Invitamos a los matrimonios y a personas interesadas en una familia feliz, a leer y asimilar pasajes de la Exhortación pontifical 'Amoris laetitia' del Papa Francisco.
Dimensión
erótica del amor
150. Todo esto nos lleva a hablar de la vida sexual del
matrimonio. Dios mismo creó la sexualidad, que es un regalo maravilloso para
sus creaturas. Cuando se la cultiva y se evita su descontrol, es para impedir
que se produzca el «empobrecimiento de un valor auténtico»[146]. San Juan Pablo II rechazó que la enseñanza
de la Iglesia lleve a «una negación del valor del sexo humano», o que
simplemente lo tolere «por la necesidad misma de la procreación»[147]. La necesidad sexual de los esposos no es
objeto de menosprecio, y «no se trata en modo alguno de poner en cuestión esa
necesidad»[148].
151. A quienes temen que en la educación de las pasiones y
de la sexualidad se perjudique la espontaneidad del amor sexuado, san Juan
Pablo II les respondía que el ser humano «está llamado a la plena y madura
espontaneidad de las relaciones», que «es el fruto gradual del discernimiento
de los impulsos del propio corazón»[149]. Es algo que se conquista, ya que todo ser
humano «debe aprender con perseverancia y coherencia lo que es el significado
del cuerpo».[150] La sexualidad no es un recurso para
gratificar o entretener, ya que es un lenguaje interpersonal donde el otro es
tomado en serio, con su sagrado e inviolable valor. Así, «el corazón humano se
hace partícipe, por decirlo así, de otra espontaneidad»[151]. En este contexto, el erotismo aparece como
manifestación específicamente humana de la sexualidad. En él se puede encontrar
«el significado esponsalicio del cuerpo y la auténtica dignidad del don»[152]. En sus catequesis sobre la teología del
cuerpo humano, enseñó que la corporeidad sexuada «es no sólo fuente de
fecundidad y procreación», sino que posee «la capacidad de expresar el amor:
ese amor precisamente en el que el hombre-persona se convierte en don»[153]. El más sano erotismo, si bien está unido a
una búsqueda de placer, supone la admiración, y por eso puede humanizar los
impulsos.
152. Entonces, de ninguna manera podemos entender la
dimensión erótica del amor como un mal permitido o como un peso a tolerar por
el bien de la familia, sino como don de Dios que embellece el encuentro de los
esposos. Siendo una pasión sublimada por un amor que admira la dignidad del
otro, llega a ser una «plena y limpísima afirmación amorosa», que nos muestra
de qué maravillas es capaz el corazón humano y así, por un momento, «se siente
que la existencia humana ha sido un éxito»[154].
De la Exhortación ‘Sobre el Amor en la Familia’ (Capítulo IV: Vocación de
la Familia)
Vea también Novena de Nuestra Señora del Sagrado Corazón
para pedir la capacidad de la entrega mutua
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