nos mueve a la oración, la penitencia y sacrificio en favor de estas almas que se encuentran en el purgatorio
La ayuda que brindan los santos ángeles es muy variada. Nos invitan y exhortan a orar por las almas del purgatorio, mueven nuestro corazón pidiendo que recemos por estos hermanos nuestros que se encuentran en aquel lugar de purificación.
Leemos en el Diario de santa Gemma Galgani:
“Su ángel la estimulaba en este deseo de liberar a estas almas. Un día le dijo: “¿Cuánto tiempo hace que no has rogado por las almas del purgatorio? Desde la mañana no había rogado por ellas. Me dijo que le gustaría que, cualquier cosa que sufriera, la ofreciera por las almas del purgatorio. Todo pequeño sufrimiento las alivia, sí, hija, todo sacrificio por pequeño que sea, las alivia”.
Colaborar en su purificación
Esas palabras también te las dirige el Ángel en el día de hoy: “¿Cuánto tiempo que no has rezado por las almas del purgatorio?”
Precisamente el Catecismo nos enseña:
“Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios.
La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos: «Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre (cf. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? [...] No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos”
(CEC 1032).
Y en este sentido los ángeles nos vuelven a ayudar, pues estas oraciones y sacrificios que ofrecemos llegan ante el trono de Dios de manos de los Ángeles.
San Rafael Arcángel en el libro de Tobías enseña que cada vez que se presentan oraciones, son los ángeles quienes llevan nuestras oraciones ante el altar de Dios (cfr. Tb. 6).
Que tú ángel de la guarda vaya lleno de oraciones y sacrificios por estas almas; cuán tristes deben estar los ángeles al presentarse ante Dios sin nada que ofrecer de ti, se presentan con las manos cruzadas sobre el pecho.
Arcángel san Miguel
Y de manera especial sobresale san Miguel Arcángel, el Ángel de las almas del Purgatorio: él está siempre presente en el juicio particular, asiste a los agonizantes y los sostiene y fortalece en el combate contra el demonio.
El Ángel exhorta:
“Si supierais cuánto os aman estas almas benditas. Ellas desean que os salvéis, y que evitéis el Purgatorio…Rezad por estas benditas almas que rezan por vosotros. Ninguna oración se pierde jamás: a menudo hay personas aquí abajo que rezan por todo tipo de cosas, y Dios ordena que su oración sea utilizada en favor de las almas del Purgatorio…”
(Tomado del libro “El Purgatorio, una revelación particular, Ed. Rialp).
Y cuando nuestra oración, sacrificio, limosna logra sacar un alma del Purgatorio los Ángeles se visten de gran hermosura y van a sacar el alma de su protegido a llevarla al encuentro con Dios.
Apariciones y peticiones

De María de Jesús Agreda leemos:
“Cuando murió la reina Isabel de Borbón, el 6 de octubre de 1644, se le apareció varias veces para pedirle oraciones. El día de las ánimas, 2 de noviembre de este año de 1645, estando en los maitines y oficio que hace la iglesia por los difuntos, se me manifestó el purgatorio con grande multitud de almas, que estaban padeciendo y me pedían las socorriese. Conocí muchas, incluida la de la reina y otra de una persona que yo había tratado y conocido antes. Yo me admiré de que el alma de la reina, después de tantos sufragios y misas como se habían ofrecido por ella, estaba todavía en el purgatorio, aunque solo había pasado un año y veintiséis días de su muerte… Llegada la noche vi algunos ángeles en la celda con grande hermosura y me dijeron que iban al purgatorio a sacar el alma de la reina por quien yo había pedido… Y los ángeles la llevaron al eterno descanso, que gozará mientras Dios fuere Dios”.
Así orar por los almas del purgatorio es cumplir una obra de misericordia, salvar un alma y alegrar a los ángeles del cielo.
Vea también Santo Cura de Ars: Sermón
sobre el Purgatorio


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